27. Blanco

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Abrí la puerta con cuidado. Hoy me había arreglado un poco.

Silencio.

Me adentré en la habitación y la vi tumbada. Más pálida que nunca.

Estaba dormida y no pude evitar quedarme mirando. Como si fuera la primera vez que la veía.

Rocé su brazo con el dorso de la mano. Tenía el vello muy fino.

Y entonces aparté mi mano. Se veía tan frágil que me daba miedo romperla y no poder arreglarla.

Su mandíbula estaba mucho más marcada, como sus ojeras. La carne que antes había en sus mejillas había desaparecido prácticamente.

Odiaba verla así, pero no podía dejar de hacerlo. Supongo que lo que más odiaba era a mí, porque tal vez podría haberlo evitado. Podría haberme dado cuenta antes. Podría haber estado para ella y así ayudarla.

Pero ahora no podía parar de llorar.

Decidí sentarme y esperar. Esperar lo que hiciese falta hasta que se despertase.

Y lo hizo. Cuando ya no me quedaban lágrimas que derramar, ella abrió los ojos. Sabía que estaba allí.

Así que me levanté y delicadamente cogí su débil mano.

Es en estos momentos, cuando realmente no hay nada bueno que contar, cuando te sientes devastado y sin fuerzas, tienes que dar lo mejor de ti. Para apoyar a esa persona y estar ahí cuanto lo necesite. Para ser su esperanza.
Tienes que confiar en que las cosas irán mejor si le pones empeño. Y yo ayudaría a Mina a conseguirlo.

No era culpa de ella. No puedes culpar a un cojo por no poder correr. Ni a una persona afónica por no cantar. Ni a una persona que tiene un trastorno por tenerlo.

Tienes que ser su luz para poder ayudarla a brillar de nuevo.

★shell★ // minari Donde viven las historias. Descúbrelo ahora