Día 2

54 4 0
                                    

*Tititi-tititi-tititi*

El sonido de una alarma me atruena la cabeza. Me duele un montón y tengo lagunas. No sé que narices hice después de que Nasri me besara. Pero viendo el dolor de cabeza que tengo, fijo que tomar más y más Beefeater con Schweppes. ¡Me va a explotar la cabeza!

Maldita alarma. ¿Dónde narices está? Estiro el brazo para apagarla, pero lo único que hago es cortar el aire. ¿Y mi mesita? Vuelvo a hacer lo mismo en todas las direcciones posibles y sigue pasando lo mismo. ¿He cambiado de lugar la mesa?

*Boom*

Algo se estrella contra el suelo o la pared. No me gusta el tema de los espíritus y ahora mismo estoy asustadísima. ¿Qué está pasando?

-Maldita alarma. No se podía apagar sola - dice una voz ronca a mi lado.

Esa voz me suena, ¿y si ha pasado lo que creo que ha pasado?

-¿Nasri? - pregunto.

-Aún sigue aquí. Pensaba que se habría ido antes de que amaneciera.

Teniendo en cuenta el dolor de cabeza que tengo no creo que hubiese llegado muy lejos. Un momento...

-¿Ido? No me diga que estoy en su casa.

-Está en mi casa y en mi cama. Pero no ha pasado nada de lo que cree. Pensaba que dejarla sola en su casa con todo lo que bebió no sería buena idea. Si quiere irse, su casa está en frente.

Con lo a gusto que estoy tumbada.

-Todavía no. Tengo un resacón... - oigo su risa débil. - ¿Usted no bebió nada?

-Claro que bebí. ¿No oye mi voz?

La oigo, la oigo.

-Parece uno de los trasgos de la película Legend.

-¿Esa en la qué sale Tom Cruise? ¿De verdad tengo esa voz?

-Solo te falta hacer las rimas que él hace.

Está todo oscuro pero sé que está sonriendo.

-¿Podría decirme qué hora es? - estoy realmente perdida. Podría ser cualquier hora.

-Acabo de tirar el reloj contra la pared. Pero siempre pongo la alarma para que suene a las 12. Hay que aprovechar el tiempo.

Ni que lo diga.

-¿A qué hora me trajo? Sinceramente, volvímos no es la palabra correcta.

-Está claro que no. Creo que eran las 5 de la madrugada. Tampoco le preste mucha atención a la hora. Había otras cosas mejores a las que mirar.

-La almohada.

-Iba a decir a usted, pero la almohada también merece miradas. Y si no le molesta voy a encender la luz.

¿Habéis visto la foto de la cabra con los ojos rasgados porque una luz la deslumbra? Pues esa es mí cara ahora mismo.

-Y aún así está preciosa.

-Si usted lo dice.

Se ha quedado apoyado en su mano, observándome. Es demasiado incómodo. Seguramente tenga unas ojeras de diez pero eso no es lo que me importa. Odio que me miren durante tanto tiempo.

-Sé que la incomoda, pero es tan preciosa...

-Usted también es guapo.

Demasiado diría yo.

Ya va siendo hora de abrir los ojos. Me los froto e intento abrirlos poco a poco. No quiero cegarme, pero lo hago y no porque la luz me deslumbre sino por las maravillosas cuatro paredes entre las que estoy.

Sueños y ruinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora