Un invierno eterno

I

En los últimos años habían pasado tantas cosas, que un aislamiento forzado de cuatro días, totalmente sola, se convirtió en una especie de prisión en la que darle vuelta a mis pensamientos y emociones hasta el punto de querer desaparecer sin dejar rastro.

Una idea tan atractiva resultaba un tanto surrealista, claro, pero yo hacía tiempo que había decidido vivir en un sueño, y no había nada que me atemorizara más que despertar.

No obstante, aquel día tomé una decisión que iba a cambiar el rumbo de mis expectativas, aspiraciones y planes completamente. Supongo que el paisaje lleno de nieve, la música melancólica de fondo y el olor a jengibre de la vela que se consumía en mi habitación tuvieron mucho que ver. O quizás nada. Tal vez fue el destino el que me empujó a dar un paseo, resbalar y caer de culo en mitad de Avenida América. Y por casualidad o causalidad, allí estaba Pablo, con sus ojos azules y sus largas pestañas, una melena rubia y una cara entre pena y risa que despejó cualquier dolor que la caída hubiera podido ocasionar.

Fue un cruce de miradas de película. La nieve quedó suspendida a nuestro alrededor, el silencio impregnó la calle, y sólo el vaho que salía a consecuencia de nuestras agitadas respiraciones, la mía por caer, la suya por correr a ayudarme, se interponía entre nosotros.

Entonces no podía imaginar, ni siquiera soñar, la historia que Pablo iba a protagonizar en mi vida. A día de hoy aún suspiro recordando su mano fuerte, segura, cogiendo la mía con la más pulcra delicadeza de un caballero, y su voz, alta, clara, angelical, preguntando por mi estado.

Mi respuesta no podía ser otra que una risa estridente e infantil, al borde de la histeria. Así lo cuento yo. Pablo, al contrario, solía decir que fue el sonido más inocente que había escuchado nunca. Que las lágrimas que se quedaron vacilantes en el ocaso de mis ojos los hicieron brillar tanto que podía haber deslumbrado hasta al mismísimo sol. Que en ese mismo instante supo que yo sería su mayor regalo, o su peor desgracia. A día de hoy aún no estoy segura de cuál fue el veredicto.

Tal vez podáis juzgarlo vosotros mismos.