Capítulo 12

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Cuando el soldado de Uriel dijo que Karim estaba en Egipto se equivocó, pero... si no es Karim quien se encuentra allí sino muerto en algún lugar de olor acre, entonces ¿quién está en Egipto?

—Podría tratarse de la mafia turca —plantea Scott, llevamos discutiendo desde temprano, Uriel bosteza y se estira en la silla junto a la mía, todos lo miran con recelo.

—Puede ser, aunque sin tener la ubicación exacta, números ni el por qué está allí, no podemos ir por Kadir Durak —explica Roman haciendo referencia al líder de la mafia turca.

—¿No tienes contactos con los rusos? Se dice que ellos conocen el paradero del sujeto ese —lo señalo. Roman parece ligeramente tenso.

—Nadie en la Bratva sabe del paradero de Kadir excepto el Boss —confiesa como si fuera algo difícil de conseguir—. Eloah Kozlov es el último recurso al que acudiré, buscaremos de otras formas.

—Bueno, entonces... ¿por dónde comenzamos? —cuestiona Uriel. Se inclina hacia delante con el rostro algo adormilado.

—Mafia italiana —determina Roman, se sienta con la espalda recta y hojea los archivos de la carpeta negra que tiene sobre la mesa—. Alessandro Caruso no tiene buena relación con la Bratva, hay tensión. Y dado que la Bratva y la mafia turca son enemigas, es posible que el Capo nos sea de ayuda.

Miro con aburrimiento a mi hermano, se le nota a leguas su obsesión con el trabajo.

—¿Iremos a Italia? —pregunto con la voz soñolienta.

—Iremos a Italia —confirma Roman.


■ ■ ■ ■ ■


Me gusta viajar, suelo hacerlo debido al trabajo por lo que no me quejo al ir de un lado a otro en una furgoneta negra que, por supuesto, no es nada llamativa.

—Solo les falta poner "servicios secretos mundiales" y ya —se ríe Achlys, se sentó detrás de mí, ha estado cacareando sin descanso, en el jet fue la misma historia.

—¿Y cómo encontraremos al Capo? —cuestiono, Roman se voltea desde la primera fila de asientos, está con Scott.

—Tengo contactos —se limita a decir.

—Según los registros la única persona en el mundo que podía contactar con los italianos está muerta —me apoya Achlys.

—¿Quién? —nos cuestiona Emmanuel. Roncó todo el viaje, es una sorpresa que no esté cazando moscas como en el jet.

—Artemisa Meyer —respondo, Achlys y Uriel lo dicen al mismo tiempo que yo.

—Bueno, permítanme decirles entonces que es un conocido de Artemisa Meyer quien nos dará la información —resopla Roman. Frunzo las cejas al tiempo que el coche se detiene y la puerta se abre.

—Buenos días —dice el sujeto que abrió. Es enorme, tiene una cicatriz en el rostro, el cabello rubio casi albino y usa un traje negro a medida—. ¿General? —pregunta.

—Hola, Hans —saluda Roman y sale de la furgoneta mientras se pone lentes de sol. Me apresuro en ir tras él, estamos fuera de un edificio poco modesto.

—Síganme —nos invita el tal Hans. Roman no pone objeción así que nosotros tampoco, Uriel me alcanza en la entrada del edificio, no me pasa desapercibida el arma que lleva en el bolsillo de pantalón.

En el elevador todos guardamos silencio, Halia es la única que lo rompe al estornudar.

—General, solo personas de su confianza pueden entrar —dice Hans cuando la puerta del elevador se abre. Roman no parece sorprendido cuando mueve la cabeza.

La diosa del desierto [#4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora