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Estaba lloviendo.
Pero tenía que seguir fingiendo. Dulce mantuvo la barbilla alta y los hombros erguidos. Estaba lloviendo en su vida profesional de modo que ¿por qué no iba a hacerlo en la realidad?

Ahogó un gemido. En realidad necesitaba aquel trabajo. Además de las propinas, contaba con un horario flexible que le había permitido trabajar por las mañanas en una pastelería que estaba a muy corta distancia del bar. Y teniendo en cuenta que la pastelería no tenía en su carta nada que costara más de cinco dólares y noventa centavos, las propinas eran mínimas. Y, desde luego, no le bastaban para mantenerse.
Y había tirado un trabajo por la borda por un hombre.

Tropezó con sus propios pies y estuvo a punto de meterse en un charco. ¿Alguna vez había hecho en su vida algo tan irresponsable? Desde luego, no por culpa de un hombre. Todavía se estaba preguntando qué hormona descarriada la habría llevado a comportarse tan impulsivamente y de qué manera podría ponerla bajo control.
Por supuesto, aquel hombre era estremecedoramente atractivo. Pero ningún hombre era más atractivo que una buena propina. Sobre todo cuando había cuentas pendientes que pagar.

Abrió la puerta de su Chevy, un coche de más de veinticinco años, y se deslizó en el asiento de cuero. Respiró la fragancia de aquel viejo vehículo mezclada con el olor a fresa del ambientador mientras sacaba las llaves del bolso. El sonido metálico de la lluvia contra el techo del coche era lo único que se oía... incluso después de que hubiera girado la llave en el encendido.
Ni siquiera una tos, o un aullido, o un gruñido saliendo del motor de aquel viejo vehículo.

Dulce intentó ponerlo de nuevo en marcha con los mismos resultados.
Apoyó la frente en el volante de cuero y cerró los ojos. Magnífico. Justo lo que necesitaba, teniendo en cuenta que acababa de perder su principal fuente de ingresos.
Oyó un golpe en la ventanilla. Se echó hacia atrás para observar la imagen borrosa que distinguía a través del cristal empapado por la lluvia. ¿Quién demonios era...?
Christopher. 

-¿Estás bien?

Más que oír su voz, leyó aquella pregunta en sus labios.
Dulce parpadeó varias veces. ¿De verdad estaba allí su psiquiatra, en medio de la lluvia, sin ninguna clase de protección y con las manos metidas en los bolsillos mientras se inclinaba para mirar en el interior del coche? Sí, era él. Y, en aquel momento, todo lo que había vivido en los últimos diez minutos mereció la pena.

Dulce abrió la puerta del coche y salió para colocarse frente a él. Christopher se enderezó y la miró con los ojos entrecerrados.

-¿Qué has dicho? -le preguntó Dulce. 

-Te estaba preguntando si estabas bien.

Dulce curvó los labios y recorrió su cuerpo con la mirada antes de mirarlo de nuevo a los ojos. 

-¿Teniendo en cuenta que me han despedido hace cinco minutos, que el coche no arranca y que por culpa de la lluvia mi camiseta parece casi transparente? Estoy de perlas.

Christopher bajó la mirada hacia sus senos. Dulce no tenía por qué mirar. No hacía falta ser profesor de física para saber que el algodón blanco y la lluvia la hacían parecer una aspirante a Miss Camiseta Mojada.
Pero no estaba preparada para el calor provocado por la mirada escrutadora de Christopher.
Lo rodeó para colocarse en la parte delantera del coche. Deslizó los dedos en el capó y tiró de él para abrirlo.

-Tú no sabrás por casualidad algo de coches, ¿verdad? -le preguntó.

El psiquiatra se acercó hasta ella y fijó la mirada en el motor.

-Lo suficiente.

-¿Y podrías ayudarme a averiguar qué le pasa a mi coche?

Christopher la miró; su mente parecía estar pendiente de todo, salvo de la situación del coche.

INDECENTE - Rescatada del foro DyC - Lau W. Cami. TDonde viven las historias. Descúbrelo ahora