Eco

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¿Quién lo diría?, ¿verdad?

A veces la vida es un poco movida. Un día estás pensando en entregar un proyecto del 30% de calificación y al otro día te mudas.

Me desperté como un día cualquiera. Sin ánimo y con ganas de volver a dormir. La cosa va así: soy una chica con complejo Disney (mis padres fallecidos durante mi niñez). Hace mucho que vivía en México con mis abuelos maternos. Pero el día de hoy, ellos volverían a donde crecieron e hicieron su vida. Llevándome...

Tiendo a ser ensimismada... realmente no tengo muchos amigos... corrijo: no tengo amigos.

Aquél país al que volvíamos estaba al este de América y al Oeste de Europa. De nombre Westgate.

Recuerdo haber mencionado que vivo con mis abuelos. Ellos son raros. Mi abuela normalmente es cálida pero solo habla para corregir, pocas veces bromea y habla de ella misma. Mi abuelo es... mi abuelo es más o menos igual, solo que un poco más ruidoso. Ambos son serios... realmente todos somos serios.

Llegamos a aquella isla utópica que era como un semi-continente. Y tuvimos que aguantar un par de horas de camino en vehículo hasta llegar a la ciudad de nombre "Light Center". Muy original. Light Center era la capital de Westgate. Y Westgate, se dividía por distritos que ocupaban los papeles de estados. Lo curioso es que algunos distritos formaban parte de la burocracia, política y economía del país. Aún no entiendo cómo funciona.

Llegamos a lo que sería nuestra nueva casa. A mi no me generaba ni una pizca de emoción, sino más bien me daba algo como inseguridad o incluso desagrado. En el fondo sabía que estaba haciendo un borrón y cuenta nueva en mi vida.

Hablando un poco más de mí... creo que mi nombre de momento no es importante. Al final, creo que es algo que se va a repetir mucho, ¿no? En fin, tengo trece años y... no sé, ¿tu cómo te presentarías?

La casa era de dos pisos, entonces las habitaciones yacían sutilmente en el segundo. Me acomodé en la habitación que estuviera más cerca de las escaleras, en el fondo sabía que mi pobre e impertinente mente iba darle flojera subir y bajar las escaleras.

El día marchaba lento, con un montón de desconocidos entrando y saliendo de un lugar que para mí, también era desconocido. También podía hacer algo respecto a la mudanza... aunque nadie me lo iba a permitir por mi baja estatura y porque "eres muy enclenque, te vas a lastimar".

Independientemente de lo cerca que sea mi relación con la realidad, dudo que lo primero que me guste hacer al "iniciar una nueva vida" de adolescente genérico y de personalidad plana: sea no hacer nada. Es decir, bueno. No es muy enriquecedor de mi parte sólo ponerme a narrar lo que creo ver a desconocidos.

¿Sabes? A veces creo que debería ignorar que sea tan inmadura y distraída... ya que, mientras mis abuelos llenaban trámites y cosas de adultos (cosas que ninguno de nosotros nos imaginamos haciendo), con mi soledad, desarrollé un entretenimiento bastante soso; ver a los pájaros parados en cables y pensar "¿sentirán cosquillas en las patas?" me hacían dudar sobre mi integridad mental.

A lo largo de pasar el rato, lleno de trámites e incomodidad de mi parte, por fin teníamos la casa a solas, y ya podíamos acomodar las cosas y bueno, quizá buscaba alguna libertad para regar mis cosas por la casa, sin embargo, acostumbro a perder cosas, por ejemplo, la segunda media del uniforme - O la primera, es cuestión de perspectiva -: tenía la advertencia de ser cuidadosa con mis cosas y más con las que no son mías.

Suelo tener dos ligas en la mano derecha, y una en el tobillo derecho. ¿Por qué? Realmente estoy segura que a nadie le importa.

Mi ignorancia era una cárcel sin ventanas cuando me dí cuenta que sólo reconocía el camino que usé de la puerta de la puerta principal hasta mi habitación. Entonces fui con mi abuela en busca de una respuesta hacia una petición. Frente a ella, ella me mostraba su espalda mientras regaba un par de rosas rojas.

- Abuela. Tu que eres prácticamente residente de aquí, ¿cuándo iremos a conocer esta ciudad? Digo... me refiero a mi caso aislado...

Ella sólo volteó la mirada con tranquilidad sin quitarle la atención a aquella flor.

- ¿Puedes esperar? ¿o de verdad estás ansiosa? - Contestó tranquila.

- Puedo esperar.

En ese momento empecé a retroceder lentamente mientras veía el cabello de mi abuela. Hasta que llegué a un punto en dónde no estaba a la vista de mis abuelos. Y me puse a pensar sobre mi cabello con eso de que se me perdió una liga para el mismo. Tambien ví sus zapatos. Siempre usaba los mismos, entonces miré mis pies, me di cuenta que hago lo mismo.

Aunque, hablando de la rosa, mi abuelo siempre le llevaba rosas a mi abuela cada dos meses, siempre pensé que es por romance o amor, pero parece ser más bien una rutina que un detalle... me incomoda tratar eso como una rutina... siento que hay algo ahí que no es precisa por ser poco llamativo o sospechoso. Al inicio pensé que les gustaba tener una rosa por la rosa de Guadalupe, pero no cuadra, porque las rosas que siempre trae mi abuelo, son rojas.

- "Detashes" - Me dije a sí misma como pensamiento a "voz alta".

Quizás lo peor de empezar de nuevo era la vida laboral, o asistir a ello. Me daba algo de miedo pensar que tendría que estar con gente que no conozco en lo absoluto y que esa gente tampoco me conocía de nada.

Pasó el día y la noche cayó. Todo se pintó de un tono azul que se diluía con la luz de los focos que yacían encendidos rutinariamente, la ventaja que saqué del asunto, es que pude acomodar mi cuarto casi totalmente a mi gusto. Sólo me incomodaban una cosa. Era que la habitación era algo vieja, entonces tenía que volver a pintar las paredes. Para después de cenar comida aparentemente sintética y con posibilidad de que probablemente no era comestible; llegó la hora más cliché: la hora de dormir.

Al abrir los ojos, sin estar totalmente despierta: sabía que significaban dos cosas:

1- Probablemente estaba en viaje astral dado a un narrador en tercera persona omnisciente.

2- Tenía que levantarme (quizá, la opción más poco interesante).

Entonces, me vi forzada a tomar la segunda opción... fingiendo que la primera existiera. Entonces, salí de la habitación, acostumbrada a mi casa anterior, tomé camino al baño a ciegas, que por lo particular estaba por la derecha saliendo de mi habitación. Como dije "acostumbrada a mi casa anterior", pues aquí hay escaleras que suplantan a lo que recuerdo como un pasillo. Una mala pisada me hizo irme de hocico probocándome una caída que tenía 3 tipos de consecuencia nada agradable los miércoles: despertarme con un susto; dolor físico y humillación.

El punto es que giré con la cara en las escaleras y terminé con la cara de igual manera, en el suelo para llegar hasta abajo.

- Increíble entrada. - Saludó mi abuelo sin siquiera despegar la mirada de su periódico.

Para cuando me levanté, me sobé la frente y acomodaba un poco el cabello y contesté:

- Buenos días a ti también. - Hice una pausa para acomodarme el cabello y para apreciar su indiferencia - ¿Dónde está mi abuela?

- En el jardín de atrás. - Contestó de la misma manera.

Entonces me dirigí a aquél lugar, y ahí estaba ella, regando unos rosales... espera, ¿más rosas?

- Buenos días... - Inauguró, divisando mi presencia. Noté humo por encima de ella. Aunque... no creo.

- ¿Huele a cigarro? - Me desmoralicé por la duda.

- Deben ser los vecinos. Sabes que odio ese maldito olor. Por cierto, ¿estás bien?

- ¿Qué? - Me desmoralicé por la duda.

- Hasta acá sonó el golpe que te debiste haber dado.

- ¿Y si no fui yo?

- Eres una joven muy distraída... y callada. Y sólo oí un golpe... no un grito, ni quejido. Característico de mi nieta. - No despegó la mirada de aquellos rosales.

Me quedé en silencio.

- ¿Y bien?

- Ya... ya me iba...

Nuevamente me alejé con relativo sigilo, y para cuando estaba lo suficientemente lejos me fui a la cocina. Mi abuelo estaba fumando... demonios.

Rose PetalsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora