VII

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Jhon Watson, uno de los psicólogos estadunidenses más importantes del siglo veinte, teorizó que nosotros somos perfectamente programables, que todos nuestros gustos y aberraciones son simplemente una programación de la familia y/o sociedad. Que somos igual que una paloma, un perro u otro animal.
Y en lo personal comparto, pero al mismo tiempo no, su afirmación.

«¿Por qué?» te estarás preguntando, he aquí mi respuesta: En lo personal creo, es más estoy segura de ello, que todos en el fondo llevamos algo de malo y bueno, unos más que otros pero el punto aquí es que todos, absolutamente todos, lo llevamos. Recordemos que la maldad no es sólo actuar en contra del prójimo, en realidad una persona mentirosa lleva maldad dentro, una persona vaga, cínica, envidiosa, amargada, en general cosas negativas digamos. Todo lo negativo es malo en lo que a mí respecta. ¿Ves? Todos llevamos algo de maldad dentro, y es este el punto que muchos deciden sorpasar y el que muchos no se atreven o no pueden cruzar, ¿por qué? Porque en ellos la bondad, lo bueno, lo positivo, es superior por mucho a lo negativo, hay como un punto de control dónde lo dulce supera lo amargo, y si lo dulce supera lo amargo sabemos lo que se obtiene al final.

Sabemos que hay personas que son persuadidas a realizar actos aborrecedores, también están las que se acostumbran a ellos desde que son criaturas porque así los adultos se comportan, también están las que nacen en un ambiente lúgubre y crecen con la errada convicción de que el mal que están haciendo en realidad está bien, o solo no está tan mal. Y a ellas, como es justo, se les puede aplicar el concepto de Watson. Pero, y todos lo sabemos, están esas personas que no necesitan haber vivido algún trauma familiar o haber crecido en una familia/lugar distorsionado para cumplir con dichos malos actos, simplemente les nace como una segunda personalidad, a otras como una segunda piel y a otras, aún peor, como una necesidad vital. Así que en lo personal sé que no siempre somos una programación de la familia y/o de la sociedad; no siempre debe haber ese antecedente que excuse o sea el porqué del presente

Jimin, el chico que no sabía como controlar ciertas veces sus emociones, se reflejaba en el segundo concepto. Él, hiciera lo que hiciera, nunca se había visto, se veía o se vería como la víctima y programación de su familia. Primero porque cuando todo comenzó supo lo que era un no y lo que era un sí. Él nunca fue obligado o persuadido, se decía a sí mismo, que si alguien ahí tenía la culpa de cómo era, no había nadie más culpable que él mismo. Está bien que era un niño y cabe la alta probabilidad que adultos o personas competentes dijeran lo contrario (como ya dicho en capítulos anteriores), pero él no podía. A veces intentaba ver la víctima en él y no la encontraba, tanta era la búsqueda que terminaba cansado, es más, él siempre finalizaba su búsqueda afirmando que solo era su cerebro, su persona y su corazón buscando aquí y allá en el encuentro de la excusa perfecta. Muchas veces, por enfermo que fuera, él imaginaba un mundo donde él era una verdadera víctima y papá un abusón, un ser maligno que abusaba de su cuerpo, persuadía sus pensamientos y arrancaba todo rastro de inocencia sin su consentimiento. Interminables de veces lo deseó, deseaba cambiar el título de la historia, quería pasar de ser “El hijo que desde hace ocho años disfrutaba del sexo con papá” a ser “El niño que vivía siendo abusado por papá”.

¿Por qué lo deseaba tanto? se preguntaba. Tan rápido como llegaba la pregunta se daba un respuesta: quieres sentirte menos mierda de lo que eres, menos depravado, quieres ser la víctima para que tú subconsciente deje se señalarte acusador. Preferirías ser el ser miserable que deja una moraleja en el cuento. ¿Es que acaso no ves que eres el villano que lucha contra la moralidad?

—Soy un asco de persona—el susurro en una habitación oscura tocó las paredes blanca—¿Por qué yo...?

Jimin se levantó de la cama yendo directo al baño. Lavó manos y rostro antes de observar su reflejo desaliñado  al espejo, se cuestionó qué era lo le estaba sucediendo, desde cuándo se había convertido en una persona tan repugnante, tan sucia, tan perversa con el sexo que no le importaba incluso si era incorrecto lo que se encontraba detrás de la pantalla. No quiso pensar en ello demasiado, sabía que ese sería su propio encierro mental, si lo pensaba por poco más de lo "necesario" sabía que terminaría horas y horas cuestionándose el porqué de lo que acaba de hacer. A Jimin, en momentos como estos, le asustaba pensar en lo que podría convertirse o en lo que ya se había convertido, no estaba seguro. Era un chico de diecinueve años, lo que estaba bien y lo que estaba mal lo sabía, y en cuanto lo respecta, sabía que leer un artículo sobre cómo tener sexo con perros no podía ser tan malo si hecho con curiosidad, pero también era consciente que leerlo, excitarse y masturbarse mientras lo leía era algo horroroso, e incluso haber imaginado a Nemo, su mascota, era algo lo cual nunca se perdonaría.

—Lo olvidaremos—le susurró a su gato—Lo olvidaremos, lo olvidaremos, ¿me perdonas? ¿Lo harás verdad? ¿Sabes que no sería capaz de hacerte daño? Solo... Solo me he excitado más de la cuenta, lo siento mucho, Nemo.

El gato, con esos ojos zafiros, veía en Jimin con pupilas dilatadas. Jimin estaba intimidado, sintiéndose expuesto porque su amigo, su mejor amigo, lo observaba como si estuviera al corriente de lo que Jimin había hecho minutos atrás. Y aunque eso era imposible -o casi- para Jimin esa mirada cazadora eran varios pares de ojos mirándolo con repudio.

Jimin esa noche prometió nunca más volver a hacer una barbaridad como esa, nunca más, se dijo, volvería a leer algo parecido, y no solo porque le asqueada la idea de volver a vivir una situación similar, si no porque le aterrorizaba imaginar la persona en la que podía convertirse. En el fondo sabía que podría ser peor de lo que era, solo quizá, si le ponía el esfuerzo suficiente. De todas formas no era algo seguro, e igualmente no quería descubrirlo.

¿Podría ser peor su personalidad? Tal vez. Como aquella vez que vio fotos de niños desnudos de todos los sexos, las había encontrado en una página luego de investigar un poco sobre la pedofilia. Le fascinaba el tema, le fascinaba en particular ver el modo enfermo que tenían ciertas personas psicópatas, sociopatas o solo personas trastornadas cuando actuaban. El caso era que las había visto y algo en él se había encendido como fuego, entonces no pudo evitar tocarse. Pero si estás pensando que lo hizo con dichas imagines, o por el hecho de que las fotos reflejaban a niños, estás equivocado; la verdad fue que la excitación de Jimin había nacido por ver un cuerpo desnudo, tan simple y raro como eso. En pocas palabras, a Jimin no lo prendía quien o qué era lo que involucraba el sexo, solo con verlo directamente, oírlo o leerlo hacía que su lívido despertara. Y ahí también dependía de cómo se encontraba, ya que muchas veces incluso le aburrían cosas relacionadas con el sexo.

Obviamente no estaba bien, lo sabía, una persona en sus cabales no haría lo que él sí. Ante esa afirmación se regañaba, se torturaba mentalmente preguntándose qué sucedía con él, porqué había pasado de sentirse alguien normal a alguien que parecía haber salido de un manicomio de gente perversa, con gustos bizarros.

¿Necesitaba ayuda? Quizá, porque apenas tenía diecinueve años y fantasear con papá quién, a su vez, lo había llevado hacia fetiches más raros, no podía ser de alguien estable emocionalmente.

¿Pero si pudiera pedir ayuda que le diría a una psicóloga?

"Me gusta el porno de familias. Ya sabe, ese donde mamá se une al trío entre papá y su hijo" entoces sabía que lo miraría sorprendida y él se sentiría tan a gusto que continuaría "Me gusta ese porno donde papá y su hijo lo hacen al lado de mamá, donde haya esa remota posibilidad de ser atrapados infraganti" ella lo miraría y Jimin sabría lo que tendría que decir "Creo que todo esto me pasa por haber despertado mi sexualidad tan temprano o quizá solo sea mi esencia la que no está bien. Los niños y perros nunca me han gustado, ni de broma tocaría o pensaría en uno de manera sexual, pero una vez..." y él seguiría confesándose sin un freno "Todo tuvo inicio cuando comencé una cosa... ¿Cómo llamarla? ¿Una relación con papá...? Bueno, sí, eso, desde que tenía once años o diez, no sé, así que podría decir que llevo ocho años manteniendo una relación incestuosa padre e hijo. ¿Y sabe lo peor? Que nunca he tenido sexo con alguien fuera de él, es más, ni siquiera he dado mi primer beso realmente significativo. Es muy probable que nunca recuerde mi primera vez con él, ¿Que opina de todo esto, señorita...?"

Y sería ahí donde todo cambiaría, porque él no quería ni podía ir a pedir ayuda mientras una psicóloga lo miraba como si fuera él la víctima o un asco de persona, aunque era la primera opción que lo preocupaba realmente, además estaba papá y su comportamiento. Eso era justamente lo que temía y sospechaba: que su padre viniera acusado de abusador mientras él quedaba como un pobre niño inocente. ¡Y una mierda! decía Park, quería demasiado a su padre para acusarlo tan descaradamente, lo amaba como un hijo ama a su padre, como yo amo al mío y tú al tuyo, era un sentimiento de verdadero amor padre e hijo aunque hubiera esas veces de odio puro cuando le deseaba la muerte. No importaba porque luego su ira pasaba y él volvía a quererlo más que antes. En fin de cuentas no le sucedía aquello solo con papá, también sucedía con mamá y con Nemo. Él, el mismo que en ratos podía desear asesinarlos con sus propias manos, los amaba como lo único que tenía en el mundo, ¿daría la vida por ellos? Claro que lo haría.

Una Familia Feliz | Kookmin FINALIZADO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora