El frío de la guerra.

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1943
Berlín - Alemania

Mikasa no recuerda su pasado, pero quisiera para olvidar su presente y distraerse de su incierto futuro. La carreta estaba llena de cadáveres y si no se portaba bien, sería uno de ellos. Los puede ver desde las rendijas de la carreta conjunto al olor fétido.

Lo único que tenía era un kimono de mala calidad para protegerla del frío otoño y las cicatrices en su cuerpo. Tiene los idiomas que ha aprendido en su viaje por el mundo. Su lengua madre es Japonés pero recuerda que  si vivió ahí , luego chino; porque vivió ahí por 3 años arrastrada por las provincias más pobres. Luego otros 3 años en la India aprendiendo Francés e Inglés para mudarse de Turquía y recorrer un largo camino a Europa. Ahora tiene 20 años.

Todo ese camino había sido en vano, nadie la quería pero todos rozaban de su compañía. Una Japonesa, una China, Filipina; Mikasa era una esclava sin patria. Se consideraba afortunada de ser con siderada una prostituta, porque no era así. Muchos hombres la tocaron pero jamás la mancillaron, aun cuando pensaron que sí. A su edad era difícil creer que era virgen y su precio bajaba considerablemente al punto de ser vista como un regalo de poco valor pero con una extraordinaria belleza. Todos sus dueños la veían como una maldición y se alegraban cuando se deshacía de ella.

Las cosas se hicieron más difíciles cuando empezó la guerra, todos querían prostitutas más no esclavas de las cuáles ocuparse. Sobre todo si era una de sus enemigos, si era del país de Oriente y nadie la querían. No querían nada con ella. El nuevo dueño era un hombre sin empatia  pero igual de todos como todos, que la compró por unos miseros centavos.

Mikasa veía la ciudad con su exquisita arquitectura y sus pobladores de alta cuna. Varios militares que se amontonaban a beber. A veces ella solo teniaun manojos de sueños que la ayudaban a disociar el hambre, el frío y la miseria. En esos sueños era una princesa, tenía ropa de encaje y seda. Comía todos los días en un palacio y su príncipe la besaba en la frente.

Es gracioso que ella, en su situación pensará romántica mente sobre los hombres, pero esa fue la educación que escuchaba. Cuentos sobre príncipes que recataban princesas de malvados seres, así que quería uno de esos hombres apuestos en su fantasía. Volvía a la realidad y no había ninguno de esos príncipes.

La carreta entró en el patio de un edificio elegante.

-¡Bájese! -Gritó el proxeneta.

Las otras mujeres bajaron, había mujeres de todas las edades y nacionalidades. Una niña de 14 años no paraba de llorar, MIkasa trató de tomarle la mano pero está la rechazó.

Lo normal era hacer una fila para entrar, pero ellas esperaban una camioneta. La carreta era para las esclavas de baja categoría y el auto para las mejores. La oriental recuerda  cuándo era una de ellas, lloraba tanto hasta que su dueño la golpeaba. Usaba mejores ropas y su piel estaba intacta, el cabello era ligero. Ahora su larga cabellera era un peso que no tenía el lujo de cortar.

Una vez adentro, se dio cuenta que éste burdel o mercado era frecuentado por militares, varios de hecho que adornaban el papel tapiz rojo con el humo de sus cigarros. Música ligera sonaba de fondo con forme las prostitutas bailaban. El vestíbulo de las chicas estaba detrás de aquel salón, hubo una selección.

-¿Que es está cosa?- Pregunto el hombre que sostenía su mentón con rudeza.

-Mikasa, 20 años.

-Tienes el aspecto de una prostituta, pagué muy poco por tí así que no eres tan pura. Todavía eres bonita, te revenderemos a un mejor precio.

-¿No estaré en la subasta? -Preguntó con una mirada sin vida.

-No, las personas de hoy serán importantes. Eres muy poca cosa para ellos.

Luego de aquello, fue enjaulada en una caja de barrotes, a lado de otros "productos". Según algunas de esas mujeres irían a Rusia y ella se Preguntó si debía aprender otro idioma.

El escenario estaba sobre la bodega y podía escuchar todo. Ofrecieron mucho dinero, los Alemanes eran muy soberbios y no se dejaban ganar en la subasta
Una vez terminada,  Mikasa esperaba dormir un poco y volver a su infierno después.

Pero no pudo dormir esa noche, no por la incomodidad de la jaula, el frío o los empleados descarados. Un muchacho era culpable del insomnio, en esta vida se debía tener el sueño ligero; la miraba con sus ojos verdes intensos. Esa mirada que solo tienen los que vieron la muerte, tal vez le tenía lastima. Lo que sea, Mikasa no dejó de verlo con pavor y a la vez le pedía auxilio a pesar de perder la esperanza de ser rescatada. El hombre tenía el cabello largo café recogido en una cola, vestía un uniforme militar con varias medallas y reconocimientos, en lugar de corbata usaba una bufanda roja. El sólo la miraba en ella, casi como si quisiera ver su alma.

-¡Señor Jaeguer! - Gritó el dueño. - Estás son mujeres de baja categoría, no son dignas de usted. Si quería una acompañante pudo haber pedido cualquiera, si quiere puedo darle a cualquiera de las subastadas. Asumiremos las consecuencias. Se la daré sin costo, un hombre de su posición merece lo mejor. Aún que me confunde, es un hombre tan noble y recto como usted visite estos "lugares" .

-Se equivoca, yo no soy nada eso. He matado más gente de la que usted cree.

Mikasa estaba aterrada en cuando escuchó eso, prefirió abrazarse así misma en la esquina más alejada del hombre.

- Bueno ejem... -El hombre estaba incómodo mientras Jaeger seguía mirandola, meditando algo en su cabeza silenciosamente. - Si me permite, yo puedo conducirlo por otros especímenes de su categoría...

-La quiero a ella. -Dijo en corto si dejar de mirarla en un escenario tan gris. - Puedo pagar por ella a cualquier precio.

-Oh no, no le haría tal vergüenza. Es una prostituta que no vale nada, es un regalo para usted. El héroe: Eren Jaeger.

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