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"¿Nos encontraremos de nuevo? ¿Aquí, en la playa?"

Las palabras resuenan en su cabeza una y otra vez como una mantra sagrada que siempre se repite por las noches junto a su recuerdo mas preciado.

Su único vínculo y por el cual aún se mantiene cuerdo, incluso cuando siente que está al borde y ya no puede más, cuando grita y desea anotarse contra las paredes de su presión con una furia desmedida.
Ansiando y rogando a cualquier ser existente por el final que le brindará aquella ansiada libertad.
Por romper sus cadenas y escapar de esa maldita ciudad a la que tanto odia, aunque sabe que es imposible.

Al menos con vida.

Y es solo en sus sueños cuando puede sentirse tranquilo, en paz.

Viajando tres años atrás, a la vez en que se encontró así mismo perdido en esa playa tan única y especial.

Un error que adora con toda su alma o al menos lo poco que queda de ella.

Recuerda sentirse al límite, cansado de repetir el proceso una y otra vez, totalmente fastidiado de tener que encontrarse nuevamente en la grieta, de volver a ella y sumergirse en las frías aguas infestada para regresar al mundo de los vivos y repetir el ciclo.

Pero aquella vez es distinta pues algo en la playa lo detiene y algo se siente diferente, provocándole una sensación extraña e inusualmente agradable.

Cómo si no estuviera solo en ella.

Se a acostumbrado a la desnudes de su cuerpo en la playa por lo que le parece raro encontrarse cubierto por una suave y casi transparente túnica blanca.
Así que busca con la mirada y caminando con los pies descalzos por la arena negra de la playa y la suave brisa despeinado su blanca melena.

Cuando el sonido de unos pasos en la arena lo hacen alzar en la cabeza, encontrándose con el ser más precioso que a visto en toda su vida y sin poder evitarlo recorre el cuerpo ajeno desde los pies hasta la punta de sus cabellos.

El extraño está cubierto por la misma prenda y su bello rostro hace que pierda el aliento ante las hebras negras de su cabello en punta y el par de preciosas joyas moradas radiantes que el desconocido tiene por ojos.

Sus miradas se encuentran fijamente, el verde chocando con el violeta y sin saber en qué momento avanzan a paso lento hasta estar frente a frente, perdidos en un silencioso trance.

El desconocido extiende la palma de su mano con una delicadeza etérea como si temiera romper el precioso momento que han formado.

Y el imita la acción, dejando su propia palma a escasos centímetros de la otra, siguiendo el suave roce al aire de este mismo antes de por fin tocarse, sintiendo una corriente eléctrica recorrer todo su cuerpo cuando sus dedos se entrelazan de forma dulce.

Ninguno habla, tan solo están ahí, en silencio, disfrutando de la calidez de sus manos. Sonriendo teniente por el extraño e inesperado vínculo que a surgido entre ellos.

Hasta que el precioso extraño es el primero en hacer un movimiento, afianzando más su agarre y tirando de el mientras empieza a caminar.
Y el solo se deja llevar, siguiendo sus pasos tranquilos hasta una zona apartada de la gris costa donde su compañero rompe el contacto y no puede evitar sentir un vacío en cuanto sus manos se separan.

Cómo si fuera la pieza de un rompecabezas a la que separan de su otra parte.

El de los ojos amatistas se sienta sobre la arena, abrazando un poco sus piernas para después hacer un gesto con la mano, invitándolos a sentarse a su lado y una sonrisa aparece en su rostro, aceptando la invitación y sentándose con las piernas cruzadas junto a el.

- Nunca pensé que me encontraría con otro en un lugar así - La voz del chico bonito resulta ser más aguda de lo que imaginaba y sin embargo el cree que igualmente es bonita.

- Tampoco yo, es una playa extraña, nunca había estado en una como está - Responde de manera sincera, tomando un pequeño puñado de la arena negra.

- Entonces eres un repartidor, como yo o al menos un intento de - El tono triste en su voz le provoca una inevitable punzada en el corazón.

El entendía perfectamente el significado de aquellas palabras.

Pues no a todos los repatriados se les llegaba a tener en un pedestal.

- ¿Cuál es tu nombre? - Pregunta, soltando el puño de arena para buscar la mano ajena y nuevamente entrelazar sus dedos.

El otro no se niega al contacto por el contrario afianza el agarre entre sus manos mientras deja escapar una pequeña risa amarga antes de contestar.

- Vegetta, ese es mi nombre de repartidor -

- Yo soy Willy, un placer, Vegetta -

Ambos sonríen, olvidándose por un instante de dónde se encuentran, de la fría brisa y el olor a muere de la playa.

- Tus ojos son preciosos - Sus palabras salen suaves, suspiradas al aire y con algo de pena al escuchar la pequeña risita que escapa de los labios de Vegetta.

- Tu cabello también es muy bonito, es del color de una luna llena - Willy se regocija ante sus palabras y el tacto de la mano sobre su cabello, haciéndolo cerrar los ojos y dejándose hacer mientras murmura en voz baja.

- No se que sea una luna llena -

- Era una maravilla del mundo antes de la explosión, el hermoso satélite de este planeta de un color plata brillante y cada noche iluminaba el cielo nocturno - Los dedos de Vegetta juegan con su cabello mientras habla y el solo desea quedarse así para siempre.

- Vi una imagen una vez, era algo muy hermoso -

- Desearía ver uno - Dice en un suspiro y no sabiendo muy bien de dónde pero toma el valor de recargarse sobre el, recostando ligeramente su cabeza en el hombro de Vegetta.

- También yo - Contesta este último mientras cierra los ojos e imita si gesto, recargando suavemente la cabeza en la suya.

Y se mantienen de nuevo en el silencio.

No es un silencio incómodo, por el contrario ellos sienten una paz que jamás imaginaron, embriagados en aquellas sensaciones que resultan nuevas y adictivas. Hasta que el precioso momento es interrumpido pues se encoge de dolor al sentir un par de fuertes punzadas en su pecho y estómago.

Se le ha acabó el tiempo en la playa y están tratando de llevarlo de regreso.

Vegetta tan solo lo sostiene, rodeando su cuerpo con los brazos en un intento de protegerlo del dolor.

- No quiero irme - Ruega, sintiendo un nudo en la garganta, incapaz de regresar a la fría grieta o no ahora que a podido deleitarse con el calor de aquel hermoso chico.

- Lo sé pero tenemos que hacerlo, ellos nos llaman -

Willy niega con la cabeza, ahogando un pequeño sollozo mientras las lágrimas se acumulan en sus ojos.

- No, no hasta prometer que nos volveremos a encontrar -

- ¿Nos encontraremos de nuevo? ¿Aquí, en la playa? -

Las lágrimas se esfuerzan en salir aún más cuando alza la mirada solo para encontrarse con las mejillas de Vegetta mojadas por su leve llanto.

Ambos intentando aferrarse al vínculo entre ellos al sentir como es arrastrado hacia las olas.

- Aquí o en el otro mundo, donde sea, prometo que te encontraré - Son sus últimas palabras antes de soltar la preciosa mano y ser devorado por la grieta.

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⏰ Última actualización: Feb 11, 2021 ⏰

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