La reina decide morir

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Fue en una de esas ocasiones en las que estaba riéndome plácidamente con una de mis más cercanas amistades que lo decidí, bueno, tal vez no fue precisamente en ese momento, más bien fue después de gozar y sonreír todo el día.

Vivir no tenía sentido, no para mi ¿Qué caso tiene? Despertar todos los días con la certeza de que tengo que planear como serán mis carcajadas, si sonreiré de manera suave o enseñaré todos los dientes, fingir cansa, aburre. Duele.

Y despertar con mi ser agonizando en tristeza al borde de un mar de lágrimas era aún más doloroso, diría que insoportable, pero si no pudiese con el sentimiento, no habría llegado hasta aquí ¿no es cierto? eso me hace un poco más fuerte.

Me sentía un poco mal, se espera que como la gobernante suprema de toda esta nación, mi amor por el pueblo sea más que suficiente para mantenerme en pie, porque tengo un propósito de existencia, un deber con y para mis súbditos, está en mis obligaciones continuar.

Pero no puedo seguir así.

Por eso, cuando el anuncio de mi enfermedad incurable llegó a mis manos y oídos, yo estaba resignada mientras mi médico personal contenía las lágrimas de angustia tratando de explicarme qué encontraría la manera de prolongar mis respiros para que Arastia no despertara un día sin reina, yo tuve que sonreír pidiéndole calma, pues cuando me fui a dormir observé al altísimo techo de mi habitación y me pregunté si alguien allá arriba había visto y entendido mi agonía como para marcar un final para mí, cerré los ojos y agradecí en silencio, también me disculpé por no ser  lo suficientemente valiente y dura para continuar con mis obligaciones, pero quería que las personas que tanto me adoraban se enteraran de que lo intenté.

Que sepan que me aferré desesperadamente a la vida y a mí propósito en ella, que lloré escondida y en silencio para no preocupar a nadie y que busqué la manera de tener al menos momentos de felicidad para no sentirme tan vacía.

Lo intenté, fracasé y ahora lo que más deseo y necesito es descansar.

Espero que nadie lamente mi decisión, al menos no por mucho tiempo.

Y a tí, mi amado Kenan, te deseo pura y plena felicidad, que tu vida se sienta tan infinita como los números y el universo, que tus alegrías sean tan frecuentes como tu sincera sonrisa y que tu corazón lata tan rápido como en aquellos días en los que decidiste amarme.

Te amé hasta que mi historia llegó a su fin y si mi alma renace en un nuevo cuerpo, volveré a amarte porque no le pertenecí a nadie más, nunca como a tí.






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Arastia es un país que vive en armonía gracias a su reina.

Évane lleva poco tiempo en el trono, es bella, el perfecto ejemplo de lo que una mujer líder representa, promueve la esencia de un hogar fuerte y un matrimonio perfecto. Una vida plena.

Pero Évane no es feliz, por esa simple razón, ha decidido morir.

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