Distancias

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Marty Hasse era una mujer nacida y criada en Boeringa, tal como su esposo. Se habían conocido de niños, se volvieron novios en algún momento de su adolescencia y, cuando Phillip fue designado nuevamente a Boeringa, contrajeron matrimonio. Tenían dos niños, de 14 y 11 años. Mientras Phillip estaba en el cuartel, Marty se hacía cargo de la casa y tenía un pequeño negocio de pasteles caseros. Eran una familia como tantas del pueblo, un pueblo tradicional, donde los hombres trabajaban en los campos y las mujeres se dedicaban a labores del hogar.

Los Hasse eran una familia tranquila, vivían en una casa dentro del pueblo, lo que le daba la posibilidad a Phillip de ir a almorzar con su familia. Sus hijos eran de los pocos que asistían a la escuela y, sus padres, no tenían mayores ambiciones para ellos. La hija mayor ayudaba a su madre en casa y con el pequeño negocio familiar, mientras el muchachito se preparaba para ingresar a la academia, tal como lo hizo su padre; y, quizás, retornar a Boeringa cuando se hubiese graduado.

–Estás raro, Phillip –comentó Marty cuando cortaba un trozo de pastel –¿Pasó algo en el cuartel?

Elisse, la hija de ambos, se quedó mirando a su padre con curiosidad. Franz, el menor se dedicaba a retirar la crema de sobre el pastel con un dedo, totalmente ajeno a la conversación. Phillip miró a su esposa, tratando de decidir si debía o no confesar el descubrimiento que hizo en el cuartel. No creía que Maurant o Haller fuesen a comentarlo con alguien más. Pero si Marty se enteraba que él ya estaba al tanto cuando terminara el invierno y para todos fuese evidente el matrimonio del sargento con Mikasa... se iba a armar la grande en su propia casa. ¡No quería ni imaginar cómo su esposita planearía su venganza por ocultarle esa noticia!

–Ay, Marty –suspiró el hombre con sin abandonar la reticencia de confesar –Solo pensaba en el sargento...

–¿Y qué con él? –preguntó la mujer sirviendo un trozo de pastel en un plato que le entregó a su hijo, el chico tomó de inmediato el tenedor para ensartarlo en el postre –Me dijiste que está mejor y que se recuperará pronto. Por algo Haller fue por el médico hasta Shinganshina, ¿no? Ese médico es muy bueno, dicen que logró parar los brotes de la peste en otros pueblos.

–Sí, se está recuperando y seguramente para primavera ya habrá regresado al cuartel y estará maldiciendo los informes de las cosechas –comentó con tranquilidad –Me temo que nos tendrá bastante ocupados durante todo ese tiempo –suspiró –sin contar con quién sabe qué idea se le ocurra para apoyar a los que tengan dificultades. Nunca pensé que sería así. Ni siquiera pensé que duraría hasta el invierno. Siempre decía que buscaría la forma de salir de Boeringa...

Marty dejó otro trozo de pastel frente a su esposo y otro para su hija.

–Bueno, no contábamos con el factor de la chica Ackerman –comentó con picardía mientras cortaba un trozo para ella –No te encariñes demasiado con tu sargento ni sus medidas sociales. Te aseguro que pronto se aburrirá de ella y se marchará de regreso a alguna ciudad amurallada. Ritze es un hueso duro de roer y ni toda la buena voluntad de Kirstein logrará hacer grandes cambios –Phillip masticaba un trozo de pastel pensativo –Vamos, tú sabes cómo son los tipos de las ciudades, no son buena gente. A veces, siento lástima por esa chica. No soy una fanática de su familia, su padre no me cae mal, no creas. Albert es buena persona, pero cayó en malas manos. Seguro esa mujer asiática lo hechizó... eso decía mi madre, que los asiáticos eran brujos.

–Si fuesen brujos, Marty, no sería la familia más pobre del pueblo –respondió Phillip.

–Sí, tienes razón –dijo la mujer –Con mayor razón esa chica me da tristeza. Cayó en las manos de un tipo que seguro ha jugado con muchas mujeres antes. Dicen que cortejaba a Birgitte Ritze en secreto –Phillip la miró totalmente incrédulo –¿Qué? Así son esos tipos. Sé que parece buena persona, que hace cosas por la gente desposeída y que trata de ser correcto. Pero lo hace por ego, por regresar a la capital. La chica Ackerman es solo una distracción.

BoeringaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora