Atenea tocó su abdomen de nuevo, sin creerlo del todo todavía. Estaba embarazada, luego de tanto tiempo de existencia en la pureza sexual, había cedido a la unión de cuerpo a cuerpo y su unión dio fruto a un bebé que nacería en menos de un año. Se dejó caer sobre una silla cercana a su escritorio para analizar la situación.
Tenía apenas 3 semanas de gestación, podía sentir la energía suya y de su amante solidificarse en una pequeña célula de divinidad, una nueva consciencia. Ya era inevitable que ese niño naciera, pero podía evitar que su secreto se descubriera, tan siquiera por algún tiempo, pues no se convertiría en la burla de los dioses, ni en la decepción de su padre, ni en la vergüenza de él.
Si, él, aquel medio hermano suyo que es de los preferidos de su padre y uno de los más poderosos dioses, Apolo. Ella y él nunca se llevaron de la mejor manera tiempo atrás y sólo mantenían una cordialidad y respeto mutuo, junto con la ocupación de ser ambos consejeros privados de su padre. Atenea se propuso estar en la cima de lo más alto cuando nació y vio la trágica historia de su madre y de cómo sus compañeras de género no podían ejercer el mando como desearan, era y es una organización de patriarcado, y ahí decidió ser virgen (para que ningún hombre la subyugara, permaneciendo bajo la protección de su padre) y quedarse junto a seres de poder que pudieran proporcionarle la libertad que siempre ansiaba; ese fue el punto de unión entre ambas deidades.
Respiró resignada al recordar las escenas pasadas con el dios del sol, sintiendo que había sido burlada. ¡Y todo porque se había metido en un terreno que no conocía, con quien menos debía!
Ideó un plan precipitado para salir de aquella situación de forma rápida.
"me iré por unas décadas a algún lugar alejado donde ningún dios o diosa tenga pensado ir y criaré al niño hasta que llegue a la madurez; solo ahí daré cara a Zeus, no antes"
Si, Zeus. Un escalofrío le recorrió la espalda al pensar en cómo tomaría su padre la notica, él, que aún cuidaba de ella como su pequeña y que la adoraba en alma y corazón precisamente porque hasta el momento había sido sólo de él, hija del padre, doncella sin amante. Bueno, entre ese enfrentamiento que llevaba a destruir la confianza de su padre y las burlas de todo Olimpo, era mejor irse, eso estaba seguro.
Preparó uno de sus templos en la isla más alejada que tenía de Olimpo y una vez allí se iría a las profundas montañas de "Gailea", un lugar donde ningún dios arrima porque no existe allí interés alguno.
Esa misma tarde realizó su trabajo de rutina con la misma minuciosidad y excelencia que de costumbre, pero todavía sorprendida por su nuevo estado. Las criadas, los dioses y las criaturas con los que ese día trató no notaron ni una pizca de cambio en su ser que pudiera levantar sospechas y anidar pensamientos al respecto.
Ese mismo día estuvo al pendiente del sol a cada hora en un conteo regresivo y con todo su cuerpo vibrando por la adrenalina debido al encuentro que se daría ya en pocas horas.
- Que tenga buenos sueños, mi señora – se despidió una de sus criadas haciendo una reverencia aún en el marco de su puerta.
- Te deseo lo mismo. Duerme bien – dijo ella con una sonrisa inquieta antes de cerrar la puerta, para luego desaparecer. Miró al cielo por la ventana – aún son las 7, él no llegará sino después de las nueve. Por favor no vengas hoy, Apolo, no regreses.
Su cabeza se volvió un revoltijo de pensamientos hasta que quedó dormida entre las sabanas.
Aún dormida, sintió una brisa de fresca hacer bailar los cortinajes en aquella noche de otoño, entrando por la ventana y aterrizando sobre ella, comenzando una serie de roces suaves que la acunaban entre las sedas.
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INCIDENTAL (APOLO Y ATENEA)
RomanceEs normal que suceda algo insólito tras una unión inesperada. Ambos habían roto los paradigmas en los cuáles estaban fijados y esa rebeldía había ocasionado una vida emergente, un problema visible, se decía Atenea, mientras emprendía un viaje de úl...