Rio al abrir el periodico elegido esta vez, mi carcajada resuena por toda la calle en la que estoy, sentado a las afueras de una pequeña cafetería, tomando un chocolate caliente en mis manos, sorprendiendo a las chicas que, sentadas al frente, no dejan de mirarme ahora que he captado su atención con mi extraña dentadura. Mejor moverme, pues los colmillos mostrados en mi acción anterior parecen haberlas incomodado.
Acomodo el cubrebocas en mi rostro y me levanto, junto a mi la bebida y el periódico en mi mano izquierda, pasó al lado de una señora pidiendo limosnas y junto a la bebida intacta y aún caliente le entregó unas cuantas monedas.
La calle está llena de un mar de gente que corre de un lado hacia el otro buscando llegar a sus hogares, salen de las cafeterías, bares y tiendas de autoservicio con termos llenos de café o alcohol mientras algunos otros se alimentan en puestos callejeros, impregnando sus ropas con una mezcla de olores, al igual que las de los demás que pasan a sus lados apurados. Hay quienes se bañaran en perfume terminando para llegar a sus destinos con buen aroma; otros llegaran oliendo al perfume del vecino y los pocos abandonaran el transporte en el que viajaban al ya no soportar tal mezcolanza.
Entró en un callejón abandonado y asegurándome de que nadie mire salto hasta la cima de aquella vieja construcción, tendido ahora en su techo, dispuesto a reabrir el periódico abandonado dentro de mi chaqueta de cuero quito el estorboso cubrebocas de mi rostro y enciendo un cigarrillo, después de todo no es cómo si fuera a morir por el ahora olvidado cáncer ni mucho menos por la enfermedad de moda denominada coronavirus.
Mantengo el cigarrillo entre mis dedos mientras saco el periódico con mi diestra y me dispongo a abrirlo, haciéndole un pequeño agujero, por lo que dejo a mi lado el cigarrillo. Mas vuelvo a reír al ver el satírico dibujo de antes.
¿Alguien se habrá dado cuenta de que es una copia casi exacta a la de un viejo periódico?.
Cierro los ojos y busco entre mis memorias, después de todo no ha pasado tanto, las ilustraciones me lo recuerdan, ¿un siglo, tal vez, poco más?.
"¿El álbum recreativo?", "¿Cómico?", "¿El hijo del Ahuizote: para los mexicanos", "¿El rasca tripas?", "¿El Alacrán?", "¿El camarada?", y el flashazo llega a mi cabeza, ¡El Alacrán! Estoy seguro.
¿Cómo no podía reconocer esas graciosas ilustraciones elegidas por Ceballos?, sonrío. Es justo la publicación número 3 de su primer año.
―Ah, el buen Mariano, ―murmuro para mí― y su exquisita forma de meterse donde no lo llamaban.
Ese número se refería a las festividades independentistas, más lo hacía con una gracia que, en ese entonces, dolía.
―1899 ―susurró nuevamente para mi― ¿Quién diría que una ilustración de aquella época tan... penosa, inhumana, se reciclaría en la actualidad? ―comparo la imagen en mi mente con la que tengo entre mis manos, desde luego era una vil copia con algunos simples agregados que explicaran los problemas actuales.
―Después de todo si sigue siendo lo mismo ―
Si bien, en ese entonces el porfiriato ya había pacificado el país su consolidación se estaba dando precisamente en las fechas del periódico.
―1884-1902, son las fechas que los historiadores decidieron para delimitar aquella época donde la ley del "Pan o Garrote" había dejado de ser utilizada para "pacificar" y se volvieron un común dentro de la sociedad mexicana. ―Una ráfaga de viento se hizo presente y se llevó el periódico, al igual que el cigarrillo olvidado a mi lado.
―Que triste época de transformación donde los denominados "científicos" gobernaban para el "Bien del país" sin inmutarse por sus ciudadanos, quienes sufrían sus abusos y desprecios...
»Aunque se modernizó, se facilitó el traslado con el ferrocarril, (aunque era mayor mente para uso del comercio) ―Me asaltó el pensamiento―, después de todo facilitaba el traslado de materias primas.
Permanecí mirando el cielo estrellado desde mi posición, era una fortuna que se viera, ciertamente, aunque no se comparaba con aquellas noches donde no eran necesarias farolas, bastaba con la luz que emitían la luna y las estrellas.
