Amor Arromántico.

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Hace muchos, muchos años, probablemente el doble o triple de lo que tengo al escribir esto, había un instituto en un pueblo, un pueblo tan alejado de la civilización que a no ser que hayas pasado por ahí no sabrías que existe. Este instituto no tenía nada particular, nada curioso. Nadie quería ir allí, ni siquiera sabían que había un "Allí", era más práctico estar trabajando con su familia en la tierra que sentarse tantas horas a escuchar cosas que sus padres sobrevivieron sin escuchar. Pero en el dichoso país hubo una reforma al sistema estudiantil, y decidieron repartir a los buenos profesores a distintas áreas rurales donde se les pagara por su servicio.

Sea casualidad, o sea a propósito, dos profesores fueron a parar a este instituto, el primero era un maestro muy fuerte, tosco y estricto en el aula, era el nuevo profesor de matemáticas. Este maestro se hizo amigo de sus estudiantes, no en el aula, sino en los recesos y pasillos. Y después tenemos al profesor del que quiero hablar, un hombre que daba una materia poco práctica, ¿ves esa materia que dices para ti mismo que es sencilla y luego resulta que el profesor no te deja respirar? Hablamos del maestro de filosofía.

Su primer año en el instituto me es indiferente. Al igual que el maestro de matemáticas, de quien era amigo, se llevó bien con sus alumnos, diciéndoles que la filosofía no debía ser vista por ellos como una materia de estudio para examen, pues este no daría ninguno, sino que debían de escucharlo tomando en cuenta que era, según sus palabras, "el arte de vivir bien". El segundo año también me es indiferente. De hecho, la reforma duró 7 años y medio, por lo cual no es sino hasta que escuché del 6to año que me interesé por su proyecto. Su intención era ayudar a sus alumnos a tener una mejor vida y a que no se conformaran cuando se plantearan límites. No todo tienes que probarlo, no tienes que rozar el cuchillo sobre tu piel para saber que la cortará, con esto en mente enseñó y en los primeros 5 años logró mucho, todos se cuestionaban si valía la pena seguir con sus vidas en el campo, algunos decidieron abandonar su vieja vida e ir a la gran ciudad y estudiar. Muchos estudiaron para ser profesores pero no todos lograron conseguir trabajo, y de esos pocos que si lo hicieron no todos lo gozaban, no resultó como creían. Otros incluso decidieron estudiar ingeniería pero no era fácil, muchos se indignaron y regresaron a trabajar al campo, entre ellos había un grupo que sí lo logró, y empezaron a ayudar a sus familias, y luego estas a sus vecinos. Todo esto pasaba ya cuando los maestros no se encontraban en el área, estaban enseñando en otra parte, incluso no se enteraron de todos los cambios hasta que uno de ellos fue al médico por un chequeo anual y uno de sus antiguos estudiantes lo reconoció y le contó toda la historia. De no ser por esto, habrían muerto sin saber que tanto habían inspirado a sus alumnos, y también, habrían muerto sin saber que esos casi 8 años en el campo no fueron un desperdicio después de todo, que la reforma en su momento sí fue útil y fructífera.

Pero me estoy adelantando, iba a hablar del 6to año. Teniendo ya tanto tiempo brindando servicio como profesores al pueblo era de esperar que los más aventajados eran los que comenzaron y saldrían con ellos. 7 años, casi 8 estuvieron con esos profesores que los incitaron a pensar y leer, quizás no pensaban como un egresado universitario de filosofía o de ciencias, o de cualquier otra carrera, pero pensaban más que los anteriores a ellos y esto era importante.

Este año les contó el maestro sobre unos cuentos del amor, se propuso darlo por separado para guardar la mejor parte hasta el final. Quería contarles cómo el amor, como todo otro sentimiento, podría traer desgracias. El amor ciega, y esa ceguera nos hace ser incapaces de ver lo que sucede a nuestro alrededor e incluso, muchas veces, de nuestras acciones solo por estar absortos y fijos en un objetivo, en una persona, en un punto del horizonte, en ese ente que nos haría convertirnos en luz, de ser posible, solo para alumbrar en su oscuridad. Y decidió empezar por lo malo del amor, porque aunque a veces eran más cosas que se tenían que decir sobre lo malo del amor, quería terminar por contar lo verdaderamente importante, lo magnifico.

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