ii. michelle

90 9 40
                                    



tú sabes cómo ser cruel cuando mueves tus caderas de tal forma, y pintas tus labios de tal forma.


El delicado tintineo de esa oxidada campanilla sobre la puerta resonó a lo largo de aquella cafetería, indicando la llegada de un nuevo cliente.

Detrás de un armazón redondo, un par de oscuros y enormes orbes almendrados se fijaron en la figura que cruzaba tal puerta apenas escuchó su melódica risa. La distracción fue tal, que inclusive perdió la noción de su lectura, buscando entre los estrechos renglones aquella oración en la cuál tan ansiosamente leía antes de que su atención fuera descaradamente hurtada por aquella delgada y alta figura.

Sus implacables intentos de volver a sumergirse en tal oscuro y gratificante entorno que Poe había manufacturado escrupulosamente fueron en vano, pues ella estaba ahí, retirándose su abrigo negro de piel y posándolo en el respaldo de esa silla que su actual y preciosa novia había recorrido para ella. Anika de lejos simplemente veía, libre del temor de que su impetuosa mirada fuese descubierta pues era bien consciente de lo invisible que era ante los enigmáticos ojos de Michelle.

Cuando menos imaginaba, se hallaba por completo en el interior de un trance impuesto por ella misma, por ella misma y la hipnotizante presencia que a unos metros de ella se hallaba sentada junto a la ventana; no sabía si era por la luz que el atardecer reflejaba contra su lado derecho, o ese bálsamo que hacía resplandecer sus carnosos labios de tal forma tan divina. Para una romántica como Anika, Michelle era la demostración más pura y auténtica de la verdadera musa. Adoraba lo diferente que era a ella, la forma en la que su oscuro y largo cabello ondulado contrastaba con el corto y lacio de ella; o tal vez era la diferencia de altura entre ambas, esos notorios quince centímetros que hacían que la entusiasta por la poesía trágica se sintiese tan pequeña a su lado, y no era sólo eso. Michelle era grande, no por su estatura o por su edad; Michelle estaba mucho por encima de cualquier otra persona que Anika haya visto. Tan diferente a ella, en absoluto compatible con su personalidad, ese ser de fuego y negra conciencia era excesivamente perfecto ante los ojos atrofiados de ella.

Y pensar, que hubo un momento en el que ambas llegaron a compartir una amena amistad, tan significativa para una e irrelevante para la otra. Dando un sorbo a su té de manzanilla, Anika esbozó una amarga media sonrisa, pues era lánguidamente gracioso como para ella Michelle significaba tanto, y la susodicha la veía como nada más que una linda chica llena de problemas que solía conocer. Aunque no podía culparla por su repentino alejamiento, ¿cómo hacerlo? no podía ser capáz de seguirla ahogando con sus vehementes ganas de estar a su lado, de ser especial para ella, de conseguir formar parte significativa de la comedia trágica que era su vida. Anika era estúpida e intensa, Michelle negativa y fría, tal combinación sólo era capáz de crear un funesto y deplorable caos.

De un instante a otro, cuando un maremoto de emociones lúgubres y melancólicos recuerdos azotó el psique de la joven con anteojos, las ganas de llorar fueron ineludibles, y cuando las páginas tonalidad hueso del Escarabajo de Oro comenzaron a humedecerse con el salado fluido, ella discretamente se encaminó al baño del establecimiento.

le festival de la tragédie ⋆ xx o.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora