Parte I: Flores de tormenta.

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Cuando corre, su risa resuena vibrante como un cántico de aves. Su hermano le sigue los talones a gran velocidad, sin lograr alcanzarlo.

Su madre les ha gritado que no corran, que sean niños buenos y civilizados, aunque ellos saben que en el fondo no lo son, o al menos no en el sentido que exigen los adultos. Las calles están llenas de autos y de peligros que podrían ser mortales, pero ellos son demasiado jóvenes y afortunados para saber sobre ello. No hay tiempo para meditar nada, y solo son ellos disfrutando la vida sin tener en cuenta que son solo niños.

Atsumu es el primero en detenerse.

Chocar.

Ese sería el verbo adecuado. Atsumu choca contra algo sólido: algo rígido que cae sobre él y se queja visiblemente dolorido. Hay algunos gritos de sorpresa pero Atsumu no reacciona a ellos.

—Deberías ver por dónde vas —dice profundamente molesto.

—Tu deberías hacerlo, pequeño.

Atsumu siente su cuerpo tensarse. Intenta moverse, pero no es capaz de llevar a cabo sus mismas órdenes. La voz profunda lo arrolla y le hace olvidar que está en el suelo y que ha roto la mitad de las compras que llevaba. Ojos grandes y negros le devuelven la mirada. Atávico y ligeramente enfadado, el otro niño se levanta y le extiende una mano cubierta por guantes. Atsumu duda pero sujeta la mano amiga que busca ayudarlo. Musita un agradecimiento sin despegar sus ojos del muchacho. Hay algo en él que le quiebra por dentro, que entumece sus dedos y cosquillea en su vientre. No entiende qué es exactamente, simplemente no puede alejarse voluntariamente.

—Tsumu, debemos irnos —musita Osamu, rompiendo el trance. Tira levemente de su manga y le obliga a adelantarse. Se inclina hacia el otro muchacho y da una inclinación respetuosa—. Gracias.

Atsumu es jalado de regreso a casa. Ojos negros se clavan en su espalda y no puede olvidar la sensación del aire siendo expulsado de sus pulmones y de no poder recordar el procedimiento adecuado para volver a llenarlos.

La imagen del chico regresa esa noche. Son dedos delgados y pálidos que agitan su cabello. El cabello ondulado y negro se mueve con su figura y Atsumu se siente embelesado.

"Tú deberías hacerlo, pequeño", susurra y esta vez hay algo más en esa voz.

Atsumu hace lo que debe por olvidarlo. Es muy pequeño para entenderlo, es muy pequeño para que un niño se grabe a fuego en su cabeza como lo hace este.

Tiene 11 años, y esa es la primera vez que ve a Sakusa Kiyoomi.

Hay una brisa que sacude los pétalos que se han marchitado dentro de su pecho

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Hay una brisa que sacude los pétalos que se han marchitado dentro de su pecho. Atsumu la siente con fuerza sacudiendo su cuerpo, enviando oleada tras oleada de estremecimientos y jadeos. Se siente jodidamente cansado y asqueroso, y a fin de cuentas, le gustaría dejarse caer sin pensar en nada más.

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⏰ Última actualización: Jan 15, 2021 ⏰

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