Anduve con mi skate por las transitadas calles de la ciudad. Hacía frío, lo cual me agradaba en cierto modo, pero como todo en aquella época, no dejaba de molestarme. Seguí mi camino en dirección de aquel viejo parque donde el dinero solía desaparecerle mágicamente a la gente. Nadie, salvo yo, discernía el porqué de aquello.
Cuando hube llegado, me escondí tras lo matorrales, cerré los ojos, respiré profundamente e hice fuerza. Sentí un cosquilleo recorrer todo mi ser junto a un pequeño pinchazo en el estómago y sentí como la invisibilidad se apoderaba rápidamente de mí. Abrí los ojos y, al buscar con la mirada mis manos, no las encontré.
<<Perfecto>> -Pensé.
Salí de mi pequeño escondite en busca de mi siguiente víctima. Recorrí el parque tranquilamente, intentando no chocarme con nadie pues ellos no podían verme, y buscando alguien con apariencias de dinero. En esto, encontré un señor alto y bien vestido acompañado de su mujer e hijos que jugaban tranquilamente en el húmedo césped. Sonreí y me acerqué sigilosamente a ellos. Los dos niños se encontraban jugando a pasarse una pelota y, por simple diversión, les mandé la pelota a donde la vista no alcanzaba a ver.
Lo bueno de aquello, fue la imprudencia de los padres de dejar sus cosas sin vigilancia. Me acerqué rápidamente y rebusqué la cartera. La hice invisible junto a mí y me encontré con bastante dinero, lo cual me daría de comer bastantes días más y, de paso, me daría la oportunidad de hacerme el tatuaje que quería.
Salí corriendo de allí volviendo a mi estado normal tras el matorral. Recogí mis cosas, las cuales había dejado allí anteriormente y me monté nuevamente en mi skate dirección a algún sitio que me diese de desayunar. Aquel lugar apareció varios minutos después en forma de Starbucks. Sonreí y entré hambrienta. ¡No comía desde la cena!
Al entrar y colocarme en cola avisté a un chico observándome descaradamente. Se encontraba sentado junto a su novia en una de las mesas, y con un café entre las manos. Tenía el pelo castaño claro rapado por ambos lados del rostro y el resto en forma de cresta. A este le acompañaban unos preciosos ojos azules de esos que parece pueden ver más allá de las cosas físicas y unos brazos bien marcados.
<<Es mi día de suerte.>>
Hice mi pedido mirándole de vez en cuando y, al tener mi bandeja, me senté en una mesa algo alejada de él. Podía sentir sus ojos clavándose sobre mi cuerpo y la mirada celosa de su novia.
Tras terminar mi desayuno, apunté mi teléfono en un papel y, mirándole seductivamente, la dejé notablemente sobre la mesa. Antes de salir me aseguré de que iba en busca de mi número, algo que no tardó en hacer en cuanto me hube levantado de mi asiento. Había picado.
Caminé por la calle, feliz de lo bien que podían llegar a irte las cosas, dirección a mi acogedora casa. Sin embargo, estaba cansada de ver siempre las mismas calles, por lo que tomé otro camino.
<<Dentro de poco volveré a mudarme, esta ciudad ya me aburre.>> Pensé mientras doblaba una esquina.
Y quizás la suerte o quizás el destino me hizo toparme con un lujoso chalet que, obviamente, debía tener mucho dinero en su interior. La tentación era grande y mi fortaleza casi inexistente, así que me adentré a la casa. No escuchaba ruido alguno en su interior así que supuse que no habría nadie en ella, por lo tanto no me molesté en hacerme invisible. Anduve en busca de algún monedero o caja fuerte, algo en lo que hubiera mucho dinero junto hasta toparme con una pequeña caja demasiado bien escondida en el armario.
-¡Mierda! -Grité al tirar un hermoso jarrón sin darme cuenta.
-¿Hola? -Escuché decir desde el piso de arriba.
Segundos después ya se escuchaban pasos bajando apresuradamente las escaleras. Me hice invisible lo más rápido que pude y me tapé la boca para no hacer ruido con la respiración. Una chica rubia de más o menos mi edad entró al salón alarmada mirando hacia todos lados hasta toparse con el jarrón roto. Me alejé silenciosamente de ella pues temía que chocase contra mí en un tonto descuido.
-¿Hola? -Volvió a decir ella respirando agitadamente.
La rodeé con sumo cuidado con la intención de salir por la puerta, pero su siguiente idea fue dirigirse a ella y abrirla. Mientras ella miraba a los alrededores de la casa, yo buscaba una manera de salir de allí sin ser escuchada.
<<No vuelvo a robar en un casa jamás.>>
-No importa, Blake -Se dijo a sí misma-. Seguro que ha sido una tontería y no hay nadie en la casa.
✖️Chris en multimedia✖️
✖️Seguidnos a Triana y a mí en nuestras cuentas personales (gxxdgirl_ y Lola1961 )✖️