4. Solo

344 43 1
                                    

Kuroo cerró la puerta tras él con una sonrisa. No porque hubiera una razón específica realmente. Era sólo el tiempo que compartía con Kenma lo que le hacía sonreír, incluso si los chicos no habían compartido una conversación muy extendida.

Lo cierto es que hace un par de meses, estando Kuroo en una relación con una chica de su curso, se dio cuenta de que no estaba enamorado de ella, rompieron. Kuroo se dio cuenta de que quería mucho a Kenma, quizá, como algo más que mejores amigos. Pero aún no lo sabía, por eso decidió no decir nada. No quería jugar con Kenma y que luego resultara no ser ese tipo de amor el que sentía por él.

Kuroo realmente necesitaba unos días encerrado en una habitación totalmente solo para pensar. Eso sonaba como una idea buena en la cabeza del chico.

Al otro lado, Kenma llegó a su casa. Saludó a su madre de forma rápida y subió flechado a su habitación.

Había tenido un buen día, Kenma diría que con sus compañeros de equipo no se lo pasaba mal, incluso llegaba a pasarlo bien.
Aunque no era quien más intervenciones tenía en las charlas, él se lo pasaba bien, sería quizá porque las entretenidas y espontáneas conversaciones de sus compañeros (a las que a menudo ponía más atención de la que le gustaría admitir) le hacía deja de pensar en todo lo que saliera del presente y de la realidad.

Cerró la puerta tras él y apoyó la frente en esta. Entonces contempló allí mismo como el mundo y todos sus complejos se caían a sus pies, barridos por las lágrimas, que no tardaron mucho en salir.

Sólo quería llorar.

Tiró una mirada rápida a las notificaciones en un intento de desviar sus pensamientos a otra parte. Falló.

Decidió darse una ducha, con la esperanza de que el agua limpiara no solo su cuerpo si no también esas ideas.
El agua que caía de la alcachofa se mezclaba con alguna de lágrimas que aún permanecían en su cara.

Al salir de la ducha, Kenma miró el reflejo de su cuerpo prácticamente desnudo en el espejo empañado de aquel baño. Lo que veía no podía darle más asco.
"¿Por qué eres así?"
Y así de rápido, casi sin darse cuenta comenzaba a llorar de nuevo.

Siempre que estaba solo era lo mismo. Eso le mataba de la forma más lenta y dolorosa que podría imaginarse.

Se tumbó en su cama un rato. Ahora es cuando le gustaría que Kuroo estuviera allí y usara sus palabras simples para sanar. Pero no era así.

Dejo de tener control sobre su tristeza y tumbado en la cama se durmió al cabo de unas horas.

- - - - - - - - - - - - - -

Eran las 1:20 de la mañana, Kuroo vivía sólo con su madre, su casa a esa hora ya se encontraba dormida. Él no. Estaba tumbado en su cama, con las manos bajo la cabeza, pensando en todo y en nada.

Se incorporó y se frotó los ojos, giró la cabeza y su vista quedó en la ventana que, a pesar de la hora, acostumbrada a dejar abierta para ventilar.
Clavó su vista ahí por un rato hasta que se levantó, extrañado por la poca luz que emitía la ventana de Kenma.
Al asomarse vio que el menor ya había cerrado su ventana lo que indicaba que no se encontraba jugando y si bien a juzgar por la hora podría considerarse normal en otro adolescente lo cierto es que Kuroo conocía a su compañero y sabía que no era lo que acostumbraba a hacer.

"Rutinas. Todo el mundo las rompe." Pensó y se retiró de allí dispuesto a dormir.

- - - - - - - - - - - - - -

De repente, Kenma cuando era niño, llevaba un gorro y una espada hechas con papel de periódico y cartón. Caminaba hacia atrás de forma lenta, asustada, a medida que caminó más, tiró la espada al suelo para poder usar sus manos para cubrirse la cara, en forma de defensa. Frente a él, un recuerdo de Kuroo cuando era niño le empujó, cayó al suelo. Pequeño Kenma rompió en llanto y enfrente suyo apareció un Kuroo. Aquel Kuroo le decía algo borroso, con tono y expresiones de superioridad, estaba gritándole algo, juzgar por la situación se estaría burlando de él.

Tras eso y rápidamente Kenma se despertó, tenía la respiración acelerada y los ojos empañados. Su retorcida mente había transformado aquel bonito recuerdo de la infancia en una pesadilla.

Eran las 2:59 am y Kenma estuvo un rato dando vueltas en la cama pero no podía dormir. Recurrió a pasear por la noche, lo que siempre hace en estas situaciones aunque habitualmente, no tiene que escaparse de casa para ello.

Había visto a Kuroo trepar hasta su ventana muchas veces y creía que podría hacerlo, había un pequeño espacio bajo su ventana que jugaba a su favor.
Dio un mal pie y cayó sobre unas flores plantadas en el jardín.

Mientras se recomponía del pequeño golpe quedó hipnotizado por el cielo. Aquella noche estaba especialmente clara y podía ver con claridad cada una de las estrellas, de alguna forma, eso le tranquilizó, como si en ellas el chico pudiera leer que todo iba a estar bien.

Se puso en pie. Se limpió la cara con la manga de su suéter y con la poca fuerza que su corazón liberó pudo articular una sonrisa.

Lo que calla la Luna |KurokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora