Balada número 1 de Chopin

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Los días pasaban y el verano también las personas ya usaban sus sweaters o sus sacos de media estación, Isabel seguía dentro de su departamento iba y venía de una habitación a otra.Siempre hacía lo mismo y realmente ya no me apetecía mucho estar a su lado, no hacía nada interesante además George se frustraba cada que su hija le escribía en vez de hablarle y déjenme decirles que eso pasaba todo el tiempo.

Era Jueves por lo que a las cuatro llegaba el Dr. Finkel, él es un caballero con acento inglés, ya les he comentado las sesiones sólo tienen piano y café pero hoy lo seguiré a él, si igual Isabel seguirá con su rutina de siempre este yo aquí o no este…

Las dos horas pasaron rápido, ésta vez el piano sonó con la balada número 1 de Chopin y Marcel se quedó todo el rato disfrutando de la vista y acariciando a Toto. Al terminar la canción él le aplaudió y agradeció su desempeño como hacía usualmente, Isabel le tomó la taza que había contenido el café de esa tarde y la llevó al lavabo antes de despedirse del doctor, ven ¿qué no les digo? A –bu- rri -do.

Marcel tomó su bufanda del perchero, salió al pasillo y tocó suavemente la puerta de George. Un cansado y aturdido señor Field apareció tras la puerta y lo hizo pasar. Yo también pasé con ellos con cuidado de no tirar nada y causar el revuelo de estos dos especímenes me senté sobre el televisor que había, de esa manera tenía toda una vista completa de ellos dos sentados uno frente al otro en esos sillones datados del siglo XVI que George amaba tanto..

-¿Sigue haciendo lo mismo no es así?- preguntó Field ofuscado, tomándose su cabeza y cerrando la puerta y sentándose en el sillón.

-Así es George… Pero se desempeña maravillosamente en lo que hace ¿sabes?- le contestó Marcel entusiasmado.

-Nunca dije lo contrario Marcel es que, es que…- George se levantó del sillón inspiró todo el aire que pudo, se acercó hasta dónde yo me encontraba haciendo que tenga que correrme hacía un lado  -es que si bien no sucedía nada si me tocaba no era una linda sensación esa de que te ‘pasen por encima’ literalmente hablando- Le he contratado los mejores especialistas, hice que su madre se fuese, traté de que olvide lo sucedido, gasté lo que no tenía comprando este estúpido piso y ella no coopera Marcel ¡No coopera!- gritó.

-No tienes por qué ponerte así, lo sabes muy bien querido George fue un episodio más que traumático lo que le sucedió nunca lo olvides. Tal vez no emitir sonido alguno sea su barrera de protección contra el infeliz mundo que ella conoce.- prosiguió el Doctor.

-Lo sé, Marcel. Lo sé más que nadie, pero me aterra. Me aterra el que no sea fuerte, el que no se enfrente a sus temores ni siquiera me habla a mí.-

-Lo único que te puedo decir mi querido amigo es que no tienes que ponerte a esa defensiva no te lo hace a ti, en todo caso se lo hace a ella misma. Debo irme, te veo el Sábado por la mañana te traeré mis honorarios- Dijo Finkel quién saludó a George y se dirigió hacía el pasillo, parecía un buen hombre pero no iba a dejar pasar el dinero y al parecer cobraba bastante…

En el pasillo se escuchaba que del departamento de Isabel sonaba la sonata Scarlatti.  Marcel disfrutó de la canción un momento luego se sacó los anteojos, los guardó en su maletín y pidió el ascensor. Nunca lo dejé, yo estaba a su lado pero obviamente él no lo sabía. Una vez en planta baja se abrieron las puertas, una señora esperaba entrar y lo hizo pasando sobre mi aunque no sentí nada la sensación de parecer gelatina estaba.

