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¿Estás listo, Bright? No.

No lo esta.

Menos viendo la mirada que le cala hasta el alma, menos sintiendo las suaves manos de Win posarse sobre sus hombros y menos cuando la primera bofetada de Zee llegó a su rostro.


Pero, sé valiente.



Tienes que resistir porque tu lo tienes merecido.

Tienes que tomarlo en cara porque tu lo causaste.



— ¡BASTA, ZEE! ¡NO LO TOQUES!– la fuerte voz de Win, junto al jalón que sintió hacía atrás, lo devolvió a la realidad.

Recuerda cuando Zee le dió los regalos con una sonrisa a su hija, le llamó por apodos cariñosos e incluso le dió un beso en la mejilla, tonto de él cuando pensó que todo estaba bien, que aquella llamada al cuarto aquel para ellos sólo era una charla casual.

Qué patético.



Pudo ver las lágrimas en los ojos de Win, las manos de Singto tomarlo entre sus brazos, cubriéndole del mayor.

Justo como hace siete años.

Entonces sintió sus ojos aguarse, porque de nuevo hasta siendo protegido por esos dos ángeles aunque supieran que era culpable.



— ¡¿PORQUÉ ÉL ESTÁ AQUÍ?! ¡¿NO FUE SUFICIENTE CON ROMPERTE EL CORAZÓN?! ¡ES UN MALDITO HIJO DE PERRA!– escupió en cara de Win, Zee estaba furioso.

Pestañeo un par de veces y sus lágrimas cayeron en el fino traje de Singto, porque era lo único que podía hacer.

Llorar y quedarse callado.

Ni siquiera el fuerte ardor en su mejilla le hacía efecto, el dolor en su corazón era mucho más grande, el arrepentimiento y el martirio eran sus pesares.


— Lo hago por ella, por Jane.–

Claro que era por ella, su pequeña hija jugaba en la sala de estar con la esposa de Zee mientras él era golpeado por su misma existencia, sin saberlo era la cruz de su padre.

Una cruz que cargaría una y mil veces, porque Jane era su luz.



— Lo quiero fuera de aquí, no me interesa que tanto haya cambiado porque lo quiero fuera de tu vida, ¿quedó claro, Metawin?–

Allí estaba de nuevo.


El mismo manipulador, frío y soberbio Zee que conoció cuando adolescente, siempre amedrentando a Win, siempre a su sombra y protección.

— Está claro, hermano.– murmuró sólo lo suficientemente alto para que escucharan.

Sólo lo podía oír, porque su vista era bloqueada por Singto, que aún le protegía con el cuerpo.

Y quiso volver a llorar porque sintió el cálido abrazo de su mejor amigo, no sólo perdió a Win aquella noche, perdió a quien era de sus mayores pilares, a Singto.

Sus manos se aferraron a la espalda de Singto, pidiendo en silencio que no lo soltase.

El moreno comprendió y el sacudir del cuerpo ajeno le avisó que seguía aterrado.

Cuando escuchó el fuerte portazo, fue cuando su cuerpo se permitió respirar y soltar al otro chico.

Inmediatamente Singto lo dejó sentarse en uno de los sillones grandes, examinandolo con la mirada en miedo.

— ¿Estás bien? Se ha ido ya.– dijo Singto, queriendo calmarlo cual niño pequeño.

Y su corazón sintió una paz enorme.

— Creo... que sí, sólo, estoy un poco mareado y me duele, es todo.– añadió bajando la cara.

Sintió el cuerpo de Win acercarse a él con recelo, como si fuera de cristal.

— Iré por unas medicinas y vendas, no quiero que Jane te mire así, ¿vale? No tardo.– avisó Singto antes de salir a paso apresurado de la habitación.

Poco tiempo pasó cuando sintió el frío tacto de unos dedos sobre su mejilla dañada, rápidamente alzó la vista, encontrándose con unos ojos marrones que le miraban con miedo, pena y dolor.

— De nuevo, te ha golpeado por mi causa.– de los labios de Win salía aquella frase que le marcaría el corazón, cómo cada una de sus palabras.

 
Bright, en un impulso, puso su mano sobre la ajena, ganando un respingo bajito de Win pero sin apartar la mano.

— Y de nuevo, lo volvería a aceptar porque eres tú.–

Win abrió la boca pero de ella no salió nada más que un suspiro, de sus ojos brotaron lágrimas retenidas y un frío le recorrió por el cuerpo.

— ¿Porqué nos hacemos tanto daño? ¿Porqué incluso cuando estamos en diferentes líneas?– preguntó a la nada.

Porque ni él, ni Bright podían contestar, no podían hallar respuesta porque sus corazones ahora dolían.

— Gracias por ayudarme y salvarme de Zee, de nuevo.– susurró.

Win le miró entre sus lágrimas, sonrió y finalmente apartó su mano.

— No es nada, sólo me da miedo lo que Zee puede llegar a hacer, ya sabes cómo es.– hizo el tonto y se alejó cerca de cinco pasos de Bright.

Fingió no verlo, fingió que su corazón no le gritaba lanzarse sobre el cuerpo ajeno y reclamar esos lindos labios como suyos, una vez más y para siempre.

Pero no, cuando vió a Win remover inquieto el anillo en su mano, recordó su lugar.


— Por lo que veo, sigues teniendo miedo de él.– exclamó.

El moreno le miró con los ojos bien abiertos y seguido los movió con algo de prisa, de un lado a otro.

— No... ¿Cierto? Digo, soy un adulto ahora, no le tengo miedo, es mi hermano, lo respeto y me ha ayudado mucho, él me dijo que lo intentara con Sing y fue lo mejor, me ha traído felicidad... Sólo me ayuda... No le tengo miedo.–

Bueno, Win habló de más.

Y Bright supo que estaba mintiendo porque Win sólo habla de más y abre así los ojos cuando esta mintiendo o tiene miedo, en este caso, las dos.


Suspiró— Entonces supongo que él ha cambiado, ¿no?–

Antes de que Win contestara, Singto apareció por la puerta llendo directamente hasta Bright  para comenzar a curarle.

Win da gracias a que Singto estaba encimado en su acción que no notó cuando salió de la habitación para limpiarse el rostro.

Bright se dejó hacer y se mantuvo callado cuando vió al moreno menor salir de esas cuatro paredes.

Entonces... Entonces Bright supo que nunca podría mover de su corazón a Win.

— Gracias, Singto.– dijo.

Los dedos hábiles del moreno pararon unos segundos cuando colocaba el parche pero enseguida volvió a sus movimientos.

— No quería que mi cuñado sea un asesino, eso es todo.– masculló — Y más te vale a ti no pisar la mansión por lo menos en el tiempo que Zee esté, ¿entiendes?– le miró a los ojos.

Asintió — Lo entiendo.–

FADÓ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora