Laura se puso unos shorts tejanos y un top suelto de color blanco corriendo, se fue al baño a peinarse un poco y lavarse los dientes y en tres minutos ya estaba agarrando las llaves y bajando por las escaleras corriendo, no quería hacer esperar a Unai.
Nosotras veíamos todo desde el balcón, a Unai sentado en el banco de enfrente, a Laura salir de la puerta y darnos una señal que ninguna entendimos en ese momento. Hacia un calor infernal, así que decidimos dejar de cotillear y entrar dentro del piso, el piso de Laura. No sé como nos pudo dejar ahí sabiendo como éramos, pero por lo menos se preocupo de que no acabáramos con una insolación o siguiéndolos como espías por la calle.
Volvimos a estar todas aburridas. Pero a Ainara se le ocurrió la mejor idea, preparar unas palomitas y ver Mama Mia, el mejor musical. Ya nos sabíamos hasta las coreografías de cada canción de tantas veces que la habíamos visto, pero seguía encantándonos a todas como la primera vez.
Ainara fue a la cocina a prepararlas. Agarro la bolsa y la puso en el microondas tres minutos, procurando que no volviese a explotar como paso hacia un mes mientras bailábamos en su casa, nos dio el infarto de nuestra vida.
Carla busco bebidas en la nevera y pudo encontrar la Coca-Cola que compramos el día anterior.
Ya era tradición encontrarnos en su casa todos los días, puede que porque la playa estaba cerca, porque los amigos quedaban en el centro, o porque Laura no se quería perder ninguna posibilidad de quedar con Unai si el la iba a visitar, cosa que pasaba muy seguido.
Carla dijo: - ¡Que mierda, Laura por ahí con Unai y nosotras vigilando su casa y viendo Mama Mia por decima vez esta semana!
Ainara, mientras iba a buscar unos vasos para la Coca-Cola, respondió: - ¿Qué quieres que hagamos? ¡Toda la pandilla esta de vacaciones!
Unos minutos después escuche mi teléfono sonar desde la cocina, me levante mientras mis amigas se quejaban del ruido y vi que era Laura. Les dije que bajaran el volumen de la televisión, camine hasta el sofá y todas se pusieron alrededor mío intentado escuchar la llamada. Me di cuenta de que era incomodo tener a tanta gente mirándote fijamente para intentar descubrir algo, pero ya era algo más o menos normal entre nosotras.
Yo estuve callada mucho tiempo mientras Laura hablaba y de repente di un salto levantándome del sofá y dije: - ¡Ahora mismo bajamos!
Colgué y todas me miraron con cara de no entender nada. Ainara pregunto: - ¿qué quería?
Yo empecé a saltar y chillar y dije: - La pandilla ha venido a la plaza, que nos vistamos y salgamos de casa
Todas fuimos directas a la habitación de Laura a ponernos ropa suya, ya que íbamos con ropa deportiva y no era lo mejor para quedar por la calle. Lo que no nos pudimos cambiar fueron los zapatos. Todas llevábamos unos zapatos sucios y viejos que parecían que hubiéramos sacado del basurero.
Atamos a Thor, el perro de Laura, a la correa, cerramos la puerta y corrimos hasta llegar abajo. Abrimos la puerta del portal y vimos a Marta (una chica de un año mayor, la más bajita del grupo, aunque tenia una bonita figura y su pelo liso y pelirrojo la resaltaba mucho) sentada encima de una roca que había en un lado de la calle. Yo fui corriendo a abrazarla ya que hacia un par de semanas que no la veía. Las otras fueron a saludar a Pablo, un chico de nuestra edad que todo el mundo decía que parecía moro (no se porque), y Tomás, el novio de Marta.
Tomás era un chico corpulento, alto, con el pelo en forma de nube y la mandíbula marcada. El tenia 18 años mientras que marta, tenia 15. Ellos se conocieron un día en una librería ya que los dos tenían que usar el mismo libro para un trabajo. Tomás repitió dos cursos e iba a otro instituto, aunque el nos demostró bastantes veces que era listo, no sé porque nunca aprobaba con buenas notas. Supongo que era para hacer creer a todo el mundo que era el típico chico cachas al que no le importan los estudios, pero desde que estaba con Marta el había cambiado bastante.
Empezamos caminando en dirección a la plaza mientras mirábamos escaparates, hablábamos y nos quejábamos del día tan caluroso que hacia.
Al llegar vimos a Laura y Unai sentados en un banco en el que no daba el sol gracias a un árbol y fuimos a sentarnos con ellos.
Después de unas horas, Marta y Tomás se tuvieron que ir y nosotros empezábamos a tener hambre, así que fuimos a una Heladería que había de camino al piso de Laura.
Tuvimos tan mala suerte que estaba cerrada por reformas "¡quien hace reformas en la época donde viene más gente! "pensé, pero no me dio tiempo a quejarme porque Laura había propuesto algo para hacer: - ¿y si vamos a mi casa a hacer helados? - Todos asentimos y fuimos a su casa a prepararlos.
Mientras subíamos las escaleras del edificio de Laura ella chillo: - ¿¡Qué hacéis con los zapatos tan sucios!?- Nosotras nos reímos y miramos nuestros zapatos. Efectivamente, estaban llenas de barro de algún lado, aunque no recordaba haber pasado por tierra en ningún momento.
- ¡Mira quien habla, la que en teoría lleva unos zaparos blancos y están negros como el carbón! - dijo Pablo burlándose de Laura
Todos los presentes nos empezamos a reír como nunca, incluso me empezó a doler la barriga de tanto que reía y las lagrimas empezaron a salir.
Cuando nos calmamos entramos al piso, fuimos a la cocina, agarramos los refrescos de la nevera y los pusimos como pudimos en la bandeja para crear cubitos de hielo, los colocamos en el congelador con nuestro pulso terrible y pusimos un temporizador de dos horas mientras mirábamos la televisión para que los helados estuvieran listos.
Después de un rato, la madre de Laura entro y se fue dirección a la cocina. Al parecer no le gusto como dejamos la cocina porque vino chillando hacia nosotros diciendo:
- ¡LAURA! ¿PORQUÉ ESTA TODA LA COCINA LLENA DE REFRESCO Y EL PASILLO LLENO DE BARRO?
Laura nos dijo que nos fuéramos de su casa, así que bajamos a la calle y nos sentamos en el banco que había delante del portal a hablar de tonterías.
Unas horas después Laura salió del edificio y nos dijo: - ¡Llevo tres horas limpiando el piso! – Todos nos empezamos a reír imaginando la escena - ¡Yo he limpiado todo el piso, pero vosotras no habéis limpiado ni vuestras zapatillas!
Pablo dijo con tono contestón de esos que te daría ganas de pegarle un puñetazo en toda la cara: - Pues ni hablamos de las tuyas. - Y todos volvimos a reír mientras Laura se sentaba con nosotros, o mejor dicho, al lado de Unai.
Y es que Unai traía loca a Laura, pero igual que con las otras. Igualmente que parecía que la trataba de forma diferente, no sabia describir si era como si la cuidase como una hermana o si se trataba de algo más.
De tanto escribir seguido me han acabado ardiendo los ojos, pero ha valido la pena porque aquí lo tenéis, otro capitulo y bastante largo. Supongo que el siguiente será más o menos igual.
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Diario de los zapatos sucios
Teen Fiction¿Cómo se nos ocurrió ese peculiar nombre para el grupo? Nosotras éramos bastante diferentes, pero desde el primer momento que hablamos supimos que todas estaríamos unidas. Nos empezamos a juntar cuando teníamos 13 años, en 2016. Éramos compañeras d...