Me llamo Lala y os voy a contar mi historia. Soy una muñeca de trapo preciosa. Tengo el pelo negro y rizado, piel morena y unos ojos marrones que llaman mucho la atención a cualquiera.
Paso los días con Andrea, una niña de 5 años que tiene el cabello rubio y liso. Es super simpática y buena conmigo y con los demás. Siempre la acompaño a todos los sitios donde ella va. Me coloco bajo su brazo derecho y.... ¡a viajar! Voy con ella al parque, al cole, a comprar,... Siempre estoy con ella y me lo paso fenomenal.
Cuando llega la noche y Andrea se duerme en su camita de princesas, yo entro en acción, me meto en sus sueños sin hacer ruido para no despertarla.
Los sueños de Andrea son como los de cualquier niño: Hay algunos con monstruos muy peludos que dan mucho miedo, otros en los que se me escapa la risa, otros muy divertidos en los que me lo paso muy bien,... Me encanta visitarlos todos por muy diferentes que sean.
Cuando me sumerjo en ellos, siempre llevo una cajita pequeña donde guardo los que más me gustan y en los que me lo paso mejor. Guardarlos es muy sencillo: solo tengo que coger un trozo del sueño y guardarlo en la cajita. Ya tengo muchos acumulados en la cajita.
Cuando era más pequeña, soñó que sus padres le compraban un disfraz de hada por su cumpleaños. Aun recuerdo como abrió el papel de regalo con ese nerviosismo que la caracteriza. No se lo podía creer. Se probó el disfraz en cuanto lo vio y le quedaba fenomenal. En ese momento se despertó para ir a la guardería. Antes de eso, cogí un trozo de papel de regalo y me lo guardé.
También recuerdo uno que me lo pasé muy bien y Andrea también. En el sueño, Andrea iba un fin de semana a la playa con sus padres y su hermano mayor. Nadaron en el mar, jugaron a la pelota, hicieron castillos de arena juntos, compraron una pulsera roja preciosa.... Se despertó con una sonrisa y tuvo un día precioso. Yo antes, cogí un puñado de arena y un poco de agua de mar y lo guardé en mi cajita.
Hace dos semanas, tuvo un sueño precioso. Andrea iba paseando con su madre por el campo. De repente, vieron en una esquina, una perrita negra que parecía estar sola. Su mamá, le dijo que era un perro abandonado, aunque llevara una correa viejisima llena de barro. Además, le dijo a Andrea que se la podían quedar. En ese momento, Andrea se despertó de la siesta. Yo antes, cogí un pequeño trozo de la correa llena de barro que tenía la perrita y la guardé en un lugar seguro.
Un día, cuando fui a coger un trozo del sueño de Andrea, me di cuenta de que no me quedaba espacio en la cajita. ¡No puede ser! ¿Que podía hacer?. Tuve una idea, me dirigí al país de los sueños. Allí viven algunos guardianes de los sueños como yo: peluches, muñecos, muñecas, incluso juguetes de coches y demás. Todos ellos pasaban noche tras noche durmiendo con niños y guardando trocitos de los mejores sueños que tenían.
Fui a visitar a uno de ellos y le pregunté qué hacer. Se llamaba Martín y era un peluche de osito marrón enorme. Cuando le conté lo que me pasaba,me respondió:
-Saca esos sueños de tu cajita y déjalos cerca de Andrea.
Cuando llegué a casa, me metí en la camita junto Andrea antes de que despertara y dejé algunos sueños sobre la mesita de noche que había al lado de la cama.
Andrea se levantó muy contenta. Bajo su cama había una caja enorme, la abrió rápidamente y cogió entre sus manos un traje de hada precioso. Se lo puso y le quedaba maravilloso. Andrea no quería quitárselo. Sus padres le dijeron que fuera al cole vestida así, seguro que a sus compañeros les encantaba. Andrea estaba muy contenta, su sueño se hizo realidad.
Al día siguiente, no había clases y su familia decidió ir a la playa a pasar el día. Andrea, se lo pasó fenomenal con sus padres y con su hermano mayor Lucas. Su madre, le compró una pulsera de hilos roja preciosa. Fue uno de los mejores días de su vida y además no era un sueño: era real. Su sueño se había cumplido.
Hoy, hace tres días desde que Andrea y su madre fueron a pasear por el campo. Se lo pasaron muy bien cogiendo flores, hasta que encontraron una perrita abandonada con un collar muy sucio de barro. La madre de Andrea le dijo que era un perrito abandonado y que se lo podían llevar a casa para cuidarla mejor. Andrea dijo que sí muy contenta. Cuando llegaron a casa, ducharon a Laly, que así la llamaron y fue una perrita muy feliz en ese hogar.
Me lo pasé muy bien con Andrea, mucho mejor que en los sueños. A partir de esos días, cuando no me queda espacio en mi cajita, dejo los mejores y los más divertidos, en la mesita de noche y por supuesto... se hacen realidad.
Fin.
Escrito por: Fina Ginesta Martinez