IV.

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El cuerpo parecía muerto cuando cayó al suelo procedente de la nada. El estruendo del impacto fue fuerte, pero no había nadie presente alrededor para poder escucharlo en la oscuridad. Los ojos de Luhan se abrieron de repente mientras cogía aire con fuerza. Sus pulmones parecían vacíos y respiraba pesadamente, intentando recuperar el aire que le faltaba. Su corazón latía con fuerza y sentía frío. Pensó que estaba muerto.

Y, de hecho, lo estaba.

Parpadeó algunas veces hasta identificar el paisaje que le rodeaba. Estaba oscuro y la tierra bajo sus pies tenía un tono grisáceo. No había árbol alguno y el silencio era tan abrumador que Luhan no se atrevió a abrir la boca. Se levantó del suelo con dificultad y miró hacia atrás, pero todo lo que vio fue un camino que se extendía hasta ser engullido por las tiniebla; no había nada más que lo aparente. Entonces, el chico miró hacia adelante y vio un portal simple de piedra de dos metros de altura, sin cerraduras, puertas o grandes adornos.

Luhan avanzó hasta el portal y vio unas palabras talladas en la piedra. Observó las escrituras y comprobó que todos los idiomas conocidos estaban allí, diciendo (probablemente) siempre lo mismo.

«Cuando entras en el Infierno, deja toda tu esperanza atrás.»

Luhan tragó saliva y se abrazó a sí mismo, con miedo a entrar. No se había dado cuenta hasta aquel momento, pero llevaba una especie de vestido sin mangas de color beige claro, algo que parecía un camisón que se prolongaba hasta los tobillo

También se percató de que no llevaba ropa por debajo de aquello y agradeció que en aquel lugar no hubiese demasiado viento.

— ¿No vas a entrar? —oyó un grito al otro lado del portal y se asustó al darse cuenta de que no estaba solo—. ¡El barco va a partir!

Luhan no conseguía ver lo que sucedía al otro lado del portal, pues las tinieblas envolvían el paisaje. El chino respiró hondo y cerrando los ojos con fuerza, corrió hacia delante, entrando (en efecto) en el infierno.

Esperaba sentir un calor intenso y oír gritos desesperados, pero cuando comprobó que sus expectativas eran falsas, Luhan abrió los ojos y vio un grupo de personas dentro de un pequeño barco antiguo, con un hombre encapuchado girado hacia él, mirándolo.

— ¿Vienes? —le preguntó el hombre encapuchado, y el chico se estremeció al percibir que todas las demás personas sentadas en el suelo del pequeño barco estaban vestidas como él.

— S...sí —murmuró Luhan, mientras se aproximaba al barco y entraba en él sin mirar a Caronte, el barquero de Hades.

El paisaje continuaba sombrío, con mucha niebla que cubría el río por el cual el barco navegaba lentamente. En la orilla desde la que habían partido, algunas personas caminaban con paso lento, sufriendo, con expresiones de infelicidad en el rostro.

El chico miró a las personas quienes tenía a su lado; era un grupo de aproximadamente diez, y todos parecían tener sus peculiaridades. Había algunos niños, algunos ancianos y otros eran adultos, pero ninguno aparentaba estar enfermo. Era imposible decir por qué cada uno de ellos estaba allí.

Un hombre del pequeño grupo se mordía las uñas de dos dedos y una mujer trataba de rasgarse la ropa por la zona del pecho, para abrirse un escote. Cuando vio que Luhan la observaba sonrió y el chico desvió la mirada rápidamente, evitando mirar nuevamente a alguno de sus «compañeros de infierno». Luhan nunca supo con certeza durante cuánto tiempo navegaron por el río, pero en cierto momento acabó cerrando los ojos y quedándose dormido.

Despertó porque alguien le estaba dando empujones y cuando abrió los ojos, vio al hombre encapuchado dándole ligeras patadas en la espalda.

— Vas a acabar quedándote atrás —murmuró el hombre cuando el chico abrió los ojos.

[#2] ꧁༆ (HUNHAN) ༆꧂ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora