Capítulo 1 Todo

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Me acomodo entre las raíces del viejo almendro y cierro los ojos. Esta semana han pasado muchas cosas y es hora de asimilarlas. El bosque a reaccionado. Hacía tiempo que quemábamos el “caparazón” del bosque, que consiste en unos bonitos arboles en flor para animar a niños o a pobres ilusos que desconocen su peligro a entrar y no salir jamás. Pero nunca había ocurrido algo parecido. En vez de disminuir su poder, el Valle se había revelado y en mitad del fuego y el humo, las plantas crecieron y no se han vuelto a quemar. Solo las llamas se consumían alrededor de su impenetrable corteza. Desde entonces unos temblores sacuden la tierra destrozando cultivos y tumbando cabañas. Hay mucho trabajo y me extraña que note mi ausencia. Pero...

-¡Becky!

Me levanto sobresaltada. Un hombre alto,  guapo , con ojos vivos y sonrisa de niño me había llamado. Es de hombros anchos y musculosos, pero Austin es más un chistoso que un aventurero.

-¿Qué haces ahí parada? Deja la siesta para luego y ayudame con el huerto.

Miro el cielo y calculo la hora aproximada. Las 6.

 -Lo siento, he quedado para ayudar a Lisa con los animales- respondí – y no estaba durmiendo, solo descansaba los ojos.

Austin soltó una carcajada, dio media vuelta y se alejó.

Me dirijo hasta la vieja casa de madera de pino de Camila. La encuentro en la parte de atrás, apoyada en su bastón lanzando granos de maíz al suelo para que coman las gallinas.

¡Hola!-me saluda sin levantar la vista, aunque no reprime una sonrisa.

-Hola, ¿que tal el día? -pregunto dándole un beso en la mejilla.

-Bueno como siempre -responde de forma monótona.

Después de un rato de faena, me siento en un enorme bloque de piedra, junto al pozo y pienso en Camila. Cuando me encontraron en la playa, agarrada a un trozo de madera, sola, todo el recelaba de mí, como si tuviera alguna enfermedad contagiosa. Me lanzaban miradas de extrañeza, y no los culpo. Todos menos Camila, que me acogió en su casa, me quiso como a una hija y obligó a su ahora difunto hijo veinteañero a compartir habitación conmigo. Yo la ayudé con la muerte de su hijo Alex y por todos esos momentos, la quiero como a una madre,y sospecho que no tengo otra.

El roce de la mano de Camila me devuelve al mundo.

-¿En qué piensas?

-En salir de aquí, en lo que habrá fuera- miento, sin saber por qué, un acto “reflejo”, supongo.

Asiente.

-Camila- empiezo – cuéntamelo todo.

-¡Pero si ya los sabes! Te he contado todo miles de veces hija.

-Lo sé, pero me gusta como lo cuentas. ¡Solo esta vez! - digo antes de que me replique.

-Eres más rara... -responde entre risas.- Hace muchos años había edificios altos que tocaban el cielo, automóviles que aparentemente se movía solos, teléfonos para hablar con gente a distancia y duchas con agua caliente; pero la gente no valoraba estas cosas. Talaban árboles por dinero, vendían petróleo por beneficio propio sin pensar en las consecuencias, robaban para comprarse mansiones y yates. Provocaron todo esto por un dinero que ya no existe. Pero todo cambió. Fue como si la naturaleza se rebelase. Un fuego sin origen abrasó países, terremotos que se tragaban montañas, volcanes que derretía paisajes y en el mar aparecieron unos monstruos que doblaban el tamaño a una persona y que tenía como primer plato en el menú, carne. Como resultado de todo esto, estamos nosotros. Un lugar rodeado por un lado de agua casi impenetrable que da lugar a una tierra fértil con un bosquecillo que nos proporciona parte del alimento; y por otro lado el Valle de las Sombras, un lugar sin límites definidos, con control de todo lo que se adentra en él y que todo el que ha entrado no ha vuelto a salir. No se sabe que hay más allá, algunos creen que una población como las de antes y otros que más allá se encuentra el mismísimo infierno...

Hizo una pausa.

-Bueno ¿contenta?- preguntó como si nada.

-¿Ya? ¿Y que hay de lo que hace el Valle? ¿su corazón malvado?- pregunté con ansias de que terminase de contar.

-¡Pero si te lo sabes de cabo a rabo! Además es tarde.

Miro al cielo y descubro que esta anocheciendo. No me había dado cuenta. Resoplo indignada, le doy otro beso en la mejilla.

Hace 1 año que me “mudé” a la casa de Laura, mi mejor amiga.

Cuando llego, atravieso la cortina de conchas recogidas de la playa y me doy cuenta de que no hay nadie -Que extraño- pienso. Busco la última manzana que quedaba pero solo hay peras. - Que raro, si Laura odia las manzanas-. Decido no darle importancia, cojo una pera y me dirijo a la cama que hay en la esquina, junto a una pequeña chimenea de piedra. Apoyo la cabeza en la almohada y caigo en un profundo sueño.

¿Amor o Falsedad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora