—Sinceramente, lo que me hace pensar
que no hay habitantes en esta esfera es
que me parece que ningún ser sensato
estaría y dispuesto a vivir aquí.
—Bueno —dijo Micromegas quizá los
seres que la habitan no tienen sentido
común.
Un extraterrestre a otro,
al acercarse a la Tierra,
en Micromegas: una historia filosófica
(1752), de VOLTAIRE
Fuera todavía está oscuro. Estás tendido en la cama, totalmentedespierto. Descubres que estás completamente paralizado. Notas que hayalguien en la habitación. Intentas gritar. No puedes. A los pies de la cama hayvarios seres grises y pequeños, de apenas un metro de alto. Tienen la cabezaen forma de pera, calva y grande para su cuerpo. Tienen unos ojos enormes,las caras inexpresivas e idénticas. Llevan túnicas y botas. Confías en que setrate de un simple sueño. Pero la impresión que tienes es que está ocurriendorealmente. Te levantan y, misteriosamente, ellos y tú atravesáis la pared de tucuarto. Flotas en el aire. Subes muy alto hacia una nave espacial metálica enforma de platillo. Una vez dentro, te llevan a una sala de revisión médica. Unser más grande pero similar —evidentemente, una especie de médico— seencarga de ti. Lo que sigue es todavía más aterrador.Te exploran el cuerpo con instrumentos y máquinas, especialmentelas partes sexuales. Si eres un hombre, puede que te saquen muestras deesperma; si eres mujer, pueden extraerte óvulos o fetos, o implantarte semen.Te pueden obligar a mantener relaciones sexuales. Después te pueden llevar auna habitación diferente donde unos bebés o fetos híbridos, en parte humanosy en parte como esas criaturas, te devuelven la mirada. Puede ser que teamonesten por la mala conducta humana, especialmente por la expoliacióndel medio ambiente o por permitir la pandemia del sida; se te ofrecen cuadrosde devastación futura. Finalmente, esos emisarios grises y melancólicos teconducen fuera de la nave espacial y atraviesan la pared para depositarte entu cama. Cuando recuperas la capacidad de moverte y hablar... ya no están.Puede ser que no recuerdes el incidente de inmediato. Quizásimplemente eches en falta un período de tiempo inexplicablemente perdidoy te devanes los sesos pensando en él. Como todo eso parece tan raro, tepreocupa un poco tu salud mental. Naturalmente, no sientes ningunainclinación a hablar de ello. Por otro lado, la experiencia es tan perturbadoraque es difícil mantenerla callada. Todo sale a la luz cuando oyes relatossimilares, o cuando un terapeuta simpático te hipnotiza, o incluso cuando vesuna fotografía de un «extraterrestre» en uno de los muchos libros, revistaspopulares o «documentales especiales» de televisión sobre los ovnis. Haygente que dice poder recordar experiencias así desde la más tierna infancia.Piensan que sus propios hijos están siendo abducidos por extraterrestres.Ocurre por familias. Es un programa eugenésico, dicen, para mejorar la razahumana. Quizá los extraterrestres han hecho eso siempre. Quizá, dicenalgunos, ése es el origen de los humanos.Según se revela en repetidas encuestas a lo largo de los años, lamayoría de los americanos creen que nos visitan seres extraterrestres enovnis. En una encuesta Roper de 1992 —especialmente encargada por losque aceptan la historia de la abducción extraterrestre a pies juntillas— eldieciocho por ciento de casi seis mil adultos americanos dijeron que a vecesse despertaban paralizados, conscientes de la presencia de uno o más seresextraños en su habitación. Un trece por ciento declara extraños episodios detiempo perdido (detención del tiempo), y el diez por ciento declara habervolado por el aire sin asistencia mecánica. Sólo con esos resultados, lospromotores de la encuesta concluyen que el dos por ciento de los americanoshan sido abducidos, muchos de ellos repetidas veces, por seres de otrosmundos. La cuestión de si los encuestados habían sido secuestradosrealmente por extraterrestres no se planteó nunca.Si creyésemos la conclusión alcanzada por los que financiaron einterpretaron los resultados de esta encuesta, y si los extraterrestres no sonparciales con los americanos, el número de abducidos en todo el planeta seríasuperior a cien millones de personas. Eso significa una abducción cada pocossegundos durante las últimas décadas. Es sorprendente que no lo hayannotado más vecinos.¿Qué ocurre aquí? Cuando uno habla con los que se autodescribencomo abducidos, la mayoría parecen muy sinceros, aunque sometidos afuertes emociones. Algunos psiquiatras que los han examinado dicen que noencuentran más pruebas de psicopatología en ellos que en el resto de la gente.¿Por qué una persona declararía haber sido abducida por criaturasextraterrestres si no fue así? ¿Podrían equivocarse todas estas personas, omentir, o alucinar la misma historia (o similar)? ¿O es arrogante ydespreciable cuestionar siquiera el sentido común de tantas personas?Por otro lado, ¿sería posible que hubiera realmente una invasiónextraterrestre masiva, que se realizaran procedimientos médicos repugnantessobre millones de hombres, mujeres y niños inocentes, que se utilizara a loshumanos como reproductores durante muchas décadas y que todo eso nofuera conocido en general y comentado por medios de comunicación,médicos y científicos responsables y por los gobiernos que han juradoproteger la vida y el bienestar de sus ciudadanos? O, como han sugeridomuchos, ¿hay una conspiración del gobierno para mantener a los ciudadanosalejados de la verdad?¿Por qué unos seres tan avanzados en física e ingeniería—que cruzangrandes distancias interestelares y atraviesan paredes como fantasmas— sontan atrasados en lo que respecta a la biología? ¿Por qué, si los extraterrestresintentan llevar sus asuntos en secreto, no eliminan perfectamente todos losrecuerdos de las abducciones? ¿Demasiado difícil para ellos? ¿Por qué losinstrumentos de examen son macroscópicos y recuerdan tanto lo quepodemos encontrar en el ambulatorio del barrio? ¿Por qué tomarse lamolestia de repetidos encuentros sexuales entre extraterrestres y humanos?¿Por qué no robar unos cuantos óvulos y esperma, leer todo el códigogenético entero y fabricar luego tantas copias como se quiera con lasvariaciones genéticas que se quiera? Hasta nosotros, los humanos, quetodavía no podemos cruzar rápidamente el espacio interestelar ni atravesar lasparedes, podemos clonar células. ¿Cómo podríamos ser resultado loshumanos de un programa de cría extraterrestre cuando compartimos el 99,6%de genes activos con los chimpancés? Nuestra relación con los chimpancés esmás estrecha que la que hay entre ratas y ratones. La preocupación por lareproducción en estos relatos alza una bandera de advertencia, especialmenteteniendo en cuenta el inestable equilibrio entre el impulso sexual y larepresión social que ha caracterizado siempre a la condición humana, y elhecho de que vivimos en una época repleta de espantosos relatos, verdaderosy falsos, de abuso sexual de niños.A diferencia de muchos medios de comunicación,9 los encuestadoresde Roper y los que escribieron el informe «oficial» no preguntaron nunca alos encuestados si habían sido abducidos por extraterrestres. Lo dedujeron:los que alguna vez se han despertado con presencias extrañas alrededor, quealguna vez inexplicablemente creían volar por el aire, etc., han sidoabducidos. Los encuestadores ni siquiera comprobaron si notar presencias,volar, etc., formaba parte de un mismo incidente o de otro distinto. Suconclusión —que millones de americanos han sido abducidos— es espuria,basada en un planteamiento poco acertado del experimento.Con todo, al menos cientos de personas, quizá miles, que afirmanhaber sido abducidas han acudido a terapeutas simpatizantes o se han unido agrupos de apoyo de abducidos. Quizá haya otros con problemas similares pero, temerosos del ridículo o del estigma de enfermedad mental, se hanabstenido de hablar o de pedir ayuda.Se dice también que algunos abducidos se resisten a hablar por temora la hostilidad y rechazo de los escépticos de línea dura (aunque muchosaparecen encantados en programas de radio y televisión). Se supone que sudesconfianza incluye también a las audiencias que ya creen en abduccionespor extraterrestres. Pero quizá haya otra razón: ¿podría ser que los propiossujetos no estuvieran seguros —al menos al principio, al menos antes decontar la historia repetidas veces— de si lo que recuerdan es unacontecimiento externo o un estado mental?---ooo---«Una señal inequívoca del amor a la verdad—escribía John Locke en1690—, es no mantener ninguna proposición con mayor seguridad de la quegarantizan las pruebas en las que se basa.» En el tema de los ovnis, ¿cuál esla fuerza de las pruebas?La expresión «platillo volante» fue acuñada cuando yo empezaba elinstituto. En los periódicos había cientos de historias de naves de otrosmundos en los cielos de la Tierra. A mí me parecía bastante creíble. Habíaotras muchas estrellas y, al menos algunas de ellas, probablemente teníansistemas planetarios como el nuestro. Muchas eran tan antiguas como el Sol omás, por lo que había tiempo suficiente para que hubiera evolucionado lavida inteligente. El Laboratorio de Propulsión a Chorro de Caltech acababade lanzar un cohete de dos cuerpos al espacio. Estábamos claramente caminode la Luna y los planetas. ¿Por qué otros seres más viejos y más inteligentesno podían ser capaces de viajar de su estrella a la nuestra? ¿Por qué no?Eso ocurría pocos años después del bombardeo de Hiroshima yNagasaki. Quizá los ocupantes de los ovnis estaban preocupados por nosotrose intentaban ayudarnos. O quizá querían asegurarse de que nosotros ynuestras armas nucleares no fuéramos a molestarlos. Mucha gente —miembros respetables de la comunidad, oficiales de policía, pilotos de líneasaéreas comerciales, personal militar— parecía ver platillos volantes. Y,aparte de algunas vacilaciones y risitas, yo no conseguía encontrarargumentos en contra. ¿Cómo podían equivocarse todos esos testigos? Loque es más, los «platos» habían sido detectados por radar, y se habían tomadofotografías de ellos. Salían en los periódicos y revistas ilustradas. Incluso sehablaba de accidentes de platillos volantes y de unos cuerpecitos deextraterrestres con dientes perfectos que languidecían en los congeladores delas Fuerzas Aéreas en el suroeste.El ambiente general fue resumido en la revista Life unos años mástarde con estas palabras: «La ciencia actual no puede explicar esos objetoscomo fenómenos naturales, sino únicamente como mecanismos artificiales,creados y manejados por una inteligencia superior». Nada «conocido oproyectado en la Tierra puede dar razón de la actuación de esosmecanismos».Y, sin embargo, ni un solo adulto de los que yo conocía sentía lamenor preocupación por los ovnis. No podía entender por qué. En lugar deeso, se preocupaban por la China comunista, las armas nucleares, elmaccarthismo y el alquiler de su vivienda. Yo me preguntaba si tenían clarassus prioridades.En la universidad, a principios de la década de los cincuenta, empecéa aprender un poco sobre el funcionamiento de la ciencia, sobre los secretosde su gran éxito, el rigor que deben tener los estándares de prueba sirealmente queremos saber algo seguro, la cantidad de falsos comienzos yfinales bruscos que han infestado el pensamiento humano, lo fácil que escolorear la interpretación de la prueba según nuestras inclinaciones y lafrecuencia con que los sistemas de creencia ampliamente aceptados yapoyados por jerarquías políticas, religiosas y académicas resultan ser no sóloligeramente erróneos sino grotescamente equivocados.Encontré un libro titulado Extraordinary Popular Delusions and theMadness of Crowds [Engaños populares extraordinarios y la locura de lamultitud] escrito por Charles Mackay en 1841 y todavía en venta. En él sepodían encontrar las historias de repentina prosperidad y posterior quiebraeconómica de chifladuras como las «burbujas» del Mississippi y el mar delSur y la extraordinaria demanda de tulipanes holandeses, patrañas queembaucaron a ricos y titulados de muchas naciones; una legión dealquimistas, incluyendo la conmovedora historia del señor Kelly y el doctorDee (y el hijo de ocho años de Dee, Arthur, inducido por su desesperadopadre a comunicarse con el mundo de los espíritus observando un cristal);dolorosos relatos de profecías incumplidas, adivinaciones y predicciones dela suerte; persecución de brujas; casas encantadas; la «admiración popular degrandes ladrones» y muchas cosas más. Estaba también el entretenido retratodel conde de St. Germain, que salió a cenar con la alegre pretensión de quehabía vivido durante siglos, si no era realmente inmortal. (Cuando, durante lacena, alguien expresó su incredulidad ante el relato de sus conversacionescon Ricardo Corazón de León, se volvió hacia su criado para que loconfirmase. «Olvida, señor —fue la respuesta—, que yo sólo llevo quinientosaños a su servicio.» «Ah, es verdad —dijo St. Germain—, esto fue antes desu tiempo.»)Un llamativo capítulo sobre las Cruzadas empezaba así: