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Todo el salón del trono era un caos, lleno de sofocantes feromonas, olor a sudor y un obvio temor sembrado en las mentes de los presentes. Susurros, discusiones y gruñidos no hacían más que aumentar, así como la pesadez y la incomodidad. El rey discutía con sus concejales en un arduo debate que trataba de llegar a una solución, a la vez que el general del ejército real replicaba con el segundo príncipe sobre las estrategias de batalla.

Por más que argumentaran, replicaran y se contradijeran unos contra otros, no podían ni firmar una maldita orden. Lo único que todos compartían en esos momentos era la desesperación, el miedo y el pánico desde que una carta ensangrentada había llegado a manos del rey.

Era apenas una hoja de papel quemada de una esquina con un mensaje escrito seguramente con sangre, al principio les había costado leer y comprender por lo mal escritas que estaban las palabras. Quizá ahora desearían no haber recibido tal noticia: "La bandera negra ha sido clavada en la tierra bendita, el campo ha sido maldecido y Eldarc ha caído".

El país del Este, que antes se regocijaba de ser la nación más fuerte y poderosa en comparación de los otros dos países de Ylil, con una organización militar envidiable, letal y capaz de masacrar a quienes osaran invadir sus tierras con intenciones hostiles, el reino que era el orgullo de todo el continente no eran más que cenizas ahora.

Habían sido humillados y derrotados en una batalla que apenas había durado 12 horas. Sus tierras estaban cubiertas de la sangre de sus soldados, su palacio había sido quemado y el principal arsenal de armas de todo el maldito noroeste ahora estaba bajo el control del enemigo.

Eldarc había sido masacrado, de la misma forma que Enots Noom no hace muchos meses.

—Su Majestad...—con la frente en alto, obviamente desesperado, un lord habló—la orden al final de la carta del rey Min es clara. No importa que tanto nos esforcemos en hallar la respuesta que esta frente a nuestros pies...mi señor, hay que hacer caso a la petición del príncipe, solo así podremos...

El hombre no había terminado de hablar cuando el monarca, enfurecido por sus palabras, lo tomó por el cuello y lo estrello contra una pared cercana. Sus ojos ardían en furia, sus feromonas comenzaron a marear aún más a los demás y sus colmillos amenazaron con desgarrarle la garganta al pobre lord.

— ¿Entonces sugieres que entregue a mi único heredero a ese maldito? ¿Cómo te atreves si quiera pensar en entregar al futuro rey a ese bastardo malnacido? ¡Su vida es cien veces más valiosa que la tuya y la de esos bastardos! ¡¿Lo entiendes?!

Volvió a estrellarlo contra la pared con el doble de fuerza, el lord suplico por su vida cuando sintió la sangre deslizarse por su boca y su garganta a punto de ser destrozada por el Alfa. El rey lo soltó solo para desenvainar su espada y decapitarlo él mismo ante la atenta mirada de todos.

Pero él y todos los presentes sabían que ese hombre tenía la razón. Desde el inicio de la guerra, la amenaza del autoproclamado Emperador era conocida por todos. Solo una vida debía serle entregada para que las matanzas terminarán, después de todo, era su cobro, su voto de venganza.

— ¡No quiero escuchar nada semejante de hoy en más o todos serán decapitados! ¡El arsenal debe ser recuperado, sin importar el método! ¡Acaben con este asunto de inmediato o tirare el palacio sobre sus cabezas! —amenazó con voz firme.

Abandono el salón con pisadas fuertes que seguro hicieron el suelo temblar. Detrás del rey le siguieron el segundo príncipe y el general, aun tensos y un poco temerosos de que el imponente Alfa se giré y los asesiné a todos.

El general, así como los demás lores y concejales querían acabar de una vez con esa estúpida guerra, podían terminar con ella en un parpadeo, aunque significara romper sus sagradas leyes y enterrar su orgullo como país y como Alfas por el culo, era la única forma.

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⏰ Última actualización: Jun 02, 2023 ⏰

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