2-. Ilusiones rotas

2K 275 50
                                    

—Mi madre me dijo que no me convenias— el pelicastaño dijo, apartándose de él y poniéndose de pie—, cuanto me rogó porque yo no aceptará casarme contigo. Pero fui un idiota, un estúpido enamorado que en ese momento lo único que le importó fueron todas esas promesas que hiciste... Promesas que rompiste y que incluso ni cumpliste.

Yibo bufó, pasando ambas manos por su rostro, e igualmente se levantó, la silla arrastrándose hacia atrás con un sonido chirriante por el impulso.

—¿Qué no te cumplí? ¿Estás diciéndome que no te cumplí cuando te he mantenido y tenido en todos estos lujos que tanto te gustan?— golpeó la mesa con su puño, logrando que el menor se encogiera por el susto y la sorpresa—¡Mierda, Zhan! ¡Te lleve de vacaciones a París cuando tú me lo pediste, te compro ropa de las mejores y más caras marcas, te compre la maldita casa de tus sueños! ¡¿Qué más quieres?!

—¡Que me respetes!— exclamó el ojiavellana, estallando cuando la rabia y el rencor no pudieron contenerse más en su interior—¡Que me respetes como tú esposo que soy!

Las manos le temblaban y sentía que en cualquier momento colapsaría sobre el piso. Su rostro era un mar de lágrimas y la mirada de color café de su marido fija sobre él, pesada y cargada de incredulidad, le quemaba hasta la dermis, dolorosamente.

El corazón le palpitaba fuertemente y tuvo que apartar la mirada cuando el silencio por parte del pálido se le hizo insoportable. Sorbio por la nariz y se limpió las mejillas en un movimento tan brusco que una mueca de dolor se dibujo en sus labios. Sin embargo, nada era comparado con el dolor que sentía en el alma.

—Pero me ha quedado claro que eso, es demasiado pedir para ti— susurró, y con un suspiro entrecortado, comenzó a levantar los platos de la mesa, como si minutos atrás no hubiera estado a punto de romperse aún más.

Yibo lo miraba atento, las palabras del pelicastaño calandole hasta lo más profundo de su ser. Le dolía, sonaba estúpido, pero así era. Le dolía ver en lo que había convertido al chico del que se había enamorado. En alguien inseguro, incapaz de mostrar otra emoción en su rostro que no fuera solo la tristeza. Y le quemaba, la culpa lo carcomía y lo hacía querer jalarse los cabellos y arrancarselos de uno por uno. La frustración de no saber que hacer para deshacer sus errores lo estaba matando.

Un suspiro salió de los labios del pálido cuando notó que se había quedado sin palabras, con la garganta seca y sin argumentos que lo justificaran. Se acercó al pelicastaño, y sin decir palabra alguna, dejo el fantasma de un beso sobre una de sus mejillas para, posteriormente, hacer su camino hacia la habitación que ambos compartían. Todo en un silencio que desgarraba con dolorosas y filosas garras sus pechos que mantenían lo que alguna vez fue todo el amor que el uno al otro se tenían.

Y quizá aún estaba ahí, guardado en algún lugar. Escondido por miedo a ser lastimado de nuevo.

Y Xiao Zhan que se quedó ahí, en la soledad del comedor, sosteniendo con tanta fuerza los platos sucios entre sus manos que solo cuando un crujido logró ser escuchado, salió de su estupor.

Pasó saliva ruidosamente, su garganta seca ardiendo al hacerlo.

Se sintió estúpido, inservible. Incapaz de hacer algo por defender su orgullo.

Una vez más sus sentimientos por el pálido lo había traicionado.

(...)

Fuck You [w.yb+x.z]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora