El frío no me deja dormir, hace ya semanas que me congelo por las noches, pero nunca había sido una sensación tan extrema.
Cambio mi posición en busca de algo más de comodidad, quizá esto me devuelva el sueño.
No sé que hora es, solo sé que hace ya tiempo que el sol ha caído, y la luna llena resplandece sobre la ciudad.
Pocos aprecian la belleza de la noche, pero yo durante estos últimos años he tenido mucho tiempo, durante las horas de insomnio, de percatarme de su hermosa oscuridad.
Cierro los ojos fuertemente con la esperanza de que mañana sea un mejor día en cuanto a limosnas, ya que hoy han sido escasas.Cada año la gente me da menos dinero, seguramente sea, porque antes tenía una cara más angelical y les daba pena. Los años dejan huella, aunque este en plena juventud, ya no soy aquella niña rebelde de 18 años con ganas de comerse el mundo. No conservo aquel cuerpo ni aquella cara inmaculada. La falta de nutrición y el alcohol también han ayudado a mi pérdida de facultades.
Despierto la mañana siguiente con los primeros destellos de luz. El tránsito de la calle es escaso, por lo que deduzco que aun no son las siete de la madrugada, aunque faltará poco.
A esa hora empiezan los atascos, las bocinas y los sonidos estridentes de los coches.
El aire empezará pronto a contaminarse aún más, si cabe, y costará respirar cada vez más.Es la rutina de mi día a día y la conozco de pe a pa, como es lógico. A partir de las nueve, más o menos, tomó mi posición de siempre y espero a que la gente pase. He calculado que, al menos una de cada cien personas me da algo de dinero, de media unos veinte céntimos, pero algo es algo. No hay otro remedio, tengo que sobrevivir.
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Sobrevive
General FictionCuando lo has perdido todo, solo te queda la dignidad y la autoestima, pero pocas veces se salvan. Esta historia trata sobre la lucha por mantener estos principios.