1.

13 4 1
                                    

He de decir que no me hace especial ilusión ir a otro país, a un pueblo de apenas mil habitantes que se encuentra donde Cristo perdió la chancla, pero desde que murió mi madre en septiembre, mi padre creyó que era importante no perder la relación con mis abuelos maternos.

Ellos se habían mudado de nuevo a Italia hacía unos cinco o seis años, cuando yo tenía más o menos doce, y desde entonces, solo los veía cuando ellos venían a visitarnos, porque nosotros a pesar de tener el dinero suficiente para ir, no teníamos el tiempo que requería.

Mi padre trabajaba en una ferretería industrial, y mi madre era dueña de una empresa de perfumes, que aunque no era muy conocida, daba bastantes ingresos.

Cuando murió mi madre, decidimos que mi padre se haría cargo de la empresa, al menos hasta que yo hubiese terminado de estudiar.

En septiembre yo empezaría la universidad, así que quería aprovechar este verano para disfrutarlo al máximo, pero al parecer mi padre tenía otros planes en mente; nos iríamos al pueblo de mis abuelos, Pietrapertosa, tres días después de que terminaran las clases.

En cierto modo el viaje me pilló por sorpresa. Yo sabía que mi padre no quería perder la relación con mis abuelos, pero no esperaba que llegase a más de cuatro o cinco llamadas por teléfono a la semana y alguna videollamada en fechas señaladas.

Mi padre era un hombre muy familiar dentro de su propio círculo, es decir, mi madre, él y yo. Mis abuelos paternos fallecieron antes de que yo naciera, y mi tía, Victoria, estaba perdida en su mundo de viajes constantes. Hace diez años se casó con Clara, una mujer que se había ganado muy bien la vida, así que simplemente no les hacía falta trabajar y se pasaban los días recorriendo el mundo sumergidas en su amor, o eso creo.

Cuando mi padre me dio la noticia no supe cómo reaccionar, nadie diría que no a unas vacaciones totalmente gratis en Italia, pero eso de ir a un pueblo por ahí perdido, no me emocionaba demasiado. De todas formas, a mi padre no le importó mucho mi opinión, él decía que este era el último verano antes de que yo fuese totalmente libre y tomase las riendas de mi vida -no le faltaba razón, yo cumplía dieciocho en noviembre-, por lo que quería asegurarse de que viese a mis abuelos antes de desaparecer como mi tía.

No lo malinterpretéis, él quiere mucho a su hermana, e intenta mantenerse en contacto, pero a veces es demasiado difícil y simplemente recibimos alguna postal de algún país perdido que ni sus habitantes conocen sus recovecos.

✖️✖️✖️

¡Holaa! Como ya os dije este capítulo es bastante cortito. Os prometería que los próximos serán más largos pero no lo sé, la verdad. Aún tengo que terminar de acostumbrarme.

Besitos beibis. :3

Amore mio. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora