Capítulo 1: El forajido

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La habían sentado al lado del delegado de clase y eso la hacía sonrojar. No paraban de sudarle las palmas de las manos, pero no importaba. ¡Al fin había llegado el día!

Buscó a Mildred con la mirada una vez más. Su mejor amiga se encontraba unas filas más adelante y ella también la buscaba con la mirada. La chica le sonrió, mostrando todos los dientes, brillantes y metálicos por los aparatos. "Qué pringada" pensó Hanna. Pero era la única pringada de todo cuarto a quien podía llamar amiga

La gente no paraba de hacer comentarios de que "¡el avión se ha desviao! ¡Ya tendŕiamos que haber llegado!", pero las azafatas les asegurarban que todo iba según lo planeado. Hanna miró por la ventana. No se veía Italia desde ahí, pero quizás estaba muy lejos desde el asiento del pasillo como para ver nada. Estuvo a punto de preguntarle al delegado si veía algo, pero le daba demasiada vergüenza dirigirse a él.

¡BRRRRUMMM!

—¡EHHHHH!

—¡¿Qué está pasando?!

—¡¡¡Vamos a moriiiiir!!!

Mira que eran plastas sus compañeros. Nada, una turbulencia menor. Todo iba bien.

Y entonces todo se vino literalmente abajo, y empezaron a caer, caer, caer, caer...

Gritando, a punto de llorar, Hanna volvió a buscar a su amiga con la mirada, pero no la veía por ninguna parte.

***

Todo empezó a aparecérsele como una vieja leyenda.

Había sido una mañana muy apacible. El sol primaveral brillaba débilmente. Los pajaritos cantaban. Los panecillos y pasteles estaban apilados en perfecta armonía, listos para ser servidos a los señores de la casa.

—¡RATA INMUNDA!

La voz de Hanna Cuatro resonó en la cocina y llegó hasta los oídos de Kamil Tres, que montaba guardia afuera en la tranquilidad de los terrenos del colegio. De un momento a otro, esa tranquilidad había desaparecido. Hanna Cuatro blandía su palo de amasar a diestro y siniestro, tratando de acertar al hombre encapuchado que correteaba por la mesa de la gigantezca cocina con un panecillo en la mano. Los ruidos de la porcelana rota alertaban cada vez más a los guardias de afuera.

Al fin consiguió Hanna atrapar al intruso por el tobillo, justo cuando escapaba por la ventana.

—¡MILDRED! ¡¡¡No te quedes ahí parada, estúpida!!! ¡Ven a ayudarme!—dijo Hanna, y la muchachita agarró la otra pierna con todas sus fuerzas. Mildred Cinco era la ayudante de cocina y... mirad, sé que es difícil llevar la cuenta de tantos nombres cuando se llega a un lugar nuevo. Sobretodo un lugar como la Academia 109, donde todos los alumnos son iguales y todos tienen números en vez de apellidos. Por eso os iré guiando alumno por alumno, así nos perderéis.

Al fin y al cabo, las leyendas no siempre empiezan donde se supone que deben empezar, ni terminan donde se supone que deben terminar.

Hanna Cuatro, como habréis deducido, era la cocinera de la escuela. Rondaba los veinte años. Era regordeta y tenía brazos fuertes. Tranquilamente podría haber sido soldado en vez de cocinera. Pero era cocinera.

Sobre el intruso encapuchado no diré nada todavía. Lo único que importaba en aquel momento es que había robado un pan y que iba encapuchado. Y también que acababa de zafarse de las garras de las obedientes cocineras, aterrizando a salvo sobre la hierba. Lo cuál lo hacía una amenaza para todo el colegio.

Fue por eso que Kamil Tres decidió dar la órden.

—¡FUEGO!—gritó, y sus compañeros dispararon. Yili Cuatro fue el que disparó más fuerte. Kamil tuvo que pedirle que parara porque el ladrón se escapaba y ninguna de las balas había acertado.

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⏰ Última actualización: Jan 31, 2021 ⏰

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