El Monstruo

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El monstruo.

Aquel Monstruo no habitaba en el armario de Lucas, al contrario; vagaba por toda la casa.

Ensuciaba con su terrible presencia el suelo, las paredes, las ventanas e incluso los recuerdos felices. Todo aquello que tocaba lo convertía enfermedad, dolor y suciedad. Era un ser, inmundo de cuya terrible boca caía saliva pestilente que escurría entre sus escasos dientes, y cada vez que vociferaba incoherencias, su aliento de muerte contaminaba el aire a su alrededor como un veneno invisible y de lenta acción. Llevaba encima harapos hechos jirones cubiertos con fluidos de dudosa procedencia, tal vez de si mismo o de algún desafortunado que se le había acercado demasiado.

El pequeño niño recordaba verlo desde la más tierna infancia. En aquel entonces Monstruo no daba tanto miedo, al contrario; era dulce y encantador, siempre atento a lo que Lucas deseaba, sonriente y dispuesto a cargarlo entre sus peludos brazos para jugar con él, sin embargo, cuando cumplió los tres, tal vez cuatro años (realmente no estaba seguro) fue la primera vez que ese maldito amigo de Monstruo apareció, incitándolo a pelear contra todo aquel que "lo mirase de mala manera" Aunque el pequeño tampoco notase que alguien lo hiciera en realidad.

A partir de ese momento las cosas comenzaron a cambiar para mal, ese amigo, al que Monstruo nombró como Caminante comenzó a estar más presente en la vida de todos los habitantes de aquella casa. Lucas se lo encontraba por todas partes; en el cuarto de su mamá, escondido en el baño, debajo de las escaleras e incluso dentro del horno ¿Cómo hacía para llegar allí? Era escurridizo e irritante, en algunas ocasiones lo hacía tropezar cuando caminaba en la oscuridad de la noche cuando iba a la cocina por agua.

Una vez, el mismo intentó darle una oportunidad y conocerlo, tal vez así entendería porque Monstruo estaba tan apegado a él. Esa fue la primera de muchas ocasiones en las que las cosas se pusieron violentas, aparentemente a mounstro no le gustaba compartir a sus amigos, algo que Lucas encontró muy triste pues ya casi no podía convivir con el ¡Parecía haberse olvidado de su existencia! algunas eso hacia que el pequeño pasase días en completo silencio y solas.

Tiempo después, a Caminante se le unió una conocida llamada lina (o algo así entendió el) Ella era aún peor que caminante, pues solía hacer que su madre y Monstruo pelearan. Lo peor era que decía mentiras sobre todos, el especial Lucas, usualmente lo acusaba de ladrón por las cosas que comenzaron a desaparecer misteriosamente de un día al otro, el niño entendía que esos objetos eran importantes, aún que no sabia exactamente porqué.

Sorprendentemente aquello no era culpa de los amigos de Monstruo. Resulta que mamá también tenía un par de amigas a escondidas llamada Nieve y María, ellas eran las que robaban las cosas de la casa a escondidas de todos. Lucas se enojó mucho cuando se enteró, pues se habían llevado un viejo y hermoso juguete que su querido abuelo le había heredado y con el que tenía prohibido jugar por lo valioso que era ¿Cómo es que un par de extrañas podían tomarlo y el no? Tampoco le agradaba que María se entrometiera en todos los lugares posibles, dejando el olor de su pestilente aliento cuando visitaba a mamá, pero más odió a Nieve cuando le dijeron que por culpa de esa maldita, su madre había decidido marcharse, dejándole como recuerdo solamente una caja muy chiquita de madera con una cruz arriba. Ni siquiera la podía abrir, así que no tenía idea de que contenía.

A partir de que ella se marchó, Mounstro llenó la casa con más amigos suyos. algunos tenían colores divertidos (aunque nunca tuvo permitido convivir con ellos) otros parecían ser simples, como fantasmas casi transparentes. Pero todos tenían algo en común; cuando se iban dejaban muy triste a Monstruo, tanto que se ponía violento, especialmente cuando regresaron Nieve y María con otra amiga que nunca supo cómo se llamaba, pero Monstruo siempre se ponía muy activo cuando lo visitaba aún que le dejara los brazos llenos de agujeros. ella era la más molesta, siempre lo dejaba agotado al irse.

La vida de Lucas se gastaba entre dolor y la soledad de su habitación. Allí el mismo encontró compañía en tres fantasmas, pero no eran agradables. Uno de ellos solía molestarlo más seguido que el resto, era muy grande y devoraba todo lo que podía, deleitandose apretando el estómago del pequeño, haciendo que sintiera un sufrimient inmenso que solo se calmaba cuando Monstruo recordaba llevarle algo de comida para calmar al espectro. El segundo era de menor tamaño y usualmente aparecía por las noches, evitando que pudiera dormir, calándose dentro de él. Lucas solo podía alejarlo con la calidez de la luz cuando esta entraba por su ventana o cuando se envolvía entre sus cobijas.

Pero era al tercero al que Lucas más temía, pues solía hacerle compañía después de Monstruo descargase su furia contra él. Tenía unos brazos tan largos como tentáculos con los que lo abrazaba tan fuertemente que llegaba a ser asfixiante, doloroso y brumador.

Estos tres seres acosaron al pobre Lucas durante mucho tiempo. A veces se iban cuando Monstruo no podía ver a sus amigos en cierto tiempo, pero siempre regresaban con más fuerza. La última vez que los vio, los tres lo atormentaron durante días y noches, Monstruo había estado especialmente de malas durante toda una semana, pues al parecer había tenido una fea discusión con Nieve, incluso algunos extraños disfrazados de azul habían tenido que intervenir, pero nunca repararon en la presencia del pequeño niño, pues los fantasmas no permitieron que saliera de la habitación. Aquella noche Lucas estaba particularmente cansado, así que se acostó en su cama, esperando a que sus habituales acompañantes llegaran, pero...

No.

Nada.

Incluso el dolor parecía haber desaparecido, como si nunca hubiese estado allí.

Consternado, el pequeño pelinegro se puso de pie y para su sorpresa, junto a la ventana estaba la persona a la que más había amado; su abuelito, con sus canitas, su chaqueta beige y su boina. El niño notó que lo veía con una expresión extraña que no supo identificar; parecían triste y a la vez alegre. Lucas también estaba asi, pero en su pequeña mente sabía que aquello no podía ser, se suponía que él se había ido hacía mucho tiempo, al mismo lugar que su mamá.

-¿Abuelito?-. Preguntó solo para estar seguro.

-Ya todo va a estar bien, pequeño-. Su voz sonaba tal como el la recordaba, así que con una infantil emoción que creía perdida entre la suciedad de la casa hacía mucho tiempo, corrió hacia los brazos del mayor, tan cálidos como habían sido los de Monstruo antes de la llegada de sus esas molestias y llenos de cariño, iguales a los de mamá antes de que sus amigas los hirieran.

Y en un tierno apretón, los dos desaparecieron de este mundo, al igual que los tres fantasmas que habían atormentado al pequeño, dejando en esa lujubre habitación un muñequito roto al que le habían cortado los hilos.

En cuanto a Monstruo...

Bueno, el no cortó sus cadenas por desición propia; muy tarde fue cuando descubrió que sus supuestos compañeros de aventuras cobraban con intereses, y cuando no quedó nada con que pagar, bueno...

Apagar una vela hubiese sido más difícil.

Que malos amigos.

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