Capítulo cuatro: Revivir.

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—¿Tú crees que voy bien? —le pregunté a Gea, preocupada por si iba demasiado formal.

—Nena... Guau. Es que es todo lo que voy a decirte. Se me cae hasta la baba. Amistosamente hablando. —Abrió los brazos para hacer el apunte.

Aún me hacía gracia que se excusara cada vez que decía algo que podía sonar a que me lanzaba los trastos. Lo hacía constantemente, inconscientemente. Pero me gustaba. No era por el hecho de que me sintiera en un estado constante de intentar ser cortejada, ni nada parecido, sólo... no sé, a una le gusta gustar, ¿no? Y ella solía demostrármelo siempre, que le gustaba. Yo solía hacer como que no me enteraba, no es como si realmente tuviera importancia. Pero estaba nerviosa. Nerviosísima. Y Gea me aliviaba un poquito cada vez que abría la boca.

—¿En serio? ¿No es demasiado?

—Qué va. Se van a quedar todas mirándote. Y algo me dice que es lo que quieres. —Me guiñó un ojo, juguetona. Me volvió a hacer gracia.

—Es que no sé, igual... ¿no es muy elegante para una fiesta de cumpleaños?

—Chica, ni que fueras por la cumpleañera. —Abrió mucho los ojos, haciendo una mueca que me gritaba, por todos lados "amiga, date cuenta".

—Bueno... si tú lo dices...

Miré de nuevo al espejo, detallando mi figura, envuelta en pantalones de vestir blancos de talle alto, por encima de los tobillos, remarcando notablemente el poco culo que tenía. Había elegido un blazer a conjunto y, por debajo, un top de encaje negro, dejando a la vista unos abdominales que empezaban a marcarse en mi estómago. Llevaba el pelo suelto por un lado y con un recogido en pequeñas trenzas del otro, destacando los reflejos rubios que me había insistido Gea en hacerme y que, he de reconocer, no me quedaban nada mal. Me había ayudado ella con el peinado, pero el outfit había sido completa idea mía. Ahora venía el drama mayor: los zapatos. Había batalla entre mocasines, botines o zapatos Oxford. Obviamente la apuesta acabó por los últimos, de cuero vegano y con bastante plataforma. Además, me había hecho la raya del ojo, dado algo de color a la cara y aumentado mis pestañas.

Estaba para echarme unos cuantos polvos, la verdad.

Cuanto más me miraba más pensaba que iba a destacar en aquella fiesta. Sobre todo cuando veía a mi amiga con unos jeans más simples que nada y camiseta básica con la frase "killin' it" metida en un rectángulo. Y ya está, eso era todo. Bueno, y unas bambas, por no ir descalza. En fin, yo iba a entrar agarrada a su brazo, ¿sabes?

Vibró el teléfono encima de la mesa del comedor, encendiendo la pantalla y dejando leer un mensaje: "dnde estais???". Y claro, como no podía ser de otra manera, le respondí que llegando. Llegando a la puerta de mi puta casa, que con la tontería se nos había hecho tardísimo. Comprobé que llevaba la cartera, las llaves, el móvil y un cargador -por si acaso- en el bolso, que cupieron como en el Tetris, porque no es que fuera precisamente grande.

—Vamos, nena, que yo llevo la frase, pero tú sí que estás pala kilinearlo —se inventó, dándome una palmada en el culo cuando llegamos al local en el que habíamos quedado.

—Gea... Me da algo, eh. Mira, mira cómo estoy. —Le puse la mano en mi pecho, justo en el lado del corazón, para que supiera la velocidad vertiginosa que había adoptado mi latido.

—A ver, cielo. —Me cogió ambas manos, parándome en medio de la acera, justo debajo de una farola, que iluminaba bastante poco debido a que aún quedaban algunos rastros del sol—. ¿Va a ser duro? Sí. ¿Qué a ti eso te importa una mierda porque solo quieres verla? También. Así que dime, ¿qué es lo que te tiene de esta forma?

—Pues precisamente eso, señora. Precisamente eso —repetí, movida por el pánico repentino y con la cara más obvia que pude encontrar en mi escaso repertorio.

Crónicas de un ayer que se hizo hoy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora