𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 22

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𝕹𝖆𝖗𝖗𝖆 ______

23 𝖆𝖓̃𝖔𝖘
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Los calcetines de Noah eran un desastre, por más que le dijera que lavara él mismo su ropa, la dejaba desparramada en cualquier lugar de la casa y esta mañana había encontrado un par de sus calcetines dentro de la alacena.

-¡Noah, llegarás tarde! -le grité. Era su primer día de trabajo y ya iba tarde. Le había contagiado el germen de la impuntualidad y eso no era bueno, porque Noah era muy estricto consigo mismo cuando las cosas le salían mal.

-¡Noah, despierta ahora o te llevaré a Campanita! -en menos de un minuto se encontraba de camino a la cocina, aún medio dormido, en bóxer negros y descalzó. Ya no quedaba rastro del Noah delgado de hace unos años, en cuanto entró a la Universidad se había obsesionado con el ejercicio, y a pesar de que lo dejó al mes, ahora comía saludablemente y salía a trotar todas las mañanas.

Muchas veces me había invitado, pero no pudo convencerme de abandonar la comodidad de las sábanas hasta que un día mencionó a una tal "Kaily", una chica de 19 años que corría junto a él por las mañanas y que estudiaba en la misma Universidad. Eso fue más que suficiente para que comprara un equipo deportivo y a las 6 de la mañana estuviera despierta y preparada para correr kilómetros con tal de alejar a esa arpía.

Sin embargo, mi plan no había funcionado muy bien. A los cinco minutos estaba exhausta y me faltaba el aire, Noah cargó conmigo hasta la casa -sólo habíamos corrido tres cuadras- y me dijo que si no quería, no corriera.

Supuse que después se dio cuenta del por qué lo había hecho y dejó de correr en las mañanas, para hacerlo en la tarde. A veces lo acompañaba, aunque yo iba e bicicleta a su lado.

Sabía que Noah necesitaba levantarse temprano todas las mañanas porque al final nunca había aprendido a conducir bien un auto, el primer año de casados chocó dos autos y mi padre se aburrió de comprar un auto tras otro. Así que le ofreció una moto y con eso Noah estuvo muy bien. Hasta que les dijo que estaba estudiando.

A mi padre casi le dio un ataque, consideraba que Noah tenía mucho potencial y que no podía desperdiciarlo de esa manera. Él quería que el castaño se hiciera cargo del negocio de mi familia, aunque papá ya tenía a Megan que era más que suficiente para que el negocio prosperara.

Mamá no se lo había tomado tan mal, aunque podía notar que al igual que el resto, esperaba mucho más de Noah. Karine, su madre, estaba feliz, si su hijo cumplía sus metas, eso era más que suficiente. Y yo, no podía estar más orgullosa de él, sabía que sería un excelente profesor.

Entró a la cocina y besó mi mejilla, me abrazó por la espalda y pegó su cuerpo al mío. Besó mi cuello como todas las mañanas y escondió su rostro en mi cabello, que ya lo tenía tan largo que me llegaba hasta la cintura.

-No me convencerás con eso, debes aprender a guardar tu ropa en un lugar decente -le regañé.

-Nadie los verá, además, yo no los dejé allí, fuiste tú.

-¿Cómo que fui yo...? -pero dejé la pregunta en el aire al recordarlo. La noche anterior habíamos tenido un arrebato y terminamos en el sofá, medio desnudos, y desde allí recorrí toda la casa en brazos de Noah hasta llegar a nuestro cuarto.

Enrojecí como siempre, los años no compensaban lo abrumador que era el pensamiento de saber que me había acostado con Noah, no importaba cuántas veces lo hubiéramos hecho o cuánta confianza tuviéramos, seguía siendo vergonzoso que lo dijera de esa manera tan natural.

-De acuerdo, esta vez lo dejaré pasar -dije finalmente. Él rio contra mi oído y mis rodillas temblaron. Era extraño, pero sentía que en vez de desencantarme con los años y el matrimonio, me enamoraba cada vez más de Noah. Como el proceso inverso que sufrían las parejas. Y eso que llevábamos seis años juntos como esposos.

