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El tan solo era un muchacho talentoso que había pasado un momento demasiado difícil en la vida, su madre acaba de fallecer y tenía a su cargo a su hermano y una hermana que no controlaba la magia. El era todo un ejemplo en su colegio, acaba de terminar los estudios de mago y se veía con que tenía que cuidar a sus dos hermanos menores ya que sus padres habían muerto.

Seis meses había pasado desde la muerte de su madre y su hermana fallecía bajo sus propios ojos, a partir de ese momento su lucha y su único objetivo sería defender a los demás y darles la oportunidad a todas aquellas personas que lo necesiten. Pero su hermano pequeño jamás se lo perdono, le dio un puñetazo como última despedida.

Dos años después, ejercía de profesor en el que había sido su colegio la materia que enseñaba era Transformaciones, era su pasión al igual que encantamientos, aquel año los alumnos que comenzaban como él se sentía nervioso y excitado de esta nueva gran aventura que viviera tan solo tenía veinte años y ya era profesor.

Había pasado muchos pupilos por sus manos, pero sin ninguna duda cual mejor hubiera visto, era tan gratificante enseñar a las demás personas, hasta que conoció a uno que realmente le impacto, no confiaba en él, nada de aquel joven muchacho le había gustado, pero no todo era malo en aquellos años de enseñanza, una preciosa joven talentosa de inteligencia incalculable había llegado de una escuela extranjera para terminar su educación mágica, no puede creer que a la edad de 26 años se llevaría estas sorpresas en la vida.

Comenzó con admiración al entusiasmo de su alumna predilecta, y es que aquella jovencita se ganaba los elogios de todo aquel que la tenía en su clase, ella una de esas tardes se había acercado a él esperando que toda la sala quedara completamente vacía.

Disculpe profesor Dumbledore - hablo la alumna

Al decir su nombre las mejillas de la muchacha se habían teñido de un sonrosado.

Dígame Srta. Mcgonagall, ha tenido algún problema - contesto Dumbledore

o no, profesor Dumbledore lo que pasa es que estado hablando con el director del colegio y según las aspiraciones que tenga para cuando salga de este año hacia lo que quiero ser pues... yo... - contesto Minerva Mcgonagall

Usted - dijo Dumbledore

Lo que pasa es que necesito que me asesore en algunas asignaturas que llevo demás y bueno en la suya también pues me gustaría llegar a ser tan hábil como usted en esta materia. - explico Mcgonagall

Es todo un honor de su parte Srta. Mcgonagall, déjeme decirle que estaré encantado en ayudarla en todo lo que necesite, dígame en que momento le va bien y nos pondremos de acuerdo, buscare una clase para que estudiemos. - respondió Albus Dumbledore

Gracias profesor Dumbledore. - dijo Minerva

Y sin más Mcgonagall había salido de la sala corriendo.

Ella no sabía cómo se había atrevido a hablarle, pues desde hace un año que había llegado a mediados de su sexto año comenzó a sentir algo, no llegaba a explicarse que era aquel sentimiento, hasta que un día una mujer muy bella se le había acercado demasiado a su profesor y quería saber quién era y con qué derecho se acercaba a su profesor, así la encontró sus dos mejores amigas Pomona y Popy.

Ella tan solo era una joven de 16 años, de cabellos marrones largos, es alta, esbelta y muy bien desarrollada.

Pomona.- Minerva, venga salgamos de aquí

Minerva.- quien es ella

Popy.- no lo sabemos Minerva, pero en el estado que te encuentras es mejor que salgamos

Albus y MinervaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora