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Aquel roce...

Podía sentir como desnudaba mi alma y tallaba en besos cada poro de mi piel como si con ello quisiera cerrar cada herida abierta de un corazón que le dedicaba latidos.

Entre el roce de su piel y el desenfreno deseo frenético de sus labios con los míos todos aquellos demonios que aclamaban atención fueron acallados en mi mente, ya no dominaban ellos, era él...  Era el rozar de dos cuerpos los que mantenían la esencia de aquel momento. Podía sentirlo, el tocar a un mundo, mi mundo, con solo pasar mi mano por su pecho... sabia a plenitud... y a pesar de mis temblorosas piernas, y el nervio cual compañero fiel que de una u otra forma me acorralaba, el sabor de él era dopamina para adormecer aquello.

Incluso entre jadeos y lágrimas, respiraciones entre cortadas donde sobraban las palabras pero el sentimiento desbordaba podía presenciarlo, presenciar su esencia con cierta picardía bailando al compás de la mía un tanto sutil. Sentirlo de corazón, de mente, y de cuerpo; a sabiendas que en aquel momento él se había convertido en mi lugar favorito, en mi rincón seguro, donde ya no dolía el resto, donde quería estar para siempre.

También sabía gloria marcando de forma ardiente ante mi inexperta persona, sabía a comprensión, y era acompañado del dulce amargo sabor a pasión.

Andy
06/01/21

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