-¿Qué me harás de desayuno, amada mía, sol de mis días, sonrisas de...

-Jugo de naranja con tostadas -le interrumpí. Quedó en neutro, su rostro no tenía expresión. Sabía que esperaba algo más, pero él se había acabado todo el día anterior y sólo había dejado eso, y era muy temprano para ir de compras-. Tómalo o déjalo, esa es la cuestión.

-No me sermonees con Shakespeare -me dijo, estrechándome más contra sus brazos.

Fue a ducharse para el trabajo, aún no podía creer que Noah al fin había terminado de estudiar y que por fin podría hacer lo que quisiera.

Le preparé el pobre desayuno, no era lo más digno para un día como ese, pero no había mucho porque habíamos olvidado hacer las compras.

Noah salió y volvió a la cocina con una toalla amarrada a la cintura, con gotas de agua escurriéndola aún por el cuerpo. Lo miré de reojo, pero él se dio cuenta de todas formas, parecía haber desarrollado un súper ojo en estos años.

-Mira todo lo que quieras, ______, todo lo que quieras -no pude evitar reírme de él, el tono de voz seductor y a la vez cómico eran el detonante perfecto para creer que tendría un excelente día. Bueno, mientras estuviera con él, siempre sería excelente.

-No gracias, deja un poco para la noche o te gastarás muy fácil.

-¿Me acabas de decir fácil? -definitivamente estaba de buen humor.

Fue a vestirse en medio de risas y reclamos falsos, sin dejar de gritar que no podía creer que su esposa le hubiera dicho "fácil". Cuando volvió, ya vestido y con el traje que había elegido para su primer día, desayunó rápido. Se notaba que estaba nervioso, aunque no quería demostrarlo.

-Listo, me voy, se hace tarde... -dijo apresurado, colocándose de pie y tomando unos cuantos libros que había ordenado la noche anterior-. _____, podrías pasarte por la escuela en la tarde, quiero mostrarte algo.

-Seguro -le contesté con una sonrisa.

Noah había conseguido trabajo en una escuela pública, no era que no tuviera más ofertas, pero él lo prefirió así debido que había odiado todos los años en mi escuela, donde sentía que no encajaba, aunque para mí había sido lo contrario, yo lo veía perfecto para ese tipo de escuela y personas.

Pero lo más tierno fue cuando le pregunté el por qué había vuelto a la escuela, después de que se marchó cuando se enfado conmigo, y me dijo que era porque no podía tener la consciencia limpia sabiendo que no estaba a mi lado.

A veces Noah era muy romántico.

Y otras un completo idiota.

Aunque la mayoría de todas esas veces, después de que nos casamos y conocí su verdadero ser oculto tras su cabello castaño, Noah era un pervertido que malinterpretaba todo. Tenía suerte de que sólo bromeaba conmigo y con los chicos, no coqueteaba con nadie más que no fuera Wyatt.

Me besó en los labios, deteniéndose para abrazarme por la cintura y hacerme chocar contra su pecho. Nunca me cansaría de eso.

-Que tengas buen día, castaño -lo besé por última vez y lo dejé ir para que no llegara tarde.

Salió y a los pocos minutos escuché cómo encendía su moto. Me dispuse a ordenar la casa antes de irme a trabajar. Ordené el sofá -el cual era un desastre después de lo de anoche-, lo sacudí y lo limpié a fondo, para que nadie sospechara nada.

Barrí el piso y sacudí los muebles, hice la cama y guardé los platos en la alacena. No había mucho que hacer, sólo éramos nosotros dos. Sólo se ensuciaba más cuando Wyatt venía a cenar con Erin, o cuando Sophia y Taylor -que habían terminado siendo novios y que ya llevaban un año juntos- nos visitaban.

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Marry Me - Noah SchnappDonde viven las historias. Descúbrelo ahora