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Abro los ojos desprendiendo pestaña por pestaña, la luz que dejé encendida me deslumbra cómo un rayo de sol.

Descuido mi al rededor, sin darme cuenta que aquella habitación era similar a la mía, me levanto sin ganas poniendo fuerza en mi abdomen para no volverme a recostar y sostengo en mis manos las sábanas blancas para jalarme hacia delante y pongo un pie sobre otro seguido de un zapato sobre otro cuando admiro mis brazos vestidos con la playera que tomé prestada del clóset de mi madre, al parecer había dormido vestida de nuevo.

Admiro el enorme espejo de cuerpo completo que está frente a mi colchón y un sentimiento de terror recorre todo mi cuerpo al ver que estaba pandeado hacia el lado izquierdo, cómo si fuese una cuchara doblada y así, con admiración prosigo a acercar un dedo al espejo para así recordar todo lo que había pasado un día antes.

Eran las doce del día, horario en el que mi familia sale a Misa junto con la invitada especial: Mi tía Flor una señora descuidada de aspecto robusto y carácter rudo, una sonrisa no se le sacaría de ninguna manera, así que siempre que la veo me limito a saludarla de mano con un beso en la mejilla y bajando la cabeza para no ver aquella mirada penetrante envolverse en mi conciencia, mi hermano menor imita mi saludo mientras subimos al camión que nos llevaría al templo y al mismo tiempo recuerdo que tengo suficiente tarea cómo para regalar mi valioso tiempo viendo gente que me mira de arriba hacia abajo sólo porque llevo una falda cuatro dedos arriba de la rodilla sin olvidar claro, que  gracias al molesto sol de verano que se asoma frente a mi pueblo  tuve que llevar algo escotado y aunque iba agarrando mi blusa con una mano y mi bolso con la otra, tuve las agallas de sentarme en la primer banca del templo, junto al sacerdote y los monaguillos aclarando que el sermón del padre fue mejor que el de la semana pasada, ahora tocó el tema de Dios ante todas las cosas cómo siempre decía mi abue Alma: ¨Dios es todo, si alguien te pide que hagas todo por él, dile que no puedes hacer a Dios¨

Y así se pasó una hora, regresamos a casa en el camión de nuevo y comimos pizza con refresco, todos los domingos comíamos eso ya que a mi mamá no le apetece cocinar pero ésta vez habían comprado más pizza de la normal porque sin habérmelo recordado antes, era el cumpleaños de la tía invitada y cómo me imaginé cuando supe la reciente noticia, iban a venir mis primos y otros parientes que no me alegra mucho ver ya que la comunicación con ellos no es grata y es por eso que opté por encerrarme en mi habitación hasta la hora del pastel, ya que sería de tres leches y no podía dejarlo pasar y eso sin antes mencionar el atole de chocolate que le queda delicioso a mi tía Rosario, la única tía que me cae bien entre todas las que llegaron y es así que después de saludarla me dispuse a echarme en mi cama la cuál por cierto, no había tendido en la mañana gracias a la terrible noticia de la llegada de la cumpleañera y hablando de cumpleaños, comencé a pensar que me gustaría mucho una fiesta de quince años aunque a mis padres no les parece muy bien la idea.
Al momento de esos pensamientos tristes y decepcionantes me quedé atrapada en un profundo sueño dónde de nuevo lo miré a él...

Un chico de tez blanca, cabello castaño y ojos gigantes que hipnotizaban a cualquiera que los viera, y lamentablemente nunca lo había conocido en persona pero me encantaba hablar con él en mis sueños, aunque por lo general me contaba sobre cosas muy locas que no suelo recordar.











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