Aún seguía corriendo en el campo, pisando el barro cuando la lluvia comenzó, las nubes lloraban por la estrella que estaba perdida, sentían su ausencia, estoy seguro que entre todas las estrellas ella era la más brillante. Ahora lo sé, en aquel momento no lo sabía, ¿Cómo habría de saberlo? Lo supe hasta que la vi frente a mis ojos y me atreví a profanar su rostro con mis manos pecadoras.
Mi ropa de dormir estaba empapada por la lluvia en aquella noche, fue la más fuerte del año. Al entrar a mi pequeño hogar cerré cada ventana y cada puerta.
Así con el repiqueteo de las lágrimas del cielo en mi ventana dormí esa noche, pero esa era la noche en que mi vida cambiaria.
Toda mi vida busqué ese sentimiento de pertenencia, en mi familia, mis amigos, compañeros y parejas, siempre quise sentirme parte de algo, dejar mi huella en la vida de las personas.
Siempre le hable sobre esto a mi abuela, aquí en esta misma casa de campo a doce kilómetros de Los Ángeles. Con ella tejiendo un suéter en el porche en aquella silla mecedora, siendo todo un cliché de abuela, y yo tumbado sobre la hierba mirando las estrellas, contándoles mis sueños, mis aventuras y mis inquietudes. Muchas veces sentí que realmente me escuchaban. Sentí que me escucharon cuando todos los chicos se burlaron de mi por invitar a un muchacho al baile, sentí que me escucharon cuando mis padres murieron, cuando el bullying por ser homosexual me llevo al hospital, sentí que me escucharon en mi primer corazón roto y cuando mi abuela murió.
Siempre sentí que, si no tenía a nadie, entre los girasoles, el barro, la brisa y la fría noche, las tenía a ellas, las estrellas me escuchaban.
Nunca me equivoque, ellas me escuchaban, siempre lo hicieron. Me había quedado solo, el imperio de mi familia y la casa de mi abuela era lo único que me quedaba, pero ellas seguían cada paso que daba, desde Holmes Chapel el lugar de donde hui después de la muerte de mis padres hasta Los Ángeles donde perdí a la única persona que siempre me comprendió.
Mi abuela amaba las estrellas, solía decirme que representaban a cada persona que había pasado por su vida. Para mi son algo diferente, para mi cada estrella significa cada persona en el mundo, una parte de ellas, siempre en el cielo iluminado.
Ahora estoy convencido de que cada persona tiene una estrella y tal vez lo adivinaron, esta es la historia de como conocí a la mía, me enamore de ella, mi estrella era la más brillante, a mis ojos él brillaba más que el sol, incluso de día, el nunca paraba de brillar, tenía esa piel de color oro, mejillas siempre rosadas y su sonrisa como un montón de diamantes y sus ojos, tenía el paraíso en los ojos que solo puedo comparar con un pedazo de cielo.
Cada noche después de aquella tormenta, siempre pasaba lo mismo, un ruido en el campo de girasoles siempre el mismo, pero nuca había nada diferente, solo ruido, ensordecedor como los gritos de algún alma en sufrimiento. Llevaba casi dos semanas y cada noche me era imposible pegar un ojo.
Así que en aquel martes soleado me decidí a ir a la cuidad, la cuidad de las estrellas, agonizantes, brillantes, escandalosas, vacías; las había de todo tipo.
Me dirigí a la cuidad con el único propósito de comprar píldoras para dormir.
Entonces después de eso, al ir caminando cerca del centro comercial, fue cuando lo vi, sentado en una banca con un café de esa horrible cadena y un estuche de guitarra.
En cuanto lo vi todo a mi alrededor parecía ir en cámara lenta la sensación podía compararse a la mañana de navidad cuando los niños descubren sus regalos debajo del árbol navideño lleno de luces.
Me quede paralizado en ese momento la forma en que sus pestañas se movían cada vez que parpadeaba y en la que su pequeña mano escribía en aquella libreta de cuero.
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the stars will bring you back home
Short Storyone shot "Mira como brillan, ellas te guiarán a casa cuando te pierdas"