Tu vida ahora...

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El rosto del hombre palidecía mientras le recitaban el veredicto. Toda su vida trabajó para esta compañía, todos los días realizaba sus tareas de forma diligente, pero todo se puede dar vuelta con un solo error de cálculo.

-No, no no no, ¡Ustedes lo entendieron mal! No era mí...- El hombre rogaba dentro de su pequeño cubículo mientras tres hombres en traje se paraban frente él.

-Sus intenciones no son lo que importan señor Rodríguez, su error le costó lo suficiente a la compañía, tanto como para poner al director de mal humor.

-¡¿Qué?! ¡Solo fueron un par de miles! ¡La compañía hace millones cada día! ¡Lo que hice no pudo haberle hecho ningún daño al negocio!- Gritaba el pobre mientras los dos hombres flanqueando sus lados se acercaron y lo agarraron de sus brazos, a lo que intento resistirse inútilmente.

-Como dije señor Rodríguez, al director no le gustó nada su atrevimiento- levantó un papel y lo puso frente al rostro de Lautaro –Aquí tiene su nuevo plan de vida.

Frente a Lautaro colgaba el papel con logo de empresa más blanco que había, solo escrita con la frase: "Lautaro Rodríguez vivirá en la mansión Frekenstein como invitado". Sus ojos se desorbitaron. Aunque sea el nombre de una empresa aliada de bienes raíces, las simples y aparentemente bondadosas palabras en ese papel despertarían los instintos de huida de cualquiera en el edificio. Mientras el shock abandonaba su cuerpo, como un río, la más pura desesperación entro en su cuerpo.

-No, ¡NO, ESO ES DEMASIADO! ¡NO PUEDEN HACERME IR AHÍ!- Lautaro intento liberarse con mucha más fuerza -¡PUEDO DEVOLVERLES EL DINERO! ¡YO TENGO ESA CANTIDAD!

-Lo lamentamos señor Rodríguez, la orden ya está dada- el hombre en traje se puso sus lentes –Un vehículo lo espera a la salida para llevarlo a su nuevo hogar.

Solo historias macabras salían de un nombre como Frekenstein, leyendas urbanas que todos en la empresa conocían.

-¡PUEDO PAGARLES EL DOBLE! ¡LE PAGARE ESA CANTIDAD A CADA UNO DE USTEDES!-

-Lo lamentamos.- miro a sus compañeros que lo restringían, les asintió con la cabeza para que se lo llevaran e inmediatamente empezaron a escoltarlo a la fuerza.

Lautaro se movía como un perro al que trataban de llevar a la perrera, el destino que le habían impuesto en este juicio clandestino era demente para él.

-¡Esperen! ¡ESPEREN! ¡NECESITO EL TRABAJO! ¡MI FAMILIA ME NECESITA!

-Le aseguramos que su familia estará en las buenas y justas manos de la compañía. Lo lamentamos.

Lautaro se sintió aliviado con esas palabras, mientras su familia tuviera techo y comida asegurada no tendría ninguna preocupación, incluso la mansión Frekenstein parecería como unas vacaciones merecidas. Al menos así debió haberse sentido, pero su situación actual lo llevo a pensar esas palabras de forma diferente. Ahora con el ceño fruncido, Lautaro grito con su alma.

-¡NO SE ATREVAN A HACERLES NADA HIJOS DE PUTA! ¡SI LAS TOCAS TE VOY A MOLER A GOLPES FLACO DE MIERDA!

La puerta se cerró dejando escuchar sus gritos ahogados del otro lado. Las miradas de los trabajadores volvieron a su trabajo. Ninguno de sus compañeros pudo hacer nada. Nadie puede hacer nada contra la compañía. El hombre de traje, aún parado frente al cubículo de Lautaro recito en voz baja una última vez:

-Lo lamentamos.

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⏰ Última actualización: Jan 19, 2021 ⏰

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