El tiempo no acompañaba, ni el meteorológico ni el horario, pero aquella película anunciada por doquier hizo que les picara la curiosidad y se acercarán al cine un martes, con el frio que hacía y cuando la mayoría de la gente se preparaba para dormir, ya que así les salía la entrada por la mitad de precio. Dentro tampoco mejoraba la temperatura. Sin embargo, la temática de lo que veían y la sala casi vacía hicieron que entraran en calor rápidamente. Perderse parte del film no les importó demasiado.
Sonrientes y abrazados salieron de la sala. Los multicines estaban prácticamente desiertos. El olor a lejía impregnaba el ambiente, imponiéndose al del ambientador con olor a fresa que solían usar por doquier y que se respiraba dentro de la sala. No había restos de palomitas ni nada comestible por el suelo ni en los mostradores. Tan solo, a lo lejos, se veía a la limpiadora terminando de fregar el suelo, con una enorme bolsa de plástico negra repleta de basura y un no menos enorme vigilante de seguridad a su lado, en disposición de hablar para entretenerse un rato.
Carolina y Fran enfocaron el paso hacia las escaleras mecánicas para bajar hasta la planta baja, en donde se encontraba la salida del centro. Al poner el pie en el peldaño, el efecto de frenado debido a que habían desconectado las escaleras cuando al entrar en el cine estaban en funcionamiento, les sorprendió, haciendo que casi perdieran el equilibrio, lo que provocó que el resto de la bajada se sucediera entre risas.
—Bueno, ¿qué te ha parecido la peli? Aparte, de lo evidente —preguntó él, sonriendo.
—Hombre, como película erótica está unos cuantos peldaños por debajo de otras de hace poco tiempo, ni aun con lo —juntó en el aire los dedos índice y corazón de cada mano, poniendo cara de circunstancias— atrevida de su propuesta. Y como película en general ni digamos. Vamos, que su nombre le viene al pelo, bastante gris.
—Instinto Básico, por ejemplo, le da mil vueltas.
—Ey, pistolero —Carolina disparó con los dedos.
—Tenía intriga y un guion elaborado. Y a Sharon Stone en plenitud de facultades.
—Para mí, está incluso mejor Nueve Semanas y Media, la madre de todas de este estilo —apuntilló ella—. Digo, de estilo pseudo-romantico, no thriller. Tiene escenas míticas y canciones que forman parte de la historia del cine.
—Mmm... ¿Hace luego un You Can Leave Your Hat On, cielo? —Fran pasó su dedo por la nariz de Carolina.
—Eso no se pide, que se pierde la sorpresa —apretó la cabeza contra el pecho de su acompañante.
—Bueno, aún me debes un Flashdance —dejó caer Fran.
—Ante el vicio de pedir está la virtud de no dar —Carolina sonrió pícaramente—. No te preocupes, que lo bueno se hace esperar.
Fran sujetó la puerta de cristal que daba al exterior para dejar pasar a su chica, y el viento helado intervino en la conversación.
—¡Buah, que frio! —Protestó él, y se tapó la boca con la bufanda—. Ha debido de bajar la temperatura cinco grados en lo que hemos estado ahí dentro.
—Más los otros cinco que la subimos nosotros, ahí tienes un pedazo de gradiente térmico como para coger un catarro —Carolina se rio con ganas—. Anda, déjame que te achuche.
—Estamos a un cuarto de hora de casa así que habrá que apretar el paso para no congelarse, ¿eh?
—Y los dientes —dijo ella, ajustándose el gorro y los guantes de lana—. Ale, vamos.
Emprendieron el camino con la sincronización de unos militares desfilando a la velocidad de unos corredores de marcha, las piernas izquierdas y derechas al compás, y los cuerpos cada vez más unidos. Fran realizaba verdaderos esfuerzos por mantener el equilibrio entre ellos porque Carolina se iba echando encima de él más a cada paso, pero como eso le hacía entrar en calor no le importaba demasiado.