Todo el tiempo siempre me había preguntado si en realidad yo estaba totalmente loco por escuchar esa voz de manera permanente en mi cabeza. Aquella que me susurraba al odio como si fuera una melodía macabra inquieta y que sobre todo me erizaba la piel y se apoderaba totalmente de mis miedos. Llegaba a sentir que controlaba mi cuerpo y en realidad ¡así era! Aquella voz controlaba mi voluntad, mis deseos, mi todo, pero eso es algo que jamás me iban a creer y mucho menos a comprender, y fue por ello que nunca quise decirles lo que en realidad me había sucedido.
Todo empezó aquella noche cuando mi madre me había otorgado que le realizara un mandado urgente, tenía que llevar a vender un jarrón de agua miel al pueblo a cambio de azúcar, café y pan. Y es que en esos momentos éramos demasiado pobres y a penas y nos alcanzaban los centavos para medio merendar y sobre todo para comer. Me apresuré con mis jarrones totalmente llenos, aquella tarde había raspado suficiente agua miel en los magueyes del campo. Tomé mi burro y caminé a toda prisa, pues la noche se acercaba y apenas me daría tiempo de volver antes de que el sol se ocultara.
Cuando la tarde está a punto de caer, los viejos caminos de los campos se vuelven silenciosos y solitarios, tanto así que a veces se siente como si algo nos vigilara al atravesar al camino que llegaba al pueblo. Esa tarde eran aproximadamente las 6 pm, podía saberlo por el color del sol en el horizonte, animales como conejos, ardillas corrían a sus refugios a esperar la noche y uno que otro campesino como yo iban de regreso montados en sus mulas.
_ Pero muchacho ¿a dónde vas estas horas de la tarde?
_ Buenas tardes don Simón, debo ir al pueblo a cambiar estos jarros de agua miel.
_ Pero no vez la hora que es, no te dará tiempo de regresar antes que se oculte el sol y no es bueno que vuelvas de noche por aquí solo.
_ Lo sé don Simón, pero necesitamos pan y café o no merendaremos hoy. Debo ir, pero prometo que me daré prisa.
_ Está bien muchacho, ten mucho cuidado. Yo te acompañaría, pero debo ir a ver a mi mujer que anda un poco enferma. ¡Bueno ya date prisa!…..
Don simón se notaba un poco preocupado por mí, yo sabía en realidad que los caminos de noche eran tan fúnebres como un cementerio y no podía negar que si tenía un poco de miedo en regresar, pero pensaba en que ya no teníamos ni siquiera un pan para merendar y sinceramente ya tenía yo mucha hambre.
Tratando de olvidar un poco lo que sentía, me apresuré a llegar al pueblo para hacer el cambio por los productos que necesitaba.Cuando por fin había terminado el sol apenas y se lograba apreciar, la noche estaba cayendo en su totalidad y ésta vez no podía contar con el brillo de la luna, al parecer estaba oculta.
¿Dónde está aquella luz que alumbra en ocasiones la oscuridad de la noche? Pensaba un poco preocupado
En esos momentos me sentía muy solo y con un gran temor que se fue apoderando de mí poco a poco, no quise preocuparme, más bien apresure el tiempo que tenía para realizar mis compras.Cuando al fin había terminado, por descuido no me había dado cuenta al salir de la tienda que ya estaba totalmente oscuro. Miré para un lado y para el otro y en ningún momento alcanzaba a mirar el brillo de la luna y era extraño, ya que la noche anterior había sido luna llena y estaba tan hermosa y sobre todo brillante que se podía apreciar el campo en la oscuridad.
No perdí más tiempo y tomé las riendas de mi burro Vicente y lo monté para poder ir más a prisa. ¡Ándale Vicente, vamos! Le decía para que caminara un poco más rápido, pero extrañada mente sentía como si no lograra avanzar nada en el camino que estaba totalmente cubierto por la oscuridad. La respiración de Vicente era cada vez más rápida, como si se esforzara por avanzar en medio del camino que parecía eterno, pero a pesar del tiempo que llevábamos caminando no lograba apreciar las primeras chozas del campo, lo que me hacía pensar que aún estaba muy lejos de mi hogar.Ruidos extraños comenzaron a danzar sobre mis oídos, aquellos que te erizaban la piel con solo escucharlos. Yo estaba seguro que eran de los animales del campo, pero entre ellos había un chirrido que me daba un terrible escalofrío. Primero se escuchó un poco tenue, como si este estuviera muy muy lejos. Después en pocos segundos se fue haciendo mucho más claro y fuerte que Vicente comenzó a inquietarse y ya no quiso avanzar más.
_ ¿qué te pasa Vicente? Vamos que ya es muy tarde
Le solté un par de látigos a mi burro para que me obedeciera, pero era inútil, él no se quiso mover para nada y las pupilas de sus ojos estaban totalmente dilatadas. La actitud de mi burro me dejaba pensar que estaba totalmente asustado y no era para menos, ya que yo estaba igual. Di un respiro escuchando mi propio pecho totalmente agitado y tragué un poco de saliva para seguir dándome valor y obligar a Vicente a seguir el camino.
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Historia de Terror y Miedo
KurzgeschichtenEste libro es creado para personas que les guste las cosas de terror no apto para cobardes