La Flecha En El Hielo

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Hace mucho tiempo, antes de que la humanidad fuese como la conocemos, existió un reino, uno que, a diferencia de lo que el mundo es ahora, no discriminaba, no separaba al pueblo, no hacía de menos a los habitantes. Todo era pacífico, encantador y con una armonía tan pura en el aire que era muy difícil ponerse de malas.

El rey del Norte era un gobernante sabio, que escuchaba a todos sus súbditos. Habla menos, sonríe más; ese era su lema. Nicholas San Norte, tomando sus segundos nombres en honor a sus tierras y por bautizo de los habitantes de dichos lares, pues Nicholas era muy amado por todos.

La familia real era pequeña; la reina Eleonor, el rey Nicholas, el primogénito Jackson y la menor del clan, Mérida. Claro que, ellos consideraban familia a todos los habitantes del pueblo y todos aquellos que eran bondadosos y amigos.

Para el rey Norte, era muy importante compartir uno de sus mensajes más preciados: Ama y sé amado. Para el noble hombre no había diferencias entre los amantes, pues lo único que le hacía feliz era saber que su pueblo genuinamente lo era también. Tristemente, la Reyna murió por una terrible enfermedad y la familia se redujo. En lugar de rendir luto a la soberana, como era costumbre, la familia decidió cumplir el último deseo de Eleonor, entonces ofrecieron una gran fiesta. Donde no se permitiría el llorar, si no el gozar, adornar el palacio con flores en lugar de depositarlas sobre una fría piedra, no sería una despedida si no un nuevo comienzo.

Pero aunque esa célebre acción se organizaba con el propósito de aliviar las penas, Nicholas no se esperaría que traería más problemas que soluciones a la pequeña familia.

R e i n o  d e l  n o r t e | P a l a c i o
Horas antes de la fiesta.

—Señorita... — toca la puerta pero no obtiene respuesta. — Señorita... — trata de nuevo. La puerta se abre, dando vista a la menor del clan Overland.

—¿Qué tal, Anna? — saluda. Sus alborotados rizos caen por todo su rostro, y aunque trata de quitarlos vuelven a su lugar.

—El rey la espera para desayunar. ¿Gusta que le ayude en algo?.

— Para nada, cielo. Ya bajo, trataré de domar esta melena para no asustar a nadie allá abajo — ríe. La doncella también lo hace, Mérida suele ser algo divertida, su sentido del humor no se apaga ni aunque la arrollen, siempre le verá lo bueno a algo. —Ponte preciosa para esta noche — le giña, Anna se sonroja un poco.

—Oh, no, yo no puedo...

—Tonterias. —interrumpe —Serás la chica más hermosa en esta fiesta, y no lograrás convencerme de lo contrario. —sonrie. La princesa volvió a su habitación, no sin antes despedirse de su amiga, por que claro que lo era.

Mérida era una chica bastante dulce, extrovertida, social y divertida. Todo lo contrario a su hermano Jackson. Pues mientras Mérida disfrutaba de los pequeños placeres de la vida como salir a caminar por el campo, nadar en el lago, comer fresas frescas de un árbol, jugar con los pequeños hijos de los del servicio, enamorarse... Jackson vivía en su cascarón, ermitaño y asocial. Él nunca se tomó el tiempo de salir a conocer gente, no solía salir de las cuatro paredes que formaban su alcoba, y menos aun, del castillo.  La fiesta de esa noche debía cambiar eso, pues, era el deseo de su madre, y era la persona que Jackson más adoraba en el mundo, y tal vez, con un poco de suerte, Jackson encontraría a alguien con quién compartir los pequeños placeres que la vida ofrece...

— Toc-toc — llama a la puerta — ¿Estás presentable? — pregunta. La puerta se abre, dando vista a un elegante joven. — euh la la, comme c'est élégant, frérot. — halaga con una sonrisa.

— Merci pour le compliment, petite sœur. — sonrie. Sale de su pieza cerrando la puerta tras de él, invitando a su hermana a seguirle. — ¿Estás lista? —inquiere con curiosidad.

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⏰ Última actualización: Jan 10, 2021 ⏰

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