Marcel saludó al portero quién le –nos- abrió la puerta y salimos a la .no tanto como yo esperaba- alborotada calle de la Avenida Franklin, él tomó aire mientras veía hacía arriba. El sol se estaba poniendo y las nubes atacaban para que la tormenta que había cubierto hacía días la ciudad vuelva. Finkel maldeció por lo bajo por no haber traído consigo un paraguas y siguió su camino, para evitar Flushing Aves que sí estaba alborotada de gente decidió cruzar el Central Park, el caminaba con decisión, yo no lo hacía no sabía dónde íbamos y además me había cansado de caminar no era una de mis costumbres.

Luego de un rato comenzó a llover y se detuvo en un bar, se sentó sólo en una de las mesas que daban a la calle, ¿algún cuadro más depresivo que tomar una cerveza a las siete de la tarde sólo en un bar y encima en las mesas que dan a la calle?  Tomó su libreta y leyó lo que había escrito sobre Isabel, hablaba de lo bien que tocaba el piano y cómo él como terapeuta podía trabajar con la música y sólo pasaban dos cosas por mi cabeza:

1.       No es mala idea… Al fin y al cabo es una gran panista.

2.       ¿¡Está tomando a MI Isabel como conejillo de indias!? ¿Pero que le sucedía a este hombre?

La lluvia se convirtió en llovizna, Marcel pagó la cerveza y se fue directo a su departamento, nada más llegar se echó a su sofá tomó sus anteojos del bolso y comenzó a leer las cartas que había en el buzón, eran puras propagandas y algunos avisos de deudas con razón estaba tan apurado en pedirle los honorarios a George…  Prácticamente de la nada salió un joven de no más de veintitrés años con una toalla en sus caderas y el pelo azabache medio húmedo, éste tomó el control remoto del estéreo y con sólo apretar un botón el concierto de piano número 1 de Tchaikovsky inundó el departamento.

-Hijo deberías interesarte por cosas que los chicos de veintidós se interesan. Entendía lo de la música clásica hace no sé unos cinco años, era la manera de mostrarte indiferente a los demás en tu adolescencia pero ¿ahora?- Le pifié por uno a la edad del lindo, alto y apuesto muchacho- Ve cómprate una moto, emborráchate, sal de fiesta ¡Logan se normal!- Dijo con un tono Marcel entre agraciado y duro como si quisiera decirlo enserio pero sin herirlo.

-Papá- Dijo Logan.- Primero es el concierto de Martha Argerich, segundo muchos padres aburridos como tu desearían tener un hijo que no se drogue los fines de semana o se acueste con cualquier zorra los sábados en una discoteca, tercero la moto está en el taller y cuarto tienes que dejar de estudiarme como si fuera uno más de tus pacientes, al fin y al cabo eso fue lo que ahuyentó a mamá en primer lugar ¿no?- Emitió un sonriente y triunfante Logan.

-No empieces con eso de que te estoy estudiando de nuevo.- Dijo Marcel y siguió leyendo. Escuchó la canción mientras releía las anotaciones de la señorita Field , no sacaba la vista de aquel cuadrado que había llenado que iba de esta manera: ‘’ ¿Cómo se expresa la paciente?  Piano’’ había garabateado al costado, pensó unos cinco minutos cuando volvió a mascullar.

 - ¿Sabes con quién te llevarías bien?- Gritó a Logan que estaba en la otra habitación cambiándose.

-¿Qué dices papá? No escucho absolutamente nada.- le devolvió con otro grito.

Luego de unos momento dónde el Doctor Finkel se había trasladado del sofá a su escritorio con una guía telefónica de Nueva York e iba haciendo círculos en cada casa de instrumentos musicales que encontraba.

-¿Qué me decías?- soltó un Logan poco arreglado con unos jeans, zapatillas y un sweater gris.

-Que sé con quién te llevarías bien- Dijo un Marcel a quién le brillaban los ojos de la emoción.

-Papá ¿qué haces?- Lo miró su hijo confundido viendo como seguía haciendo círculos con su sylvapen roja.

-¿Te acuerdas de aquel piano que extrañas? ¿Ese que quedó en casa de tu madre? Bueno lo estoy reemplazando.

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⏰ Última actualización: Feb 03, 2015 ⏰

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Isabel FieldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora