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Chanel's pov Uhmm había pasado menos de una semana y papá quería que fueramos a Alexandria, iríamos después de que Boris y yo practicáramos con armas.
-Vamos mi pequeña- canturreó el de pelinegro.
-Soy mayor que tu Boris- conteste burlonamente, el solo me fulminó con la mirada para después salir por la puerta principal del Santuario.
-Dile a papá que saldremos a practicar, después iremos a Alexandria- grite a uno de los Salvadores que se encontraban por ahí.
Mientras avanzábamos oímos unos pasos pero no le dimos importancia pues pensamos que eran caminantes.
-Chan hoy practicarás con el arco- solo asentí y preparé todo.
Tome una flecha, la alinee con el arco y mis dedos, un solo pensamiento paso por mi mente.
[Siempre manten la cabeza en alto y se fuerte. ]
Gracias a eso mis ojos se inundaron de lágrimas y no di en el blanco.
Damn, ni siquiera pude decirle adiós a Hershel, lo extraño, era como el abuelo que nunca tuve.
-¿Que paso Chan?- se acerco a mi pues yo nunca fallada un tiro.
-Nada, solo sigamos si- el solo me miro extrañado y asintió.
Di flechazo tras flechazo y como era de esperar no falle ni en uno.
-Mierda- gritó Boris al tener dos caminantes encima de el y uno aproximándose a mi.
Primero saque mis dagas y lanze dos de ellas para que se incrustaran en el cráneo de los caminantes.
Pero era demasiado tarde porque el caminante estaba casi encima mío, de alguna manera hice que se diera la vuelta y lo arrodillé para luego cortarle el cuello, patear su espalda y clavarle un cuchillo en la cabeza.
-Gracias- dijo el pelinegro mas calmado aunque todavía se escuchaba muy agitado -tus habilidades de combate nunca fallan- sonreí ante el comentario.
-Lo se-
Después de practicar llegamos de nuevo al Santuario y nos alistamos para ir a Alexandria, mi papá ni siquiera les dio la semana aunque no me sorprende, ellos desafiaron al líder de los Salvadores y se atendrán a las consecuencias.
Estaba tan sumida en mis pensamientos que ni siquiera me di cuenta cuándo llegamos.
-Vamos, bajen- la rubia y el pelinegro asintieron y bajaron del auto.
-Pequeño cerdito, déjame entrar- papá pego en la reja con su bate mientras carcajeaba solo me digne a poner mi arco y flechas en la espalda mientras que en mi cintura se encontraba mi pistola y cuchillos.
-Acaso no escucharon, abran la maldita puerta- grite mientras miraba a los que estaban en la torre de vigilancia.
Ellos al fin se dignaron a abrirla y estaba todo el grupo enfrente de nosotros.
