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Bastian
Infusiones e indignaciones.
El teléfono fijo de la habitación me martillea en el oído. Maldición.
- ¿Hola? – contesto adormilado, pero mi cabeza está que se me explota.
Si tan solo no me hubiese bebido medio bar anoche, hoy no estaría así.
-Señor Bastian, disculpe las molestias, pero llamo para avisarle que aquí hay una chica que lo busca... – anuncia la recepcionista del hotel y corto la comunicación.
No es necesario que termine de hablar para saber de quién se trata.
Maldita sea Helena y los tours que se me dieron por contratar. Quería un viaje para relajarme, salir de la maldita rutina que me agobia y olvidar por unos días la familia que lamentablemente me tocó. Pero no, me gané un maldito dolor de cabeza. «Pero debes admitir que ese dolor de cabeza se ve bien.» Me recuerda mi conciencia.
No puedo negar que en un principio Helena me llamó la atención, por más de ese horroroso uniforme. Pero verla ayer con ese top que, para mi suerte, resaltaba sus dotes, y esa pollera de infarto, me confirmó mi idea de viajar al destino que ella quiera.
«Me asocian con el fuego que adorna el averno, y si es así, quiero enseñarle a jugar y quemarla en el trayecto.»
Tengo en mente hacer de estas vacaciones, un juego inolvidable para todos. No importa lo que suceda, el efecto mariposa que provoque o el caos que se me venga encima luego, solo quiero jugar un poco y reírme después.
Me levanto de la cama y, primero que nada, ingiero una píldora para el centellante dolor de cabeza que me pone de peor humor.
Decido por tomar una ducha y optar por ropa cómoda, una remera negra y un pantalón del mismo color, simple y efectivo. Como siempre, coloco mis anillos en mis dedos pulgar, índice y del medio.
Debido a que le prometí a la castaña que hoy podría comenzar a hacer su trabajo oficialmente, saco mi maleta y guardo todo lo que compré y la ropa que saqué en los dos días que estuve.
Sin más que hacer en aquella habitación de hotel, me encamino a recepción arrastrando mi maleta, pero antes que pueda dar el último paso que me sacaría de aquellas cuatro paredes, mi celular suena en mi bolsillo trasero.
«Si tan solo hubiese hecho lo que le dije a Helena y lo hubiese tirado a la basura.» Me regaño.
Saco el aparato y el nombre de Sophia adorna la pantalla de inicio. Resoplando y sin ganas de escucharla, apago el teléfono y lo dejo sobre la mesada de la habitación.
Ahora sí, chau comunicación... y hola vacaciones.
Cierro la puerta y me encamino a recepción. Una vez las puertas de acero del ascensor se abren, alzo el mentón y me encuentro con aquella cabellera castaña y su horrible uniforme.
«Debería ser pecado obligar a alguien a usarlo. Es tan feo.»
-Helenita. – pronuncio con una sonrisa en mi boca cuando llego a ella.
-Bastian. – corresponde a mi saludo cordialmente.
-Entonces, ¿A dónde me llevarás?
-Tenía pensado comenzar con un destino cercano y turístico, pero a la vez tranquilo.
- ¿Y ese lugar es?
Intento actuar de la forma más sarcástica y egocéntrica posible, pero ella simplemente ignora todo e intenta hacer su trabajo lo mejor posible. Ay, Ma chérie, no sabes cuánto van a cambiar las cosas.
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Conozcámo(NOS)
Romance¿Ella? Ella era una simple chica, soñadora y con ideales a un buen futuro. Trabaja para conseguir sus objetivos y en ello deja sudor y lágrimas. ¿Él? Él es un chico engreído y con muchas oportunidades, pero aun así desea escapar de su vida, y la me...