Los frondosos abetos se erguían imponentes a pesar de la espesa neblina. Parecían silenciosos vigilantes que solo silbaban al bailar suave del viento, como si de un vals se tratase.
Se observó a sí mismo en el reflejo de un charco, a pesar de la escasa nitidez se notó desgastado, como si los años le hubiesen caído sin previo aviso, no se detuvo más tiempo, apretó el paquete envuelto en diario que sostenía en su izquierda y continuó su camino. No estaba seguro de a dónde se dirigía, pero sus pies se abrían paso entre el barro con tal firmeza que este salpicaba en sus pantalones. Alzó la vista al oír voces lejanas, divisó con dificultad dos figuras frente a él, como si de un reflejo se tratase bajó la visera de su gorra para ocultar su rostro. Al pasar por el lado de los dos hombres, llevó su mano nuevamente a la visera en señal de saludo y continuó.
Observó a su alrededor grandes estructuras de mármol, en su mayoría rodeadas de enredaderas que contrastaban su verdor con el blanco inmaculado. Sintió una pesadez en su pecho al reconocer el lugar, sus pasos se enlentecieron hasta detenerse del todo frente a una bóveda blanca como las demás, pero más alta e imponente, llena siempre de flores frescas. Sacó la llave de su bolsillo y abrió la reja. Al entrar tuvo cuidado de no pisar las flores que se encontraban en el suelo, había un centenar de ellas. Antes se abría agachado a recogerlas y ponerlas en los jarrones, pero era consciente de su edad, por lo que con cuidado las movió con el pie, dejándolas a las orillas. Llegó hasta el altar donde reposaba un gran jarrón de porcelana. Dejó el paquete que cargaba su izquierda sobre el altar y retiró las flores que empezaban a marchitarse dejándolas a un costado. Tomó el Jarrón y salió por agua, lo rellenó y regresó. Abrió el paquete y ordenó los girasoles desde el más bajo al más alto y los puso dentro del jarrón. Un suave reflejo se coló entre el banco de nubes haciendo brillar el vitral. Sonrió como si le hubiesen acariciado la mejilla.
Se retiró la gorra por un momento y alzó la vista para ver la lápida del nicho, con el corazón apesadumbrado…
La imagen se tornó difusa y una vez más se encontró a sí mismo en su cama bañado en sudor, con el corazón latiendo rápidamente y con la interrogante de siempre.
¿Por qué se repetía aquel sueño incesantemente? ¿Por qué nunca podía vislumbrar el nombre de la lápida?
Tragó saliva, mientras intentaba controlar su respiración, de todos los sueños este es era peor.
—Alexa, mide mis constantes vitales—dijo mientras se sentaba al borde de la cama.
La pulsera en su muñeca derecha encendió una suave luz.
—Frecuencia cardíaca: 120 latidos por minuto, Frecuencia respiratoria: 23 respiraciones por minuto...—respondía por altavoz el scanner inteligente.
—Llama a mamá—le interrumpió.
La voz femenina no tardó en saludarle.
—Mamá, ha vuelto a ocurrir…
—¿Pudiste verla? —dijo la mujer sabiendo a qué se refería.
—No, pero está vez estuve cerca… —respondió con pesar.
—Tienes que ver a un psicólogo o alguien especialista en sueños, Harry—insistió con dulzura.
—Uhmm, llego tarde a clases, mamá, te llamo luego —dijo deslizando su dedo por la pulsera y cortando la llamada.
Caminó hasta el baño, abrió la regadera y tanteó la temperatura. Dejó caer sus pantaloncillos de pijama y se metió a la ducha, intentando relajarse mientras su cabeza recibía el chorro de agua caliente.
Repasó una y otra vez las imágenes del cementerio haciendo un gran esfuerzo en recordar hasta el más mínimo detalle, pero todo se volvía difuso cada vez que recordaba la lápida.
Golpeó la pared con su puño cerrado ante la frustración y se quedó en la ducha por unos minutos más.
Su madre de pequeño le había dicho que era una pesadilla, con el paso de los años los sueños fueron cambiando, volviéndose repetitivos y ya no sólo eran los sueños, Harry reconocía lugares diciendo que ya había estado allí, levantando las sospechas de su madre, puesto que ella jamás le había llevado. Visitaron a varios psicólogos, pero todos concluían en que era un niño normal con una imaginación muy activa. Pero Dianne sabía que algo más le ocurría a su hijo, pero ante la preocupación del niño, decidió otorgarle la seguridad de que todo estaba bien, incluso si ella misma lo dudaba.
Harry salió de la ducha, se envolvió una toalla a la cintura y caminó hacia su armario.
—Alexa, haz una lista de los cementerios más antiguos de Londres—dijo con el ceño fruncido, mientras buscaba su ropa.
Esta vez había sido diferente, esta vez recordaba con más nitidez el lugar y a pesar de la neblina espesa que inundaba el sueño, habían ciertas estructuras que hacían eco en sus recuerdos.
Tomó las llaves de su automóvil y salió rápidamente con un pensamiento fijo.
<<Te voy a encontrar. >>

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Fragmentos de una vida
FanficHarry, un estudiante de primer año de Artes Escénicas, desde pequeño ha sido atormentado por pesadillas y sueños repetitivos que lo llevarán a obsesionarse por buscar el origen de ellos. ¿Se estará volviendo loco? ¿Logrará detener las pesadillas?