27 de marzo, 1999
Después de tanto rogarle, por fin mi prima cedió. Preparé la zona con una lamida prolija, dándome el tiempo de percibir al máximo el sabor indescriptible. Sumergí la lengua por décima vez en su culo, ella se estiró hacia atrás para sentir el tacto cálido.
Retiré mi lengua de su ano. La arrodillé y precipité mi pene en su boca. Más tarde, ella había realizado una postura de perrito dejando el paisaje incitante de su ano dilatado en mi campo de visión. Soltó un gemido repentino cuando precipité mi pene engrandecido en su culo, podía percibir cada una de sus dilataciones anales.
Inicié el movimiento, hacía delante y atrás, embestidas que gradualmente fui aumentado la agresividad, ella gritaba y se retorcía.
-¿Te duele? -le pregunté.
-Es un dolor dulce. Me encanta -dijo con voz jadeante.
Mientras la acometía ferozmente por detrás, ella lanzaba gemidos al unísono, los sollozos y jadeos despertaban ecos en la habitación.