Katsuki a veces no sabía el por qué de sus accionares. Siempre parecía molesto y malhumorado, ahuyentando a todo el mundo con palabras soeces y actitud displicente, y siempre pasaba lo mismo; se alejaban sin poder aguantar su carácter de mierda mientras decían que era un maldito loco que algún día mataría a alguien. No es que a él realmente le importara, pero no era para tanto.
Eran unos llorones.
Ya estaba acostumbrado a ese tipo de reacciones de todo el mundo. Podían tenerle tolerancia, algunos. Y no es que realmente los desprecie –que lo hace–, pero simplemente no le gustaba que le rompieran las pelotas.
Pero había alguien que Katsuki odiaba mucho.
Y ese era Midoriya Izuku.
Con una actitud risueña y sonrisas empalagosas, el pequeño Izuku siempre rondó por la vida de Katsuki sin su permiso o consentimiento, sólo allí. Sin que se lo putas preguntaran.
Katsuki había intentado de todo para alejarlo, palabras tan crueles que lo hacían llorar. Toques tan bruscos que dejaban marcas en su piel. Risas socarronas llenas de humillación. Todo.
Pero el maldito nunca se fue. Siguió allí, persiguiéndolo.
Katsuki no sabía que pensar ante eso, no entendía por qué.
Y ahora se sentía desfallecer cuándo él aparecía sonriente y grácil, con una magnanimidad que hacía que todos cayeran ante el por su cariño, calidez y palabras diligentes. Katsuki quería jalarse los pelos hasta arrancárselos de su cuero cabelludo y gritar hasta que sus cuerdas vocales sangraran.
Pero lo ocultaba con gruñidos que alejaban a cualquiera y una actitud tosca que hacía hasta al más valiente dejarlo en paz. Excepto él, claro. Porque era el más estúpido.
—Buenos días, Kacchan.
Kacchan.
Ese apodo cursi y ridículo que le llenaba el estómago de una sensación cálida y que hacía que sus manos cosquillearan. Quería golpearse la cabeza contra una pared hasta quedar inconsciente sólo para no lastimarlo a él, porque se juró a sí mismo no hacerlo más, sólo por él. Por un estúpido nerd con sonrisas llena de hoyuelos y chispas de chocolate embarradas con ojitos de avecilla; caía encantado por esas manos con cicatrices de óleo tan hermosas y sutiles, que sólo lo hacían ver más bello bajo la luz del amanecer.
Las pecas repartidas en su piel eran una utopía perfecta. Una vorágine cósmica repartida por todo su cuerpo, y él quería conocer si todavía podían verse en aquellos lugares dónde la ropa no dejaba una visión. Quería conocer todo eso y más.
Midoriya Izuku era las más hermosa creación, un ángel envuelto en piel de porcelana que hacía a todos acezar a su alrededor con anhelo. Todos querían estar con él, con aquella maravilla.
Katsuki sólo quería llevárselo a una remota isla dónde haya un puente y ver cómo sus rizos caer adecuadamente como fichas de dominó por su rostro bajo la luz del sol. Mostrarle a los habitantes la fortuna que tenían de compartir el mismo lugar con alguien cómo él. Pasear de la mano por las calles de aquella ciudad costera mientras mostraban a todos que no existía un amor tan puro cómo el de ellos.
Katsuki quería todo, quería lo bueno y lo malo. Lo hermoso y lo feo. Quería los lugares espeluznantes y mórbidos. Quería conocer todos los matices, colores y texturas de Midoriya Izuku. Quería caminar por sus pisos, ver una de sus camisas de alguna banda de rock colgando de la puerta de él como signo de que es suyo y de nadie más.
Quería dejar de caminar cerca de él anhelando un toque y tener su cabeza recostada en sus piernas mientras sus callosas manos acariciaban su cabello verdoso y rizado compensado todos los duros toques del pasado; sin temor a un anticipado rubor rojo pintando su rostro, quería oír su risa tintineante al notar aquello.
Y Katsuki odiaba que todos estuvieran rondando alrededor de él, que todos lo quisieran; que quisieran robar su tesoro, aquella joya que descubrió él antes de que todos esos extras supieran siquiera hablar. Odiaba que todos se preguntaran cómo sería amar esos ojos verdes y tragarse esas risas dulces. Quería arrebatarlo de todos y gritarles que el único con ese derecho era él y nadie más. Y que se muera aquél que intente hacer creer lo contrario.
Pero Katsuki también odiaba ese efecto que causaba en él, de querer flotar en el cielo y pasear entre las nubes pintadas con el crepúsculo, marcándolo todo en una visión doble de rubor rosa. No le gustaba ver todo en cámara lenta cuando estaba a su alrededor. No le gustaba que su voz sea soporífera y que lo tranquilizara tanto cómo lo hace. No le gustaba querer su constante atención haciendo que lo interrumpiera en la cena sólo para llevarle la contraria y tropezarse con él en los pasillos sólo para tocarlo.
Katsuki odiaba que enamorarse sea flotar en ese cielo para después caer y quebrarse en mil pedazos. Y permitir que te corten hasta llegar al hueso pero no mostrar cuánta sangre derramaste, sólo para verlo feliz.
Ve sus ojos esmeraldas y desea hundirse en sus manglares cómo barco bombardeado completamente desarmado o perderse en esos bosques profundos y aterradores. Brillando, parpadeando.
Lo ve pasar por los pasillos y desea acariciarlo y quemarse como un ícaro yendo hacía la luz crepitante.
Lo odia, lo odia demasiado.
Pero lo que más odiaba, detestaba, aborrecía él, era a sí mismo.
Y desearía que soñar con él y sus esmeraldas se sintiera correcto. Cómo su mente convierte su vida en un completo folclore manchando con destellos dorados y perfectos cómo la más grande obra de arte mostrada en los más famosos museos.
Y llora, llora hasta que se desconoce.
Y deja de prorrumpirlo en la cena y no le desea los buenos días de vuelta. Y deja de fantasear con su baile alrededor de él y en cómo sabrían sus labios.
Deja de imaginar cómo sería ver como aquella ciudad costera vería el amor tan puro de ambos.
Él se aleja, lo insulta. No lo toca más. Y los granates sangran contra las espinas de una rosa. Y llora.
Porque eso nunca podría ser.
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Un Katsudeku para alimentar el alma ¿no? Se ha convertido en mi barco favorito estos últimos meses, así que quería publicar algo relacionado a este Wonder Dúo.
Soy muy simp de Deku jdjskdk, es mi sol. Siempre me inclino más a aquellos personajes que son completos Cinnamon Roll y me hacen querer tomarlos y guardarlos en una cajita de cristal para que nada me los dañe y mi brócoli de ojos verdes cumple con las características.
A Bakugou a veces provoca pegarle un putazo, pero lo amo igual. Jaksj. No se crean, en serio lo amo mucho.
Espero seguir publicando más contenido /cruza los dedos/
¡Nos vemos pronto!