―Después de todo es verdad que no ha cambiado mucho ―Me levanté de mi lugar y poniéndome de pie me acerque a la orilla del edificio, percatándome de que el mar de gente disminuía, pero aún eran suficientes cómo para atemorizarse por mi repentina caída― Hay una extraña permanencia que no parece quererse superar a pesar de que hay países donde ha quedado atrás hace tiempo.
Me acerqué a la otra orilla, cerciorándome de que los pocos jóvenes que esperaban ahí el pase al antro clandestino de al lado estuvieran lo suficientemente intoxicados (o ensimismados en sus pláticas) cómo para no asustarse por mi repentino aparecer.
―Su esclavitud se encuentra en las telecomunicaciones obligadas en esta mal llamada pandemia, se enemistan unos a otros por las mismas razones, sabiendo que la deficiencia viene del gobierno, no de ellos ―Me dejé caer― (Nunca han dejado de ser un país de exportación primaria). ―Pensé mientras caía, aterrizando detrás de una joven morena de achocolatado aroma.
―¡Woah!, ¿viste eso? ―El chico frente a ella que fumaba un churro se sorprendió un poco― amigo ¡Tú sí que tienes buenos genes! ―dijo, burlesco, mientras señalaba con su vista el techo a la distancia y a su vez ignoraba la realidad de su distancia a la del suelo.
―Los religiosos siempre han estado forrados de dinero ― musité para mí, siendo escuchado por la joven que había volteado y ahora me miraba, distraída en mis rubios cabellos y violáceo mirar.
―¿Verdad? ―dijo en una dudosa afirmación― Por eso me encanta este antro ―sonrió quitándose el cubrebocas que usaba para impedir la salida del humo que había aspirado―Es tan antagónico a su forma.
―(Y ni siquiera el conocimiento de su propia historia les hace ver sus mismas y actuales deficiencias) ―Pensé antes de sonreírle coquetamente y tomarla del hombro―.
»¿Estaban a punto de entrar? ―tome la mano de su compañero y le bese sutilmente los nudillos, ocasionando que tapara su sonrojo con la gorra que llevaba al agachar su cabeza, para luego abrazarlo a él también por los hombros, dirigiéndonos a la entrada a punto de abrir a unos pasos frente a nosotros.
La mayoría de personas ignoraban su propia historia VERDADERA y para muchos otros no era ni siquiera algo útil, no sabían que no sólo era un arte el conocerla y amarla, sino que les podía ahorrar problemas cómo ese, en el que los sucesos se repetían, o al menos prepararlos para ellos, pero bien, que hicieran lo que quisieran, después de todo yo (y los pocos más cómo yo) sólo nos mantendríamos al ras de ellos, expectantes de sus violentas intervenciones, pues era cuando nos podíamos alimentar con mayor facilidad, sin preocuparnos de los cuerpos que dejáramos.
Y hablando de alimentarse.
Entramos al dichoso antro de atavíos "religiosos", los jóvenes seguían en mis brazos y más que escapar de ellos se apegaban a mí entre el mar de gente. Daría un pequeño tentempié ahí con su sangre, sin matarlos claro y luego saldría en búsqueda de mi verdadero alimento, sería fácil perderlos ahí y posteriormente adjudicarían el cansancio al bullicioso baile en el que se encuentran.
En fin, el recordar el pasado se había terminado con el vuelo del periódico en mis manos, así que esperaría a la noche siguiente para pensar un poco más en ello, por el momento, al menos hasta el cierre, disfrutaría del estallido de la música en mis oídos, los sudorosos cuerpos y el deleitable aroma de tanta sangre junta, cómo un pequeño buffet sólo para mi.
Idea de portada de: "Guía ilustrada de México". El Alacrán. Mariano Ceballos. México. Semanal. 15 de Septiembre de 1899. Año 1. Número 3, p. 4.
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Copia de la ¿transformación?
Historical FictionMantengo el cigarrillo entre mis dedos mientras saco el periódico con mi diestra y me dispongo a abrirlo, haciendo le un pequeño agujero, por lo que dejo a mi lado el cigarrillo. Mas vuelvo a reír al ver el satírico dibujo de antes. . . . Intento d...