Primero él la enseñó. Despues ella le enseñó a él. Era como una carrera en la que el testigo pasaba de una mano a otra. Al fin lo cogieron juntos y echaron a correr.
-Di que me amas -ordenó él.
-Te amo.
-Di «soy tuya».
-Soy mía -dijo ella, sonriendo.
-Di que harías cualquier cosa por mí.
-Haría casi cualquier cosa por ti.