La fotografía

7 2 0
                                    

Aquí esta Susana, con su cámara aun colgada del cuello, rodeada de agua que la acorrala haciéndola sentir que su fin está cerca; de haber prestado más atención quizá no estuviese ahora en este aprieto. Quizá está a punto de tomar su última fotografía.
Hace varias semanas Susana decidió que era hora de cambiar su vida de manera drástica, vivió en Bruselas toda su vida, después de varios infortunios amorosos de los que surgieron intentos de suicidio o asesinato; tomó un avión con un destino bastante peculiar y diferente a lo que estaba acostumbrada, las islas Fiji.

Al bajar del avión, respiró profundo y logró visualizar una mejor vida, el aire tenía otra densidad, los aromas eran más agradables, la calidez del lugar era muy amena y dio pasos firmes hacia esta nueva experiencia.
Consiguió una hermosa casita a la orilla del mar, en una playa solitaria, donde colocó su estudio y a diario salía a tomar fotografías de los amaneceres, atardeceres y las cosas maravillosas que tenía la isla para ofrecer; al fin había encontrado su lugar de paz, donde podía ser realmente ella sin miedo al que dirán, sin depender de ninguna pareja que de alguna forma la hiciera sentir inferior o que no valía nada. Susana estaba feliz por primera vez en mucho tiempo.

Una mañana mientras caminaba por la orilla de la playa divisó un animal muy peculiar, era un pez como de 3 metros de largo que estaba varado en la orilla, sus ojos grandes parecían mirarla fijamente, una nariz redonda y grande sobresalía de su rostro, su aspecto desagradable y su cuerpo deforme daban un poco de miedo, parecía haber salido de una película de monstruos bien elaborada, tomó unas cuantas fotos del animal y continuó su caminata por la playa, habían otros animales también fuera del agua que generalmente no se ven, estrellas de mar y otros peces pequeños, no tan feos como aquel que vio primero.

Al llegar a la casa descargó las imágenes en la computadora y decidió investigar un poco, aquel animal resultó ser un pez remo, también conocido como el pez de los terremotos; Susana no hizo mucho caso a aquel acontecimiento y continuó con su día habitualmente, después de enviar las fotografías a un amigo por hacerle chiste.
Los días sucesivos transcurrieron con regularidad, salía a caminar por la playa con su cámara al cuello fotografiando cuanta ave cruzaba por su camino, los diminutos cangrejos y lapas que se escondían en las piedras de la playa, el cielo se pintaba diferente en cada foto, las algas hacían formas hermosas en la arena y Susana no podía esconder su felicidad, se sentía verdaderamente en casa.

Al quinto día luego de su encuentro con el pez monstruo, en su habitual caminata matutina notó algo diferente... los animales que todos los días la acompañaban en su andar no estaban, caminó mas lejos de lo habitual pensando que, de pronto habían cambiado su lugar, varios kilómetros más adelante nota que detrás de ella el mar se iba retirando de la orilla poco a poco, centímetro a centímetro se descubría el fondo marino que antes estuvo cubierto por toneladas de agua, dejando a la vista algunos animales, entonces Susana recordó su encuentro con "el pez de los terremotos", la retirada del mar solo significaba una cosa, se acercaba un tsunami y ella estaba cerca de la costa.

Comenzó a correr fuera de la playa, tratando de divisar algún camino que la llevara a parajes altos, a la distancia logra divisar un farallón y se dirige a el; un estruendo ensordecedor la hizo voltear, cuando a la distancia divisó una ola gigante como si el mismo Poseidón cobrara vida, arrasando con todo a su paso. Susana corrió más rápido, tomó su cámara y aun en la carrera lanzó algunos disparos al azar, mientras volteaba se tropezó con unas rocas, cayó de espaldas sobre la arena mirando una palmera alta en contraste con el azul del cielo pintado con nubes blancas como motas de algodón, se arrastró rápidamente poniéndose de pie de un salto para seguir corriendo lo más rápido posible.

El ascenso por una pendiente pedregosa, con las piernas temblando del esfuerzo que ha hecho parece ahora una tarea imposible, pero los disparos de adrenalina hacen que se sobreponga y escale a prisa, mientras la ola gigante se acerca con sonidos desconocidos, haciendo de Susana más que una experta en escalada.
El agua casi le alcanza los talones, apresura el paso y mientras sube el filo de las rocas va lacerando sus dedos, apresurada se resbala y siente que el inminente fin esta cerca, logra sujetarse como puede, se recompone y prosigue su escalada con sus dedos adoloridos al punto de pensar que los va a perder, aunque esto no le impide continuar para tratar de salvar su vida, unas salidas son más fáciles que otras.

Finalmente logra llegar a la cima, casi sin aliento mira hacia abajo y ve como el agua se lleva todo, donde antes habían arboles, arena, veredas y casa, ahora solo hay agua que lo cubre todo y arrecia con una fuerza implacable; lentamente después de cubrir todas las tierras bajas, el agua va subiendo alcanzando el lugar donde se encuentra Susana, quien aun con la cámara en la mano va fotografiando, en medio de su miedo, los estragos que va haciendo el mar en su implacable elevada.

Susana ve como el agua le alcanza los pies y continúa subiendo, ya no hay más lugar a donde escalar, donde se encuentra es el último peldaño de peñasco; el agua pronto alcanza sus rodillas y continúa ascendiendo rodeándola por todos los costados. Aquí esta ella, con su cámara aun colgada del cuello, rodeada de agua que la acorrala haciéndola sentir que su fin está cerca; de haber prestado más atención quizá no estuviese ahora en este aprieto. Quizá está a punto de tomar su última fotografía.
En el borde del abismo, física y psicológicamente... con el agua al cuello, de pronto a lo lejos se escucha la esperanza, helicópteros sobrevuelan la isla en búsqueda de sobrevivientes y ella puede escucharlos...

La fotografíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora