Carta Uno

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«Sólo tú»

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Un pelicafé perteneciente a la ya popular Legión del Reconocimiento, vistiendo un formal saco largo, color verde militar, caminaba por entre la lluvia torrencial que caía por su formado cuerpo, enfriando su piel a un nivel alarmante, en dirección a una casa particularmente destruida.


La ex-vivienda de Chiara Läguer.


Pasó con decisión por sobre los escombros ahora azotados por el viento, y terminó dando con la puerta a la única habitación aún no tirada abajo por completo.

Posó la mano en el pomo de el trozo de madera que lo separaba a él de ese libro tan importante para Chiara.

Al pasar a ese lado de la casa, tan lleno de polvo y a la vez tan poseedor de memorias, se le hizo un nudo en la garganta.
Pero entonces recordó por qué estaba allí, carraspeó, y se dirigió al escritorio partido por la mitad y cubierto de astillas, donde encontró el dichoso diario por el cual había escapado de sus tormentos humanos esa noche.

Se sentó en el suelo sin importarle la suciedad que lo cubría, y miró la tapa: estaba simple, con su contorno de cuero rojo apagado, pero los dibujos bordados hechos por la aguja, hilo y mano de Chiara lo terminaban haciendo tan especial como era.

Se sentó en el suelo sin importarle la suciedad que lo cubría, y miró la tapa: estaba simple, con su contorno de cuero rojo apagado, pero los dibujos bordados hechos por la aguja, hilo y mano de Chiara lo terminaban haciendo tan especial como era

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Tomó aire, quitó el cordón que lo ayudaba a cerrarse, y lo abrió, comenzando a leer:

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Cada célula de mi cuerpo deja de cumplir su función cuando me miras.
Siento que dejo de respirar, que no hay más nada en éste tortuoso mundo que pueda salvarme además de ti.
Me das vida, me inspiras confianza, sólo me haces sentir libre.”

A que sonó bonito e inspirador, ¿verdad, Eren?

Así de exageradamente loca y enamorada me dejaste esa primera vez, me dejas ahora, y así me dejarás siempre.

¿Cómo puedes en un segundo paralizar a todo mi ser con sólo dirigirme una casual mirada de desconcierto? ¿Cómo haces para... ¡Para ser tan tú!?

Desde tu carácter descontrolado, hasta tu cabello hermosamente encrespado, eres lo que quiero para mí sin ton ni son desde el primer día que te vi, observando como menos de 1/4 de la Legión de Reconocimiento llegaba de regreso por una misión, a la Muralla de María.

Aún no sé redactar muy bien lo que siento en todo mi esplendor, pero prometo, juro, que aprenderé sólo para que un día leas esto y sepas quién soy.

Lo lograré. Eres mi luz en la oscuridad, mi manantial en el desierto, y nada ni nadie me impedirá recompensar en estos escritos clandestinos, que me hayas devuelto las ganas de subsistir sólo para verte sonreír.

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Cartas a Eren Jaeger |✔|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora