Prologo.

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Joder

Estaba llegando tarde al trabajo.

Me esperaría una larga reprimenda por parte de mi jefa por mi falta de dedicación -como a ella le gustaba decir- en el área laboral.

Busque rápidamente el café que previamente me había preparado y salí prácticamente volando de mi departamento. Tomé un taxi y me dirigí a la editorial.

Para mi suerte había un atasco infernal y se veía que tardaría horas en disolverse. Tomé un par de billetes de mi cartera y se los pasé al conductor. Quedaban pocas cuadras para llegar al edificio y caminando quizás llegaría a tiempo para la reunión semanal.

Con el café hirviendo en mis manos salí chocando con la gente tratando de abrirme paso para llegar.

Ya podía sentir la voz de chillona de Jenny llamarme desde su despacho para poder echarme en cara mi tonta impuntualidad. Mierda, lo que me faltaba.

Empecé a celebrar mentalmente al darme cuenta que solo faltaba una cuadra para llegar cuando sentí un líquido literalmente hirviendo quemar la piel de mi pecho.

Solté un grito junto a muchas malas palabras. Esa mierda estaba realmente caliente y podría jurar que sentí como mi piel burbujeaba.

Bajé la mirada y vi el desastre que ahora era mi ropa. ¿Cómo iría a trabajar así? Jenny no me dejaría en paz si me ve toda manchada por café.

—Lo lamento tanto, no fue mi intención.— Una voz ronca y varonil  causó que mi ira aumentara. Estaba a nada de cometer un asesinato.

Lista para arremeter contra el infeliz que arruinó por completo mi día, levanté la mirada y vi al causante de todo.

Era un hombre realmente alto. Tenia la tez palida, sus ojos eran de un bonito e intenso verde, tenía una mandibula cuadrada muy atractiva la cúal estaba adornada por una incipiente barba que le daba un toque muy masculino. Sus labios eran finos y rosados, totalmente besables...

¿Qué? Joder, ya estaba volviendome loca.

Detuve mis estupidos pensamientos y le lancé mi mejor cara de odio al atractivo hombre.

—Amigo, deberías de fijarte por dónde vas.— Lo reñí como una madre a su hijo pequeño.

El hombre abrió los ojos en desconcierto y alzó ambas manos.

—Oye, tranquila. Estaba tomando un par de fotografias, no me fijé en ti.— Se defendió con el ceño ligeramente fruncido. me quede observándolo por un momento.

En su cuello colgaba lo que parecia una muy costosa camara fotografica. Al parecer decía la verdad y vamos, que yo estuviera teniendo un mal día no significaba que debía ser una total perra con el hombre que me veía comi si estuviera loca.

—Ya, está bien, al parecer ambos estabamoa distraidos asi que no culpemos a nadie.— Le tranquilicé con una media sonrisa de mi parte.—; igual ya iba llegando tarde— me lamenté.

Mi día iba de mal en peor. Yupi.

Jenny me gritaria durante una hora, seguro me despedirian, mi vestido estaba totalmente arruinado, no tenía dinero para tomar otro taxi y no era una opción el presentarme en este estado a mi trabajo.

Estaba a punto de echarme a llorar en plena calle cúando el hombre volvió a hablar.

—Permíte que te lleve a alguna tintoreria para que puedan arreglar tú vestido, es lo mínimo que puedo hacer tú café se derramara.— Sus mejillas se tornaron de un color carmesí y me pareció lo más adorable del mundo. Era raro ver a un hombre sonrojarse a estas alturas de la vida.

Siempre has sido tú. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora